‘Memami’ García: menos mal que la sanidad pública depende de las autonomías

Mónica García

Si el nivel del nuevo Gobierno socialcomunista de Pedro Sánchez se midiera por lo que es y representa Mónica García, la médico, madre y ahora ministra de Sanidad (memami), habrá que convenir que este Ejecutivo no hace otra cosa que mejorar. Y es que la aportación a la política madrileña de la líder de Más Madrid ha sido nulo. Toda su etapa al frente de la oposición a Isabel Díaz Ayuso se ha caracterizado por llevar al extremo su sectarismo ideológico y muchas de sus propuestas bien podrían haber formado parte de la antología del disparate. La carrera de Mónica García ha sido meteórica, no por sus méritos, sino por sus delirantes aportaciones.

Por fortuna, las transferencias en materia de Sanidad a las Comunidades Autónomas son el mejor antídoto para evitar que Mónica García deje su impronta. Se hará notar, porque la naturaleza del personaje es tendente al exhibicionismo, pero más allá de los ocho mil euros al año que ganará de más en relación con su anterior sueldo en la Asamblea de Madrid, Mónica García tendrá reducido -por fortuna- su margen de maniobra. Sobrecoge pensar que habría pasado si el cargo de ministra de Sanidad le hubiera cogido a Mónica García en tiempos de pandemia, pero, por fortuna, la salud pública la gestionan, salvo en Ceuta y Melilla, los distintos gobiernos autonómicos. El afán de protagonismo de esta mujer no la convierten precisamente en un ejemplo de equilibrio y mesura, porque su querencia a hacerse notar es infinita. Y eso es un problema: porque en un Ministerio sin demasiadas competencias lo que sería deseable es colaboración con los distintos territorios, algo que no encaja con el perfil de esta mujer  obsesionada con el protagonismo. Mónica García promete, eso sí, darnos muchos día de gloria. Porque pedirle compostura  a la nueva ministra de Sanidad es predicar en el desierto. Su naturaleza es incompatible con la discreción.

Lo último en Opinión

Últimas noticias