Mejor Tamames que Berni, o cuando te toca un décimo que no compraste

Tamames

A Vox le gustaría que en sus mociones de censura el PP se dejase mostrar el camino y manifestase una ilusionada adhesión, que después se discutieran en un esclarecedor debate en el que el presidente del Gobierno se viera realmente exigido, y que terminaran con un éxito reflejado en un mayor apoyo a sus siglas. Sin embargo, una vez más, la trayectoria de la moción será escrita con el método bustrofedón, con un renglón de derecha a izquierda: empezamos por tener completamente seguro su decepcionante resultado; después, paradójicamente, el debate es deseado por el censurado, que lo manipulará en tiempo y forma; y, al final, el proponente comprobará que no tiene un apoyo que debía haberse asegurado, si al PP le hubiera interesado, como condición previa a la presentación de la moción.

Al estar en un extremo del arco político, Vox sólamente puede crecer hacia un lado, y, en su caso, es robándole apoyos a los populares. Pero no por eso tienen que mostrarse tan obsesionados con ellos e intentar marcarles siempre el programa, la agenda y la estrategia. Tienen que concederles libertad política para encontrar sus opciones, aunque a veces muestren dudas e incongruencias en el posicionamiento ante temas que son más éticos que ideológicos; tienen que permitirles organizar a su interés la agenda y el punto de presión al Gobierno, aunque parezcan un poco gandules y conformistas esperando la autodestrucción del sanchismo; y, por último, tienen que reconocerles que, vistas las encuestas, la estrategia de Feijóo no está siendo tan desacertada. En definitiva, en Vox tienen que dejar de afearles todo lo que hacen y lo que no hacen y darse cuenta de que si el PP ocupara su espacio, ellos se quedarían sin espacio.

Sin embargo, vuelven a las andadas al presentar una moción estando pendientes del PP. Si no fuera así, y se confiara en la capacidad de sus líderes, la solidez de sus argumentos y la validez y adecuación de sus programas, sería el propio Abascal quien defendería la moción y se candidataría con la misma, y no buscarían un independiente alegando que, de esa forma, el PP está obligado a adherirse. ¿O es que se han dado cuenta que por sí mismos solo sirven para hacer ruido, y que, mirando a la realpolitik, no pueden confiar en sus líderes, en sus argumentos o en sus programas?

Por otro lado, y mirando a los protagonistas que confrontarán en el día que instruya la prosélita Batet, es esperable que el profesor Tamames imparta una lección que será tan acertada como inútil. Una y mil verdades y evidencias del desastroso camino recorrido por el gobierno de Pedro Sánchez, expresadas además con magisterio brillante, no calaran en la ensoberbecida ignorancia del alumno. Lejos de eso, éste despreciará el mensaje leyendo cuatro frases hechas y se volcará en su habitual discurso triunfalista y falsario, en el que él mismo se señalará como protagonista de la auténtica transición. El resto lo pondrán los medios y las televisiones, y la noticia y el éxito del enfrentamiento estará donde la caverna mediática diga que está.

La trascendencia de los actos políticos no la determina la intención con la que se realizan, sino las consecuencias que producen. Y el presidente ha entendido la moción como lo que realmente es para él: una ocasión de dar la vuelta a un partido que con el sí es sí y las derogaciones ad hoc se le estaba poniendo más difícil de lo que había pensado. Encima, va a encontrar en el relumbrón del contrincante una motivación añadida y abandonará la abulia y la pereza con la que se mostraba últimamente en las sesiones de control. Para recibir en su campo a un adversario al que le puede fallar el físico mandará que se abuse de la manguera y que la hinchada no deje de pitar y aplaudir. En las bancadas del PSOE van a sacar toda la fanfarria, felices de que en el Congreso se debatan mociones inocuas y no una comparecencia por el caso Mediador que se debería solicitar para retratar a todos los soportes políticos del sanchismo.

Esta moción de censura, anunciada hace varios meses, se ha comentado, analizado y decidido antes de presentarse. Ahora que se ha registrado ya nos deberíamos olvidar de ella, aunque solo sea para que María Jesús Montero deje de hacer gargajos con la misma. Solo falta saber qué día de la futura primavera le viene mejor a Pedro Sánchez ganarla. Y en cuanto al efecto en las tendencias de la intención de voto, las encuestas antes y después del debate dirán a qué o a quién ha servido.

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