O la monarquía es ejemplar o no será

Rey Juan Carlos
Felipe VI y su padre, el Rey emérito Juan Carlos.

En un apartado sí tienen razón los imbéciles que comparan a la España abierta de hoy con la de Franco: el de la prensa. La prensa vieja (que no la nueva) lleva 96 horas, es decir, cuatro días, silenciando el escandalazo que supone la grabación a Corinna Larsen, más conocida como Corinna zu Sayn-Wittgenstein. El miércoles, cuando OKDIARIO desveló las opiniones de la germanodanesa pinchadas en Londres en 2015, optaron inicialmente (muchos de ellos a instancias del CNI) por mentir a sabiendas asegurando que no era la voz de la que fue compañera sentimental del Rey Juan Carlos durante 10 años.

Cuando la interesada confirmó lo obvio, que era ella, hubo quien centró el tiro en la anécdota (el comisario Villarejo, uno de los protagonistas de la hora y pico de cinta) y no en la categoría. Para enterarse de qué iba la vaina los españoles tuvieron que leer nuestro rotativo, el otro que compartió la otra exclusiva del año o ver las televisiones que, casi unánimemente, entraron en un asunto de megacorrupción que pone en serios aprietos legales al anterior jefe del Estado y que hunde su ya escasa reputación ética. La prensa vieja se ha comportado como en tiempos de Franco: mirando hacia otro lado cuando no pervirtiendo la realidad. Si no existiera la prensa nueva, los españoles tendrían que hacer como antes de 1975 para enterarse de lo que sucedía en la España de la dictadura: leer los periódicos extranjeros que sin excepción han otorgado enorme relieve al caso Juan Carlos I. ¡Hasta los medios de un país tan poco democrático como Marruecos se han hecho eco del patriotismo suizo del Rey emérito!

Publicar el escándalo, comentarlo, analizarlo y debatirlo no sólo no debilita nuestras instituciones sino que las fortalece. Cuando ni más ni menos que The Washington Post destapó el tarro de las esencias periodísticas publicando el caso Watergate, Estados Unidos no se fue al garete como pronosticaban los malencarados halcones y la democracia más solvente del planeta no se resintió. Todo lo contrario: el país salió ganando, el presidente corrupto se las tuvo que pirar de la Casa Blanca por la puerta de atrás en el Marine One, sus compañeros de golferías fueron a la trena y la solidez de la primera nación del mundo se disparó hasta el infinito. Al punto que 44 años después de la investigación periodística más importante de la historia, los Estados Unidos son un país aún más hegemónico y potente que entonces. Básicamente, porque allí el que la hace, la paga. ¿Te enteras, Pedro Sánchez?

Ésa es la diferencia entre una democracia vigilada y otra de calidad. En las primeras el abuso de poder se salda con un cariñoso tirón de orejas al mangante y con la persecución del periodista. En las segundas, cuando un jefe de Estado o un primer ministro se lo lleva crudo o se comporta como un tirano acaba en el lugar en el que debe acabar todo delincuente: el hotel rejas. Sin contemplaciones. Sin excepciones. Porque saben que para que un país prospere ética, moral y económicamente es condición sine qua non que todos, desde el ciudadano del último pueblo de la última comarca hasta el vértice de la pirámide, estén bajo el imperio de la ley.

Me río (por no llorar) cuando escucho las lecciones éticas que nos dan en los últimos días los listos del barrio. Que si esto es malo para España, que si esto da gasolina a los separatistas y a los podemitas, que si esto es lo que nos faltaba en un país con ambiente preguerracivilista… Que no se equivoquen: lo que es malo para España, lo que mete un chute en el cuerpo a los partidos de extrema izquierda comunista y a los golpistas, es que el jefe del Estado o cualquier otro personaje relevante no sea ejemplar. Ahora el que hace las preguntas soy yo: ¿qué tendría que haber hecho este menda cuando ese Manuel Cerdán que sigue siendo el Rey me trajo la cinta y le dio al on? ¿Mandarle al carajo? ¿Ordenarle que incinerase las incontrovertibles pruebas de la corrupción juancarlista? ¿Con qué cara miraría yo a mi gente o a mis hijos si hubiera optado por hacer luz de gas?

En este bendito foro que es Madrid se lleva años y años hablando en todos los cenáculos de las cuentas en Suiza y otros paraísos fiscales del hombre que ejerció de jefe de Estado de 1975 a 2014. También de las comisiones que percibía por toda suerte de contratos públicos en el extranjero y de puertas adentro. No fui yo sino el ex presidente de Campsa Roberto Centeno el que aseguró que De Borbón y Borbón se llevaba unos cuantos céntimos de cada uno de los cientos de millones de barriles que han entrado en España procedentes de Arabia Saudí en los últimos 40 años. También se especuló con la mordida que trincó en la compra de los cazabombarderos F-18 estadounidenses a principios de los 80 (cuya factura fue de 250.000 millones de pesetas de la época). Tampoco fue OKDIARIO sino la prestigiosísima revista estadounidense Forbes quien le atribuyó una fortuna de 1.500 millones de euros.

La diferencia entre todo aquello y lo de ahora es que las novedades de esta semana han salido de la boca de la que durante una década fue su novia y su compañera de business. ¿Venganza? No parece toda vez que la germanodanesa con residencia fiscal en el paraíso monegasco se autoincrimina, siquiera levemente, en alguna de las contestaciones. O a lo mejor sí es vendetta por parte de una persona a la que han intentado chulear parte del botín de años y años de coimas varias. Que nadie se equivoque: se cuentan con los dedos de la mano los casos de corrupción fruto del afán ético del filtrador o del denunciante. Cuando no son consecuencia de un adulterio, son fruto del incumplimiento de los pactos entre los quinquis. Y cuando no es lo uno ni lo otro, responde a algo más pueril, es el plato helado que un subordinado harto de años de mobbing sirve al jefe o la jefa de turno.

La cuestión no es monarquía constitucional sí, monarquía constitucional no. De momento. El debate es ética sí, ética no; legalidad o ilegalidad; igualdad ante la ley o no; país bananero o nación ejemplar. Tan cierto es que la razón de ser de la monarquía es la ejemplaridad como que en ese terreno Felipe VI y Letizia son incontrovertiblemente impecables. Nunca he escuchado un solo rumor que hable de negocietes, comisiones o choriceos del Rey o de la Reina. Nunca es nunca. Y no soy precisamente de los personajes peor informados de España. Pero de la manera en que resuelvan este envite dependerá su pervivencia. Los tiempos de la real omertá y el trato infantil a los administrados ya pasaron. Ahora se puede engañar a todos un poco de rato, a unos pocos todo el rato, pero es imposible hacerlo con todos todo el rato.

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