Pablo, el fascista eres tú

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La llegada de Podemos al panorama nacional introdujo a la política española en una dinámica revolucionaria que está gangrenando nuestro  tejido  democrático. Sobre la base de una estrategia de desgaste, “no nos representan”, los dirigentes de podemos arrojaron al  lodazal los consensos políticos, económicos y sociales alcanzados en las últimas décadas. Redefinieron a los viejos “enemigos del pueblo” como casta e iniciaron una campaña de acoso contra todos los que le vieron las arrugas a su discurso. Periodistas, parlamentarios, jueces, militares, policías, empresarios… cualquiera que osara cuestionar las bondades de la nueva justicia social era insultado, escracheado o deportado al gulag de las redes sociales. Ahí empezó todo.

Cualquier otro político con la hemeroteca de Pablo Iglesias hubiese sido condenado al ostracismo y repudiado públicamente, pero Pablo es de izquierdas, mejor aún, de extrema izquierda. Hoy es vicepresidente de un gobierno autodenominado progresista un individuo que ha mostrado su comprensión ante los terroristas de ETA; que ha calificado como “ejemplo democrático” las actuaciones de un régimen, el venezolano, que está masacrando la vida y las libertades de sus ciudadanos; que ha pedido disculpas por no “partir la cara” a los periodistas con los que compartía plató; que ha incitado a sus seguidores a ir de “cacería” para aplicar “la justicia proletaria”; que ha asegurado que el único lenguaje que entiende la lógica capitalista es el de “la fuerza”; que, en definitiva, ha promovido  la “violencia revolucionaria”, el rencor y la división. Posiblemente la reacción de trazo grueso de Cayetana Álvarez de Toledo frente a los insultos de Pablo Iglesias durante la sesión de control al Gobierno diera al traste con la estrategia del Partido Popular en el asunto Marlaska, pero ha expresado el hartazgo de los que rechazan el insulto, el señalamiento y el odio como palanca de demolición de nuestras libertades. Resulta inaudito ver a Iglesias hacerse el ofendido cuando Álvarez de Toledo le recuerda aquello de lo que alardeó para exhibir su ADN revolucionario.

Hoy el vicepresidente del gobierno ha dado un paso más en su estrategia de confrontación, ha acusado de golpistas a los parlamentarios de Vox. Causa estupor escuchar tal afirmación en boca de quien ha sido adalid del dialogo antisistema y urdidor de pactos con proetarras e independentistas. La confrontación es el alimento de un gobierno que ha apostado su continuidad al mantenimiento de una tensión política que divida a la sociedad en muchas mitades. La Comisión para la Reconstrucción es un espectáculo de desconstrucción parlamentaria alentado por un gobierno al que los consensos le estorban. Si alguien tiene dudas, le animo a visionar la intervención de quien vicepreside el gobierno de España.

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