Pablo: tu problema es la derecha sociológica, no la sede

Pablo: tu problema es la derecha sociológica, no la sede

—Gracias, Mariano—.

Seguro que el domingo pasado, al educadísimo Pablo Casado se le escapó la frase que cual maldición yo profiero contra Rajoy cada mañana desde aquel infausto 31 de mayo de 2018 en el que rechazó el guante que le tendió Pedro Sánchez: “Presidente, si usted dimite, yo retiro la moción de censura”. Era simple y llanamente cuestión de ganar tiempo. Ana Pastor, Cospedal y hasta la diabólica Soraya Sáenz de Santamaría eran mejores que un tipo que ya había apostatado de la normalidad socialdemócrata para juramentarse con proetarras, podemitas y golpistas en una suerte de “todos para uno y uno para todos” dumasiano. Pero el pontevedrés de Santiago antepuso su orgullo, “no voy a renunciar porque sería tanto como reconocer que he cometido un delito”, al interés general con las consecuencias que vivimos y que reducen a la condición de juego de niños el jacobino “A España no la va a reconocer ni la madre que la parió” del genial Alfonso Guerra.

Un “gracias, Mariano” que, cual herencia envenenada, se extiende a todos los ámbitos. Empezando por ése de la opinión publicada que es la que conforma la opinión pública. Intuyo que el presidente nacional del PP se ciscaría en la movida que le legó un Mariano Rajoy que no supo manejar la corrupción que ha esclerotizado al PP desde aquel tercer viernes de enero de 2013 en el que un servidor destapó tanto el cobro sistemático de sobresueldos por parte de la cúpula como esa caja B que se nutría de coimas de constructoras y empresas de seguridad. Su antecesor no sólo descompensó aún más el proverbialmente enrojecido panorama mediático sino que, además, optó por tirar de Torrentes de la Policía para eliminar pruebas comprometedoras agrandando aún más el problema que representaba la corrupción en sí.

Ahora se han juntado el hambre con las ganas de comer. La Fiscalía sanchista soltó en plena campaña electoral catalana el bombazo con la casual confesión de Luis Bárcenas y el 80% de los medios, en manos de la izquierda podemita gracias precisamente a Rajoy, hizo el resto. Que no ha sido otra cosa que machacar sin piedad al Partido Popular sin distingos. Enfocando el problema en un Pablo Casado y en un Teodoro García Egea que tenían 15 y 11 años respectivamente cuando los jefazos históricos del PP empezaron a trincar hasta 15.000 euros en negro al mes. No imagino al adolescente Pablo ni al niño Teo yendo a trincar mordidas con 16 y 11 años ni percibiendo sobres con bin ladens en su interior.

Entre la siciliana contracampaña que les montó Moncloa y los deméritos propios, lo de Cataluña se fue por el desagüe. Sin embargo, el pecado original de Pablo Casado no es de aquí ni de ahora sino de ese 22 de octubre en el que no tuvo mejor ocurrencia que asumir como propia la ocurrencia de Javier Zarzalejos y FAES: tirar a matar a Santiago Abascal y no al infame presidente del Gobierno en la moción de censura. Moción de censura que a la postre acabó constituyendo un inesperado triunfo del tercero en discordia que no es otro que Pedro Sánchez.

Apretar en la moción de censura el mismo botón que el ex jefe de ETA Otegi, Pablo Iglesias o el rufianesco Rufián fue un error de libro

El “no” a la censura fue “una cagada sideral”, en escatológica expresión de un camisa vieja del casadismo. Votar “no” fue tanto como votar “sí” a Pedro Sánchez, al menos, en el imaginario de la derecha sociológica. Por no hablar del error táctico de libro que constituye apretar el mismo botón que gentuza como el ex jefe de ETA Otegi, Pablo Iglesias o el rufianesco Rufián por mucho que fuera por razones antagónicas. Por no hablar de esa alusión a las víctimas mortales que la banda terrorista, que ahora va de la mano de Sánchez por Bildu interpuesto, se cobró en la cuadra popular. Una frase que perseguirá de por vida a Casado: “Por nuestra patria, este partido que usted conoce bien, y que a usted le conoce muy bien, ha pagado un tributo de sangre que ahora pisotean personas como usted”.

Una parrafada que dirigida a ese felón a la Constitución que es Pedro Sánchez le hubiera hecho salir por la puerta grande. Que restregada en el careto del amigo de los etarras Pablo Iglesias hubiera provocado el ondear unánime de pañuelos de toda la derecha sociológica española. Pero que lanzada sobre el careto de Santiago Abascal suena a enajenación mental transitoria. Porque si alguien nos puede dar lecciones de pagar tributos a ETA es ese insigne militante de Vox que es José Antonio Ortega Lara, un buen hombre que se pasó 532 días en un zulo etarra y al que sus captores querían dejar morir de inanición en vendetta por la liberación de Cosme Delclaux.

Hay que recordar que cuando el juez Garzón se presentó en la nave industrial de Mondragón el cerdo de Bolinaga al que Satanás tenga en su gloria se negó a dar la ubicación del funcionario de prisiones. Le salvó la intuición de un oficial de los Grupos Antiterroristas Rurales (GAR) que ordenó a los 50 armarios que le acompañaban que levantasen a pulso una prensa hidráulica de una tonelada existente en el recinto. Allí se toparon con un Ortega Lara que esperaba el tiro de gracia tras año y medio en un habitáculo de 3x2x2. “¡Matadme, matadme de una puta vez”, vociferó el burgalés al suboficial del instituto armado que bajó a rescatarle. Por no hablar del propio presidente de Vox, que fue con escolta desde los 19 años hasta que abandonó el País Vasco porque tanto él como su padre eran objetivo número 1 de ETA.

Los memes se sucedieron en los minutos posteriores a la moción de censura. Uno de ellos me ha venido a la memoria estos días. “Españoles, el Partido Popular ha muerto”, era la leyenda que presidía una foto del tristón Carlos Arias Navarro aquel 20 de noviembre en el que dio a todos los españoles la noticia del adiós del dictador. O ese otro en el que se aplicó el photoshop a Casado para colocarle en la nuca el sucio moño del marqués de Galapagar.

Casado propinó una soberana patada a Santiago Abascal en el trasero de la derecha sociológica de este país. Ésa, y no otra, es la cuestión: la DERECHA SOCIOLÓGICA. Esos 11 millones de ciudadanos que en 2011 votaron a Mariano Rajoy, como antes habían metido la papeleta de José María Aznar, y que luego se desperdigaron en una imparable diáspora rumbo a Ciudadanos y ulteriormente a Vox por culpa de dos decisiones marianas: la salvaje subida del IRPF y el IVA por parte de un presidente que se había comprometido apenas tres meses antes a bajarlos y ese icono de la estulticia que fue la puesta en libertad del cerebro del secuestro de Ortega Lara, José Antonio Uribetxeberria Bolinaga. Por no hablar de esa masoquista política mediática que acabó con su autor, Mariano Rajoy, y que ha enfilado ya a Casado rumbo al patíbulo.

No aprenden. La elección de Lorena Roldán, ex número 1 de Ciudadanos en Cataluña, provocó escalofríos cuando se rescataron del baúl de los recuerdos esas fotos en las que aparecía en la Diada acompañada de seis indepes con sus correspondientes esteladas. La de la 3 de la lista, Eva Parera, antigua correligionaria de ese Manuel Valls que vino a por la Alcaldía de Barcelona y la cambió por un braguetazo con la heredera del imperio Almirall. A la tal Parera no se le escurrió mejor idea en campaña que soltar en La Razón dos bombas de racimo que forman parte ya por derecho propio de la antología del disparate constitucionalista:

1.-La sentencia del 1-O fue muy dura”.

2.-“No nos tiene que dar miedo hablar de la palabra indulto”.

Los votantes peperos se tuvieron que golpear compulsivamente la cabeza para certificar que no estaba hablando Iceta, Illa o incluso Pere Aragonés. La guinda al desastrado pastel la puso el propio Casado al asegurar en la radio golpista RAC1 que las cargas policiales el día del golpe de Estado “fueron un error”. Una verdad como un templo que podía salir legítimamente de cualquiera de los 47 millones de bocas que hay en España menos una: la suya. Una reflexión que seguramente fue un problema de sintaxis, como él asegura —es verdad que muchas veces pasa de una frase a otra sin solución de continuidad—, pero que a todo quisqui le sonó a enmienda a la totalidad del Gobierno de Rajoy.

Centrarse no es liarte a palos con una formación hermana como Vox que te puede dejar caer en Andalucía, Madrid y Murcia 

El viaje al centro está muy bien siempre y cuando no descuides la derecha, algo que Aznar tuvo meridianamente claro siempre. Más que nada porque en ese punto medio en el cual suele estar la virtud puede haber 2 millones de votos como mucho pero en el centroderecha y la derecha hay no menos de 10 millones. Centrarse no es dar la razón siquiera parcialmente a los secesionistas. Tampoco liarte a palos con una formación hermana como Vox que te puede dejar caer en Andalucía, Madrid y Murcia cuando se le pase por el arco del triunfo. Centrarte no es fichar a tipas o tipos taimados y acomplejados que lo mismo militan en Ciudadanos, que en el PP, que en Vox, que en el PSC o que en Junts o ERC porque son figurones profesionales en búsqueda permanente de fama y de una paguita con cargo al contribuyente.

Centrarse no es vender Génova 13. Los edificios acogen personas, simplemente. No crean ladrones. Por esa regla de tres el PSOE debería hacer lo propio porque Ferraz se creó y se remodeló con dinero de Filesa, trama de mangancia sancionada por el Tribunal Supremo. Trasladar ese anuncio 48 horas después del Titanic catalán permitió al Frente Popular mediático solidificar esa teoría de que el PP es un partido de ladrones. El silogismo es de cajón: si dejan su histórico cuartel general porque es el símbolo de la corrupción, es que el PP es una formación corrupta y si es una formación corrupta, Casado también es un corrupto por acción, omisión o herencia. La mano de bofetadas mediáticas subsiguiente ha sido de las que hacen época. No querían la taza que les sirvieron el domingo por la noche, pues nada, desde el mediodía del martes les han servido seis tazas. Alberto Núñez Feijóo lo pudo decir más alto pero no más claro: “Si cada vez que una empresa o un partido tiene problemas con algunas personas se tiene que ir del lugar en el que está, igual ya no quedaría ninguna sede en España”.

Centrarse es pedir perdón en nombre del PP por la corrupción de los anteriores. Aunque sea de cara a la galería porque Casado tiene que ver con Gürtel o Bárcenas lo mismo que yo con un esquimal. Centrarse es admitir que el “no” al matrimonio homosexual fue un error. Centrarse es pactar una Ley de Eutanasia sensata con el PSOE. Centrarse es consensuar con los socialistas una Ley Zerolo mejorada y racionalizada. Centrarse es también retarle al PSOE: “Hagamos una Ley de Libertad Sexual que no haga más baratas penalmente las agresiones sexuales como pretende Podemos”. Centrarse es respaldar una Ley Trans que acabe con esa imbecilidad podemita que pretende otorgar a niños o adolescentes la posibilidad de cambiar de sexo. Centrarse es todo eso y mil veces más pero no liarte a palos con Vox, mudarte de Génova 13 o cambiar radicalmente el discurso en Cataluña.

No sé si es Narciso Michavila, FAES o Jesucristo redivivo quien ha aconsejado a Casado este viaje a ninguna parte. Sí tengo meridianamente claro que regalar la DERECHA SOCIOLÓGICA a Vox es el principio del fin. Si los verdes se hacen con la mayoría de la derecha sociológica, acabaremos llevando luto por Pablo Casado. No son cuentos, son cuentas. Espero que la sangre no llegue al río. Nuestro país necesita como el comer un partido moderado a izquierda, el PSOE socialdemócrata de Felipe, y otro a derecha, clónico de ese PP de Aznar que luego desdibujó Rajoy. Ese perfectísimo bipartidismo imperfecto es lo que se estila en las democracias más serias del mundo, léase Estados Unidos, Reino Unido, Alemania o los países escandinavos. A pesar de todos los pesares, mantengo mi apuesta por Pablo Casado. Está excelentemente preparado, su honradez está fuera de toda duda y es a la oratoria lo que Mbappé al fútbol, un fuera de serie. Si quiere volver por sus fueros, que se mire en el espejo de Almeida o Juanma Moreno, que han sabido compatibilizar una imagen centrada, templada y carismática sin perder uno solo de los valores que hicieron grande al PP.

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