O Sánchez o democracia

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O Sánchez o democracia. Esa es la elección que ahora mismo los españoles tienen y tendrán en sus manos. El acoso y derribo que a las instituciones y a la propia arquitectura constitucional ha hecho el presidente del Gobierno junto a sus socios, exige una respuesta inmediata por parte del conjunto de la sociedad. Nunca antes, desde la Transición y desde que se refrendó mayoritariamente la Constitución, el país había sufrido el desafío al que ahora se enfrenta, con la calidad de la democracia cayendo en picado y los organismos públicos asaltados por un señor que, en su concepción autocrática del poder, ejerce el mismo como un emperador o jefe de Estado.

España está sufriendo su peor periodo de crisis política y democrática. Por ello urge que la oposición se una y reúna para liderar una alternativa a este gobierno Frankenstein que está arruinando toda perspectiva de futuro. A la pregunta de si es precisa y necesaria articular una moción de censura, la respuesta debe ser inapelable: sí. Su pertinencia no obedece al imprevisible éxito de la misma, porque la aritmética parlamentaria no ayuda, sino porque impulsarla obligaría a paralizar de inmediato todas las acciones y leyes que Sánchez, con su dedo autocrático y déspota, intenta ejecutar. Demorar la reforma de los delitos de malversación y sedición, paralizar su perdón a golpistas y ladrones, más su enésimo asalto a la justicia, obligaría a Sánchez a retratarse en periodo electoral, donde la ciudadanía está más alerta que nunca y disculpa menos las mentiras de quien por la tarde desmiente con sus hechos lo que por la mañana promete con sus palabras. Aunque tratándose de Sánchez, nada es imposible en su felonía continuada.

La moción de censura es necesaria y urgente porque retrasaría sus planes y los de sus socios de gobierno. Y todo el tiempo que pierda Sánchez, lo gana España, los españoles y la democracia. Por ello, no sólo la oposición parlamentaria tiene que ser generosa y olvidarse de cálculos partidistas y electoralistas, sino que la sociedad civil en su conjunto debe plantarse, rebelarse y organizar un frente común, de unidad nacional, contra esta deriva irreversible en la que estamos metidos como nación. No reunir ahora en torno a un liderazgo claro, carismático y socialmente aceptado, la alternativa política que España necesita, retrasaría aún más las esperanzas de ver a los Kirchner de la Moncloa fuera de ella. Y lo pagaremos durante mucho tiempo. Nadie debería tener dudas entre la continuidad de la democracia o su definitiva aniquilación. Salvo que sea cómplice o aliado del despropósito. Y por tanto, también responsable.

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