No es el ‘dumping’, es Illa

Illa
Xavier Rius
  • Xavier Rius
  • Director de Rius TV en YouTube. Trabajó antes en La Vanguardia y en El Mundo. Director de e-notícies durante 23 años.

Un día, antes de pillar un ascensor, le pregunté a Alejandro Fernández, presidente del PP catalán:

¿Illa, qué tal?
– Tiene una ideología bastante líquida

El colega de estas mismas páginas Sergio Fidalgo estará probablemente de acuerdo. En una ocasión me contó que,  cuando el PSC estaba en la oposición, el entonces secretario de organización era el interlocutor con los sectores críticos con el proceso. Considerados unos «botiflers», «colonos» o «ñordos». Cómo han cambiado las cosas.

De hecho, en la manifestación constitucionalista del 8 de octubre del 2017, aquella que dejó anonadada a TV3, estaba presente junto a Josep Borrell y el veterano Josep Maria Sala. Lo vi con mis propios ojos porque estaba cubriendo la marcha.

Ahora es el presidente de la Generalitat y ha pactado con Esquerra. Ha cambiado de opinión sobre la amnistía. Todavía circula por las redes un vídeo de una campaña electoral que le perseguirá toda la vida. «Ni amnistía ni nada de eso, lo repito para que quede claro: ni amnistía ni nada de eso», afirma de manera tajante. Incluso ha pactado la «financiación singular» con ERC aunque la cosa va para largo. De momento ha tenido que posponer hasta el 2028 la gestión catalana del IRPF. Si no hay elecciones antes y un relevo en La Moncloa.

¿Qué se hace en política en caso de dificultad? Recurrir al enemigo exterior. Siempre funciona. Sirve para cohesionar a los tuyos y dar excusas ante la falta de obra de gobierno. Es lo que está haciendo también Salvador Illa. Pese a que, como saben, ya era una táctica habitual también de los independentistas.

Dos ejemplos: El primero, con las obras de arte del monasterio de Sixena, que la justicia ha ordenado que hay que devolver. La semana pasada, ante la insistencia del Gobierno aragonés, aseguró desde China que lo que tendría que hacer es «dar las gracias a Cataluña» por su conservación.

Con este comentario me vino a la cabeza una de las últimas intervenciones del diputado autonómico de Vox Manuel Acosta. Acosta, suave en las formas y firme en el contenido, es licenciado en historia, tiene un máster en literatura hispánica y es doctor en filología.

Tiene un ensayo, El libro blanco de la historia de Cataluña (2022), en el que intenta poner los puntos sobre las íes. Aunque, por supuesto, nunca lo invitarán a TV3 para debatir con otros historiadores de la cuerda oficial. A mí, hasta me lo dedicó con una cita de Cicerón que escribió de memoria. Cuento la anécdota para que vean el perfil del autor.

Pues bien, en una intervención en la cámara autonómica a finales de junio, les recordó a sus señorías que Sixena fue destruido, en realidad, por milicianos catalanes. Como muchas otras iglesias y monasterios, todo sea dicho de paso. Solo en Barcelona se quemaron más de 500 templos según datos documentados. Hasta se profanó la tumba de Antonio Gaudí.

«Milicianos de la columna patrocinada por la UGT y el PSUC, llamada después Karl Marx; y anarquistas de la CNT-FAI saquearon e incendiaron el monasterio de Sixena en agosto de 1936», rememoró. En el hemiciclo se hizo un silencio espeso. Por eso, no sé si Aragón tiene que ir dando las gracias.

Hay otro ejemplo que es el supuesto dumping de Madrid. Illa también lo ha vuelto a poner de moda. Es una acusación recurrente. En noviembre del 2020, ERC ya cerró un «preacuerdo» con el Gobierno para acabar con esta supuesta práctica a cambio de dar apoyo a los Presupuestos Generales del Estado.

A la ofensiva, ni que decirlo, se sumó con ahínco el Ejecutivo socialista. Recuerdo, por ejemplo, alguna intervención de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero. Era una manera de intentar desgastar a la presidenta de la Comunidad de Madrid. Sirvió de poco porque Ayuso consiguió mayoría absoluta en las elecciones de mayo del 2023.

Al final la cosa cayó por su propio peso. No tenía ni pies ni cabeza. Rufián, en los siguientes Presupuestos, los del 2021, se agarró a las cuotas de catalán en Netflix para poder seguir viviendo del cuento. Como se pueden imaginar, era un tema de vida o muerte. Los catalanes no podíamos vivir sin tener asegurada nuestra cuota lingüística en la citada plataforma.

Pero como dijo la propia Isabel Díaz Ayuso hace un año, en un acto organizado por La Vanguardia: en vez de lanzar acusaciones de dumping, lo que podrían hacer es bajar impuestos.

El periodista del Grupo Godó, Ramon Rovira, antes en TV3, le espetó durante el debate si no hacía un «poco de trampas». Y Ayuso, sin despeinarse, le contestó: «háganlo aquí». El auditorio rompió en aplausos. Y eso que la presidenta de la Comunidad de Madrid jugaba en campo contrario.

Cataluña, en efecto, se ha convertido en un infierno fiscal con 19 impuestos propios. Algunos tan variopintos como el de bebidas azucaradas, tasa turística y viviendas vacías. Madrid solo tiene tres. Luego se preguntan porque las empresas se van y no vuelven. «España nos roba», que decían.

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