La necesaria reapertura completa para evitar la ruina y un drama social mayor

La necesaria reapertura completa para evitar la ruina y un drama social mayor

El Gobierno de Sánchez actuó tarde en la adopción de medidas preventivas frente al coronavirus. No cerró fronteras con China ni con Italia hasta que ya era demasiado tarde, no protegió a tiempo a los grupos de riesgo y no se aprovisionó de manera temprana para poder comprar equipos de protección y gran número de test con los que frenar el contagio. Todo ello se podría haber hecho y se habrían podido evitar muchos contagios y el colapso sanitario, que es lo que ha elevado de manera exponencial el número de fallecidos. Por supuesto que cada fallecido es una vida irreemplazable y su pérdida un dolor, pero todavía lo es más a mayor número de defunciones.

Fedea publicó un informe en el que decía que si las medidas se hubiesen tomado antes de la manifestación del ocho de marzo, el número de contagiados se habría reducido un 62,3% sobre la cifra del cuatro de abril, pero podemos considerar que dicho porcentaje es perfectamente aplicable a la actual de 4 de mayo (pues al no haber adoptado medidas antes no se ha producido una reducción porcentual, ni mucho menos), donde no encontramos con 218.011 infectados comunicados y 25.428 fallecidos (que sepamos). Eso supone una tasa de mortalidad sobre los infectados del 11,66%. Por tanto, podemos hacer unos cálculos con esos datos del informe de Fedea: si los infectados se hubiesen reducido un 62,3% serían 82.190 (sobre la cifra del 4 de mayo), que manteniendo la misma tasa de mortalidad sobre infectados haría que los fallecidos fuesen 9.583, es decir, 15.845 menos que los que hay actualmente.

Esa ausencia de previsión que disparó el número de contagios y de fallecimientos ha generado, además de un gran dolor, un pánico terrible en la población. Es un pánico lógico, entendible, pero que el Gobierno está ahora empleando para tratar de prolongar sine die el estado de alarma, con esta suspensión de libertades individuales y empresariales más propias de un estado de excepción, y que va a arruinar a la población. Así, el Gobierno, desde el temor que tienen los ciudadanos, lógico, repito, al virus, nos habla de una “nueva” normalidad, a la que llegaremos dentro de otro mes y medio más, y un plan de apertura de la economía -que ellos llaman desescalada- que deja maniatada a nuestra capacidad económica y que será el origen de nuestra ruina.

El Gobierno no puede tratar a los españoles como irresponsables, por mucho que esgrima unas imágenes de personas paseando en aglomeraciones. En primer lugar, la inmensa mayoría de los ciudadanos se está comportando ejemplarmente, soportando más de cincuenta días de encierro -con este permiso para salir “al patio” que nos han dado ahora-, y actuando con prudencia. Unas imágenes engañosas o unas actitudes minoritarias que no respeten las normas no pueden esgrimirse como amenaza y coartada por si hay un repunte de contagios. Los ciudadanos no son los culpables, sino las víctimas, algunos, desgraciadamente, ya sin remedio, de una incompetencia manifiesta por parte del Gobierno. Los ciudadanos saben cuidarse por ellos mismos, pese a que el intervencionismo siempre piensa que es el Estado el que debe decirles qué tienen que hacer en cada momento y cómo tienen que hacerlo.

En segundo lugar, no hay ninguna “nueva” normalidad que contemplar, sino el regreso a la normalidad, sin adjetivos, con prudencia, desde luego, pero con todos nuestros derechos y libertades completos, con toda nuestra actividad a pleno rendimiento y con la apuesta por recuperar lo antes posible nuestros niveles de prosperidad y empleo.

Y en tercer lugar, por tanto, no se puede ejecutar un plan que va a llevarnos a la miseria. Un plan de reapertura con unos plazos lentísimos que no hay empresa o familia que los resista. Se nota mucho que gran parte de los miembros del Gobierno o no saben lo que es llevar una empresa, o no han trabajado nunca en nada, o no lo han hecho en el sector privado. Hay que abrir con prudencia, sí, pero con determinación y a pleno rendimiento. 

Desde la máxima prudencia, no podemos seguir parados ni ir a un ritmo lento. Debemos recuperar la normalidad de inmediato, sin adjetivos. Estamos preparados para combatir el virus y cuidar de los enfermos hasta que llegue una vacuna, pero no podemos esperar a dicha vacuna para volver a la normalidad, porque eso sería la ruina de todos los españoles. Si no nos reactivamos de inmediato y de manera completa, se va a destruir gran parte del tejido productivo, arruinando a muchos empresarios y dejando a millones de personas sin trabajo, de manera que muchas familias pueden empezar a pasar hambre. 

De esta forma, el paro y la desolación económica pueden llegar a generar un drama social todavía mucho mayor que el coronavirus, porque ante la ruina económica habría que recortar muchos servicios esenciales, como la sanidad, que empeoraría la atención y eso podría redundar en una mayor tasa de mortalidad por cualquier tipo de enfermedad al no poder permitirnos la actual calidad de dichos servicios si nos arruinamos. Adicionalmente, la falta de empleo y la imposibilidad de que millones de personas obtuviesen ingresos -pues inviable sería también un sistema de protección de desempleo para muchos millones de parados, ya que no hay suficiente dinero para ello-, podría llevarnos a un aumento de enfermedades psiquiátricas y cardiacas y a mayores tasas de mortalidad generales.

Del mismo modo, con la economía colapsada, si eso nos empujase a un rescate por parte de Bruselas, podrían imponernos ajustes muy duros en las pensiones y en el número de funcionarios. Nuestros mayores han sido golpeados por el coronavirus con fuerza, que nos ha desolado. Por retrasar la vuelta a la normalidad, sin adjetivos, no podemos poner en riesgo también sus pensiones, que con esta demora es lo que el Gobierno terminará provocando, al tiempo que puede hacer peligrar el puesto de trabajo de los propios servidores públicos, como ya sucedió en otros países que fueron rescatados en la anterior crisis.

Por eso, hay que abrir de inmediato y con la práctica totalidad de la actividad, con prudencia, pero con determinación. Podemos combatir al virus porque somos una sociedad próspera. Si nos empobrecemos, no sólo tendremos el problema del virus, sino que se le unirán otras enfermedades, además del paro, la pobreza y el estado precario de necesidad de muchas personas.

Es la diferencia que hay entre lograr mantener el tejido productivo y caer menos y recuperarnos con fuerza, limitando la pérdida a 1.695.000 empleos (que ya es muchísimo), que se recuperarían de forma más rápida, reabriendo de inmediato, o, simplemente, saltar a perder 2.563.000 empleos si la reapertura total se retrasa a junio, complicando el escenario, por no hablar de una reapertura en septiembre o en diciembre, que serían letales (pérdida de 3.746.000 y 5.557.000 empleos, respectivamente). 

Podemos salir adelante por nosotros mismos, sin rescates, pero tenemos que reabrir de inmediato, con garantías y precaución, pero de inmediato. El Gobierno debe hacer test masivos, levantar el estado de alarma y reabrir la economía, de manera que volvamos a la normalidad completa antes del verano. El virus seguirá ahí, pero lo podemos combatir con nuestra sanidad, siendo previsores, hasta que lleguen vacuna o fármacos que debiliten su efecto, mientras volvemos a nuestro día a día. Si no, no sólo podremos morirnos de coronavirus, sino que más personas se morirán de otras enfermedades derivadas del estado de ruina y necesidad en la que nos dejará el Gobierno si insiste con esta pésima gestión. Se equivocó con la prevención y llegó tarde; se equivocó con el aprovisionamiento y no hizo las compras necesarias de material sanitario; y pretende ahora insistir en una equivocación, como es la de su plan para la gestión económica. Debe rectificar de inmediato o empobrecerá a los españoles como nunca hasta ahora.

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