Ni puente aéreo ni cruceros: Ada Colau, la antología del disparate

Ni puente aéreo ni cruceros: Ada Colau, la antología del disparate

La última propuesta del Ayuntamiento populista de Barcelona, cuya alcaldesa es Ada Colau, viene a engordar la antología de disparates de un consistorio que, en el plazo de un mes, ha pedido la supresión del puente aéreo Madrid-Barcelona y ahora es partidario de cerrar algunas terminales del puerto para evitar la contaminación que provocan los cruceros. Colau, que es reacia al progreso, se ha propuesto arruinar Barcelona despreciando cualquier oportunidad de negocio.

Colau, en su delirio populista, ya ha disparado por tierra, mar y aire contra todo proyecto generador de riqueza. Por fortuna, las propuestas del Ayuntamiento de Barcelona no verán la luz porque carece de competencias, pero son sintomáticas de la ideología caduca e involucionista que sus amigos de Podemos desplegarán en el Gobierno de España. Amiga de manteros y okupas, si por Colau fuera Barcelona quedaría aislada del mundo, convertida en el laboratorio de pruebas del comunismo del siglo XXI.

Entre el populismo y el independentismo, Barcelona es víctima de una pinza que es como una soga al cuello. Si hace no mucho tiempo era una capital marcada por su dinamismo y proyección internacional, ahora languidece convertida en rehén de las ideologías más reaccionarias. El ecologismo que defiende Ada Colau es tan rudimentario desde el punto del vista intelectual que combate el cambio climático negando la raíz del progreso económico. De ahí que apueste por suprimir el puente aéreo o las estancias por horas de los cruceros. Mientras, la delincuencia se dispara y los ciudadanos son víctimas de un intervencionismo municipal sin precedentes.

La receta del populismo de ultraizquierda está teniendo efectos devastadores para una ciudad que antaño era paradigma de vanguardia, progreso y libertad y ahora se está viendo gravemente afectada por la carcundiosa gestión de su alcaldesa. Entre el comunismo y el separatismo, Barcelona retrocede. Lo malo es que el modelo de Colau quieren ponerlo en práctica Pablo Iglesias y sus ministros en el mismísimo Gobierno de España.

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