El pan sube un 30%
En el contexto político/institucional descrito en el anterior post hay que comentar la situación económica por la que atraviesa un país en venta. En ocasiones, cuando oigo perorar a los ministros sobre las cosas grandiosas que han hecho con España y su situación económica, me viene a la memoria que, según datos oficiales -es decir, los suyos propios- hay dos millones de ciudadanos que viven con el Salario Mínimo Interprofesional y que más de seis millones de familias se encuentra bajo el umbral de la pobreza o en riesgo de caer en ese triste ranking. Mientras Sánchez anda preocupado por su imagen de gran estadista por el mundo, sus teóricos gobernados tienen que pagar hoy el pan -no hablo del solomillo, el caviar o las ostras- un 30% más caro y el azúcar un 50% más. Esta es la España de Sánchez que el presidente se niega a ver y entender.
Los alimentos en su conjunto han subido durante el último mes un 15%. Este dígito golpea inmisericorde a las capas populares. ¿De qué presume, por tanto, este Gobierno? ¿De qué se ríe? ¿De qué se muestra tan prepotente y engreído? Por un lado, sacan pecho con el mucho dinero que reciben de Europa y de la máxima recaudación impositiva y, por otro, no son capaces de articular un sistema que yugule las colas del hambre; han dejado ese menester a las organizaciones de caridad religiosas y civiles. A una inmensa mayoría de los españoles, no les interesa que el Gobierno ponga en riesgo el mismo concepto de patria acuñado durante siglos. Lo que realmente les importa es que esta Navidad puedan, al menos, tener el mismo nivel de gasto familiar que hace doce meses. Lo uno por lo otro. Y el voto dentro de unos meses que, desgraciadamente, sólo se moverá en ese sentido. ¡Primum vivere, deinde philosophare! El asunto es que sin Estado no habrá ni vivere, ni philosophare.