Ni acercarse al aquelarre morado del día 8

Ni acercarse al aquelarre morado del día 8

El feminismo es una corriente filosófico-política que ha contribuido de forma casi tan notable a la igualdad entre hombres y mujeres como los avances tecnológicos en el ámbito del hogar o de la empresa y los métodos seguros de control de la natalidad.

Este movimiento tan positivo se enturbia cuando incluso en declaraciones y convenios internacionales se permiten conceptos imprecisos o asunciones no respaldadas por la investigación científica. Hemos aceptado sin rechistar ideas como “heteropatriarcado” o “violencia estructural” que remiten sin discusión a un objetivo ancestral de sometimiento y discriminación que habría que demostrar.  Y nadie lo hará, pues vivimos en una sociedad donde se respeta a quien dice cosas porque sí (si lo hace con indignación y es de la izquierda divina).

¿Cómo hemos podido llegar a esto? El problema fundamental es que hemos mirado la situación de la mujer en el planeta a través de una foto fija actual que ignora el desarrollo evolutivo de los grupos humanos, sus condicionantes ecológicos y la propia naturaleza humana. La velocidad de transformación de las sociedades de hoy en día pone de manifiesto dolorosos contrastes en distintas partes del mundo y en distintas culturas. Podemos ver la coexistencia de marcos conceptuales diferentes en un proceso de consecución de la igualdad jurídica, legal y social a distintas velocidades. Son herencias del pasado que ahora crean disonancia con los nuevos usos, costumbres y disponibilidades debidas a los avances experimentados en todos los campos.

Pero lo peor de todo ha sido la estigmatización de esa otra mitad de la población mundial tan víctima de los sistemas injustos y violentos (en las sociedades despóticas, donde las mujeres son menos visibles, la siniestralidad masculina es desusadamente grande) como los demás: los hombres. Así hemos asumido ideas tan osadas e incomprobadas como que la naturaleza del hombre le lleva a desear someter a la mujer, y que cualquier litigio entre ambos, sobre todo los que acaban en agresión, son debidos al odio y desprecio por la mujer, cosa que choca hasta con los principios más elementales de la biología.

Porque si hay algo que se da de bruces con la experiencia de siglos y las propias dinámicas innatas de las relaciones entre machos y hembras es la existencia de una animosidad “estructural”. No, señores, una especie donde la hembra hubiera estado perpetuamente sometida, humillada y agredida no hubiera prosperado ni una generación.  Las hembras estresadas rechazan el sexo, no se quedan preñadas o abortan con facilidad, negligen a sus hijos cuando los tienen y un montón de desgracias más de este tipo. No es posible y ya está.  Lo normal es que la naturaleza disponga que haya una atracción, una simpatía innata, una benevolencia por el otro sexo, aunque sea interesada. Es que hay que follar, y para eso tiene que haber buen rollo. Y hay que cuidar de las crías, y tiene que haber buen rollo. Esas “violencias estructurales” de los manifiestos, de los convenios y de los podemitas contrastan con todo lo que sabemos de la vida y de sus leyes.

El 8-M podría ser una celebración de todos los avances conseguidos por las mujeres en los últimos siglos. De su paso de un universo centrado en el hogar a compartir la esfera pública, antes más común para los hombres. Y también del progreso viceversa realizado por los hombres: su implicación directa en la vida doméstica y los entresijos más cotidianos de la crianza de los hijos.

Pero no lo es. Se ha convertido, además de en un cúmulo de desatinos y proclamas sin base real, en una arena donde unos se proclaman los dueños y acosan políticamente a los otros, que van como borregos a que los crucifiquen. Hace falta ser muy idiota para acudir.

La aprensión que sienten el centro y la derecha por el 8M es tan supersticioso como pasar por debajo de una escalera o mirar un gato negro. No pasa nada si no asisten: ni les dejarán de votar las mujeres, ni serán fascistas, ni tendrán 10 años de mala suerte. Que se pinten de payasos morados ell@s. Tenemos cosas mejores que hacer que ir a tocar el bombo y ciscarnos en nuestros padres, maridos, hermanos, hijos o amigos

Ahora mismo, y también lo estoy tuiteando, tengo a un operario colgado de la ventana de un baño que da a un patio de luces interior de metro por metro. Tiene 4 pisos por debajo y trabaja en una tubería que suelta aguas fecales. Le preguntaría por la paridad y el 8M, pero paso. Por la cuenta que me trae y porque les valoro, doy gracias a los hombres cada día.

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