Ni Gobierno de cooperación, ni de coalición, ni régimen de gananciales, ni «porque yo lo valgo»
Finaliza la segunda sesión de investidura con el cuarto rotundo fracaso de Pedro Sánchez. La aritmética parlamentaria ha mostrado lo que Sánchez –y sus comerciales y prescriptores de opinión- se negaban a aceptar: sólo tiene 123 diputados. Y aunque el Rey le haya designado como candidato, ningún grupo parlamentario tiene la obligación de votarle por su cara bonita.
Y es que se diría que Sánchez ha creído que le iban a hacer Presidente por su cara bonita, «porque yo lo valgo”. Ha querido repetir la estrategia de la moción de censura, la coalición negativa que le llevó a Moncloa para gobernar con los presupuestos de Rajoy, y las políticas de ERC, Podemos, PNV y el resto de socios Frankenstein…. Y se ha encontrado con que ninguno de ellos estaba dispuesto a repetir la jugada.
Sus voceros querrán convertir en virtud lo ocurrido; negarán la voluntad de Sánchez de pactar con Iglesias (como si no se hubieran hecho públicos los papeles del propio Gobierno en los que ofrecía a los bolivarianos una vicepresidencia y tres carteras); hablarán de principios, valores… A ver si así nos olvidamos que está pactando el reparto de Navarra con los bilduetarras, o que en sede parlamentaria le reconoció legitimidad a la representante de ese partido que aún no ha condenado los crímenes de ETA, cuestión que en boca de Sánchez es “alguna discrepancia del pasado”; dirán que nos equivocamos quienes decimos que está en manos de esa tropa Frankenstein que niega la democracia española, que dice que repetirá el golpe en Cataluña, que llama (Oskar Matute, Bildu) fascistas a los constitucionalistas… que por fidelidad a sus principios no ha salido elegido en esta segunda votación.
Si fuera cierto que tiene principios distintos a los de Groucho Marx, ahora mismo estaría roto el acuerdo en Navarra que él capitanea con toda esa tropa de filoterroristas, independentistas, nacionalistas y bolivarianos y habría dado instrucciones de votar o permitir que gobernara la lista más votada, o sea, Navarra Suma. Sus principios se resumen en uno: todo es bueno para el convento.
Aquí estamos, tras el cuarto fracaso
Su departamento comercial intentará, como hizo antes, mostrarle como un hombre que no se ha sometido a toda esa tropa con la que llegó a Moncloa, como hicieron cuando disolvió y convocó elecciones tras la negativa de ERC de votarle los Presupuestos. Y querrán que olvidemos, como entonces, que si no se los votó no es porque él no lo intentara (recuerden a Iglesias, enviado por Sánchez, yendo a la cárcel a negociar los Presupuestos a la cárcel). Ni entonces ni ahora hizo ascos a filo etarras, bolivarianos y golpistas; entonces, como ahora, cedió menos (cuantitativamente) que lo que le pedían; pero entonces como ahora cedió la mayor: reconoció legitimidad política y democracia a toda esa tropa que esta juramentada para acabar con la democracia representativa en España.
Aquí estamos, tras el cuarto fracaso de Sánchez en un intento de ser investido Presidente. Es todo un récord de este hombre que para llegar a Moncloa tuvo que organizar una moción de censura con una coalición negativa. Sus voceros nos lo quieren presentar como un hombre que no se arruga ante el riesgo, que se atrevió a presentarse sin tener los acuerdos necesarios…. Yo lo llamaría irresponsabilidad o filibusterismo. Pero ¿valor? ¿De qué? ¿Qué ha arriesgado tras el cuarto fracaso? Nada. Hoy volverá a dormir en la Moncloa, pasará las vacaciones de verano en alguna de las residencias oficiales, seguirá viajando en el Falcon… Y la economía seguirá más o menos gracias a los presupuestos que Rajoy dejó aprobados.
Y ahora, a esperar, dice el veraneante presidente en funciones. Porque todos descartan que el Rey ejerza su potestad y convoque una nueva ronda; y haga lo que hizo cuando Rajoy rechazó la investidura: designar el siguiente, o será, a Casado. Porque si Casado y Rivera se pusieran de acuerdo sumarían 123 diputados, los mismos que Sánchez, pero más de un millón de votos más. Y ambos, de común acuerdo, podrían ofrecer a Sánchez un pacto de legislatura, o una gran alianza de Estado. Lo que Sánchez no ha hecho. Y ese gobierno, con una gran mayoría parlamentaria, no dependerían ni de bilduetarras, ni de independentistas, ni de bolivarianos… Insisto en la idea: el Rey tiene la potestad, diría que la obligación, de agotar todas las posibilidades previstas en nuestro ordenamiento jurídico antes de que sea inevitable la convocatoria de unas nuevas elecciones. Y hay precedentes, como acabo de citar. Veremos.
En todo caso, esta función se ha terminado, se ha bajado el telón, se cierra el hemiciclo. Sánchez no ha conseguido ni Gobierno de cooperación, ni Gobierno de coalición, ni Gobierno en régimen de gananciales, ni Gobierno en solitario “porque yo lo valgo”. Soberbio fracaso. Pero ha recogido los papeles y se ha ido derechito a Moncloa, a su nuevo colchón, a hacer planes para sus vacaciones de verano. Y a los españoles… Pues eso.