Bombazo en la geología: los científicos ya saben cómo llega el oro a la superficie desde el centro de la Tierra
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El oro estuvo presente en la historia humana como símbolo de riqueza y motor de múltiples civilizaciones. En este marco, la pregunta de cómo llega el oro a la superficie terrestre fue el puntapié inicial de numerosos estudios sin una respuesta unánime. La clave se encuentra en los procesos geológicos que tienen lugar a gran profundidad, en la zona del manto terrestre.
Comprender cómo llega el oro hasta la corteza no solo supone resolver un rompecabezas científico, sino también mejorar la forma en que se localizan depósitos auríferos. Los investigadores han analizado fenómenos que ocurren a entre 50 y 80 kilómetros bajo tierra, en regiones donde la dinámica entre placas oceánicas y continentales transforma la química del subsuelo.
¿Cómo llega el oro a la superficie desde el centro de la Tierra?
Para darle un mejor contexto a esta temática, cabe remarcar que la mayor parte del oro no se encuentra disponible en superficie de forma inmediata. Queda retenido en rocas ubicadas en el manto, la capa que se sitúa entre la corteza terrestre y el núcleo. Allí permanece aislado debido a que, por sí solo, el metal no tiende a desplazarse ni a disolverse con facilidad.
Las llamadas zonas de subducción son el escenario en el que se produce la liberación. En estos lugares, el fondo oceánico se hunde bajo las masas continentales, arrastrando agua y compuestos químicos acumulados durante millones de años.
Cuando estas placas alcanzan entre 30 y 50 millas de profundidad, la presión y el calor generan fluidos calientes y salinos capaces de modificar la composición del entorno.
Estos fluidos alimentan a los volcanes situados alrededor del Pacífico y, en condiciones adecuadas, transportan también concentraciones significativas de oro. Un equipo de la Universidad de Míchigan ha logrado modelar este proceso con resultados publicados en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.
El papel del azufre en el transporte del oro
El oro no migra por sí mismo. Necesita asociarse a otro elemento que lo haga soluble y transportable. La investigación reciente señala al azufre como el aliado decisivo. Al interactuar con los fluidos liberados por la placa en hundimiento, el manto adquiere un carácter más oxidante.
En este ambiente oxidante, el azufre adopta formas poco habituales y permite la creación de un complejo químico inédito: el trisulfuro de oro. En esta estructura (ya estudiada), un átomo del metal se une a tres de azufre, lo que posibilita que el oro se disuelva en los fluidos y ascienda con ellos hacia capas superiores.
Los modelos termodinámicos desarrollados por el equipo investigador muestran que esta es la explicación más coherente para la existencia de depósitos extremadamente ricos en oro en zonas de subducción. Sin este complejo, el metal quedaría inmóvil, atrapado en los minerales del manto.
La importancia del agua en el transporte del oro
La investigación remarca un factor esencial: el agua. No se trata de un elemento accesorio, sino de un componente imprescindible para que el oro viaje hacia la superficie. Las soluciones acuosas permiten que el complejo de oro y azufre se desplace con mayor eficacia.
Los científicos explican que, cuando el sistema contiene agua suficiente, las cantidades de oro transportadas son muy superiores. En términos comparativos, se alcanzan niveles de gramos de oro por metro cúbico de fluido, una concentración miles de veces mayor que la observada en las rocas del manto.
De este modo, se entiende por qué no todas las zonas de subducción generan depósitos auríferos. La presencia de agua, junto con las condiciones de presión y temperatura específicas, marcan la diferencia entre un proceso que retiene el oro y otro que lo libera hacia la corteza.
¿Cómo llega el oro a los depósitos explotables?
Cuando confluyen todos los ingredientes (agua, azufre y el entorno oxidante adecuado) el oro logra ascender incorporado a los magmas. Estos magmas, al desplazarse hacia la superficie, enfrían su temperatura y depositan el metal en grietas y vetas rocosas.
El resultado son concentraciones que, con el paso de millones de años, originan yacimientos lo suficientemente ricos como para ser explotados.
Esto explica la distribución de depósitos alrededor del llamado Anillo de Fuego del Pacífico, desde Nueva Zelanda hasta Chile, pasando por Japón, Filipinas, Alaska y la costa oeste de Estados Unidos y Canadá.
Tal como señaló Adam Simon, investigador principal del estudio: «Los mismos procesos que provocan erupciones volcánicas son los que generan depósitos de oro en estos entornos».
Este avance no se limita al ámbito teórico. Supone una herramienta práctica para orientar la búsqueda de nuevos yacimientos. El estudio ofrece así una comprensión más amplia de los procesos geológicos y establece una conexión entre la dinámica de placas, el vulcanismo y la formación de recursos minerales estratégicos.