Paralelismos y coincidencias históricas

Paralelismos y coincidencias históricas

Finaliza 2020, un año que se presagiaba ‘redondo’, y que sin duda ocupa ya un lugar en la historia del mundo y, por desgracia, no para bien: será para siempre el año de la pandemia del coronavirus. Afortunadamente, 2020 termina con la llegada de las primeras vacunas, cual Mr. Marshall sanitario al rescate de los europeos.

Políticamente, este año comenzó en España el 7 de enero con la investidura de Sánchez como presidente del Gobierno, en las condiciones más ajustadas que se recuerda en los anales de las legislaturas constitucionales: en segunda votación, y por 167 votos a favor y 165 en contra. Y ahora el año político finaliza habiendo incorporado a esa mayoría simple y escasa, los 18  apoyos —13 de ERC y 5 de Bildu— que se abstuvieron entonces, más los 8 de Junts per Catalunya y los regionalistas canarios y cántabros, que se opusieron a su investidura y ahora han votado sus primeros presupuestos desde que accedió al Gobierno tras la moción de censura en 2018.

En enero también se conoció la curiosa coincidencia del calendario de 1936 con el de 2020, lo que se produce cada 28 años. Ambas anualidades comenzaron en miércoles, cada uno de sus días coinciden con el mismo de la semana, y los dos han sido bisiestos. La sincronía de 2020 con un año tan trágico para los españoles como es el de comienzo de la Guerra Civil, dio pie a los aficionados a ver presagios tras esas conjunciones astrales, negros augurios que, desde luego, no se han visto «defraudados» en absoluto con lo que esta anualidad ha dado de sí. Afortunadamente, 2020 termina ya con aparentes motivos para un relativo optimismo, tras tantos meses esperando alguna buena noticia.

Podríamos aplicar el aforismo italiano si non è vero è ben trovato para seguir el paralelismo de acontecimientos de ambos anuarios. En febrero de 1936 se formó el primer Gobierno del Frente Popular que nos precipitó a la Guerra Civil tras cinco meses de excepción con asesinatos y violencia política continuada, culminado con el secuestro de su domicilio y asesinato por uniformados de la República, del líder de una de las formaciones parlamentarias de la derecha, que precipitaría el comienzo de la guerra el 18 de julio. Afortunadamente, la España y la Europa actuales distan demasiado de las de aquellos dramáticos años, pero no es prudente confiarse en exceso. También en enero pasado  se constituyó el primer Gobierno de coalición desde 1978,  y además entre las mismas formaciones que conformaron en 1936 aquel nefasto Frente Popular: socialistas y comunistas, con el apoyo parlamentario de Esquerra Republicana de Cataluña y el PNV. Exactamente como ahora, con el aderezo de un Bildu entonces inexistente.

Por seguir con estas curiosas coincidencias y paralelismos —siquiera para no repetir los mismos errores— el régimen constitucional previo a la Segunda República nació en 1876 con un pacto entre liberales y conservadores, entre Cánovas y Sagasta, y significó la restauración de la monarquía en la Casa de Borbón tras el paréntesis de «La Gloriosa». Este régimen constitucional estuvo vigente 47 años, hasta 1923: la actual Carta Magna ha cumplido ya 42, y la izquierda comunista y separatistas diversos vuelven por sus derroteros históricos de entonces, reivindicando la  República y deslegitimando el vigente régimen constitucional. Exactamente como entonces también ahora desde el Gobierno.

En 1919, a los 43 años de vida de la Constitución, se produjo la mal denominada «gripe española», una pandemia que provocó más víctimas que la Primera Guerra Mundial, y que precipitó una crisis ya larvada, que motivó el pronunciamiento de Primo de Rivera cuatro años después, suponiendo el fin de la Restauración. Ahora, a los 42 años de vigencia de la presente Constitución, vivimos con otra pandemia. Como vemos, curiosas y preocupantes coincidencias entre estos dos trágicos años, y no por la mera concordancia de sus calendarios.

Se dice que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, y ahora algunos irresponsables aventureros parecen obcecados en volver a las andadas.

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