El martes démosles una lección democrática que no olviden jamás
Los socialcomunistas están rabiosos desde hace 26 años, los mismos que median desde que Alberto Ruiz-Gallardón les arrebatara la Comunidad de Madrid. La rabia ha ido in crescendo por la impotencia de ver cómo la estratégica institución continúa erre que erre en manos del PP y por la igualmente perogrullesca razón de que si bien entonces era la segunda región más rica de España, ahora es la número 1 de la lista. Es como si dejas una empresa porque piensas que ya no va a dar más de sí y, de repente, se convierte en Apple.
Cuando Pedro Sánchez aterrizó en La Moncloa de la mano de lo peor de cada casa, Podemos, los herederos de ETA y los golpistas catalanes, se puso como objetivo reconquistar Madrid. Y ordenó a un Redondete que nos ha salido menos espabilado de lo que pensábamos que pusiera en marcha todas sus argucias y trapacerías para echar al PP de la Puerta del Sol “sea como sea, cueste lo que cueste”. La primera intentona, en esas elecciones autonómicas de mayo de 2019 en las que se las prometían muy felices, le salió rana a este dúo de trilerillos. Claro que con un candidato como Gabilondo, tan buena gente en lo personal y extraordinario en lo académico como inempeorable en lo político, se antojaba misión imposible. Y degeneró en misión imposible. Contra pronóstico, Génova 13 salvó el match ball. El que tuvo, retuvo. El PP es mucho PP, como el PSOE es mucho PSOE, que esto del bipartidismo es algo a lo que poco a poco volvemos inexorablemente. Y que no pare.
Y allá que se puso manos a la obra Iván Redondo a intentar desalojar de Sol a Isabel Díaz Ayuso. La miserable estrategia del personaje consistió en tocar a rebato a los periodistas de cámara y medios afines para que presentasen a la presidenta como un mix de tonta de remate y perturbada. Cómo serían las cosas que diarios serios —jajajajajaja— integrados por gente que mea colonia, caso de El País, aseguraron que Díaz Ayuso estaba “IDA” jugando con las iniciales de su nombre y apellidos. Luego llegó el cuento chino del estudio que alquiló por 85 euros diarios en la primera ola de la pandemia. El escándalo, que concluyó en no-escándalo amén de gatillazo de campeonato, menuda gentuza son, consistía en que la tarifa oficial era de 200 euros. Olvidaban un pequeño detalle: que el apartahotel estaba vacío por razones obvias, con lo cual cabe deducir que los 85 pavos eran un auténtico sablazo pero no para el empresario, el gran Kike Sarasola, sino para su excelentísima clienta.
Luego fue la pandemia y esa visita del chulo discoteca de Pedro Sánchez a Sol perdonando la vida a la presidenta. Como si fuera una pringada a la que la pandemia se le había ido de las manos cuando el peor del mundo-mundial era nuestro presidente del Gobierno. Ahí están los datos: fuimos el país con más mortalidad y contagios per cápita en la primera ola y el que peores guarismos económicos registró de toda la Unión Europea en 2020. Aquella visita encumbró a Isabel Díaz Ayuso. El tándem de listillos Sánchez-Redondete la convirtió en personajazo en apenas hora y media. Esa rueda de prensa bilateral, con un fondo homogéneo de banderas españolas y madrileñas, fue un bumerán que acabó reventando la testa al marido de la ¡¡¡catedrática!!! Begoña Gómez y a su subalterno. Iban a por lana y salieron trasquilados. La tonta resultó más lista que el hambre y los listos terminaron la jornada como unos vulgares émulos de Abundio.
Ayuso convocó elecciones en una apuesta al todo o nada, en uno de esos órdagos que distinguen a los nacidos para ganar
La tan osada como finalmente acertada decisión de la presidenta de la Comunidad de Madrid de compatibilizar economía y salud hizo el resto. ¿Alguien me puede explicar cómo París-Ille de France en particular, Francia en general, Bélgica o la pobladísima Lombardía-Milán exhiben el doble de incidencia acumulada que Madrid teniendo, como tienen desde hace medio año, todos los bares, restaurantes y tiendas que no son de primera necesidad cerrados a cal y canto? Ayuso simplemente hizo algo parecido a lo de Stefan Löfven, el primer ministro socialista sueco, que ser socialista no siempre es sinónimo de incompetente. O tal vez fue al revés: el sueco imitó a la madrileña. Sea como fuere, apareciera antes el huevo o la gallina, han derrotado a los apóstoles de la ruina. Una lección al mundo.
La ensalada de bofetadas hubiera tumbado a cualquier político, al más fuerte, al más débil y al mediopensionista. Pero ni ellos ni desde luego un servidor, que la conoce razonablemente bien, sabíamos que Isabel Díaz Ayuso estaba hecha de una pasta tan sólida. Sorprendió a propios y extraños. Las putaditas externas y las internas, protagonizadas por un Aguado que pasará a la historia como una simplona anécdota, la hicieron más fuerte. Y sin encomendarse a Dios ni al diablo, avisando a posteriori a Pablo Casado y manteniendo encerrados en el Consejo de Gobierno a los felones naranjitos, convocó elecciones en una apuesta al todo o nada, en uno de esos órdagos que distinguen a los nacidos para ganar de los que vinieron a este mundo a jugar el rol de figurantes.
Que lo peor estaba por venir lo intuíamos los que peor concepto tenemos de esta banda de jetas, mentirosos y delincuentes que nos ha caído en desgracia en forma de Gobierno de España con notorias excepciones como Margarita Robles, Nadia Calviño y un par de ministros más o a lo sumo tres. Conforme avanzaba la campaña contemplaban, desolados, cómo la tonta y loca de Ayuso no sólo no perdía fuelle sino que devoraba escaños con la misma pericia con la que una leona despelleja a un búfalo.
“¿Y qué coño hacemos?”, se plantearon en uno de esos gabinetes de crisis tan habituales últimamente en Moncloa. Redondo, que se hizo spin doctor devorando esa serie de ciencia ficción que en realidad es House of Cards, ideó de la mano del delincuente Iglesias la estratagema a seguir: imitar el ruin ejemplo del 14-M de 2004 y el de Venezuela, donde cada vez que vienen mal dadas se inventan un magnicidio, meten en la cárcel a 100 disidentes y sanseacabó. Dicho y hecho: primero fue la carta con balas a Iglesias, luego las presuntamente enviadas a Marlaska y a la directora general de la Guardia Civil, María Gámez. Como si constituyera algo extraordinario y no lo que desgraciadamente es, una costumbre tan habitual como repugnante y condenable. No hay político de primer nivel que no reciba amenazas de muerte todas las semanas. Como tampoco hay periodista conocido que no sea víctima de psicópatas, perturbados e intolerantes de toda ralea. Doy fe.
El martes no se puede quedar nadie en casa. Nuestra comodidad será nuestra tragedia en forma de libertad vigilada y ruina
Que están desesperados viendo que se les acaba el chollo a nivel nacional lo demuestra la vileza que exhibieron hace seis días cuando Reyes Maroto recibió una navaja acompañada de las consiguientes advertencias criminales. Navaja fascista, por supuesto, faltaría más. Las cotorras mediáticas de esta banda pusieron en marcha la preceptiva campaña de agitprop. Que si es “un acto terrorista”, que “si estamos invadidos por el fascismo”, que si “la culpa es de Vox”, que si patatín, que si patatán. Lo peor de todo fue la maldad argumental de la ministra de Industria, que mostró una foto de la navaja multiplicada por tres, dando la sensación de que el instrumento asesino era una katana y no la minúscula cheira mondanaranjas que en realidad es. La obra teatral representada por Maroto culminó con una increíble pero cierta apostilla: “La democracia está en peligro. He llamado a mi hijo, a mi marido y a mis padres para decirles que estoy bien”. Sabiendo, como presumiblemente sabía ya a esas horas, de qué iba realmente la movida. Teniendo, como tiene, un equipo permanente de siete u ocho policías custodiándola.
El problema es que, como quiera que son unos amateurs y no Rubalcaba, la obra no estaba muy ensayada. Para empezar, porque la ministra había recibido con anterioridad mensajes amenazantes de la misma persona. Para terminar, porque el terrorista del que hablaban sufre esquizofrenia paranoide y es viejo conocido de la Policía. Los socialcomunistas pensaban seguir con la farsa hasta que los investigadores resolvieron desnudar urbi et orbi la opereta bufa: el autor no sólo es un enfermo mental sino que, además, escribió su identidad en el remite, justificó su acción por su condición de “agente secreto [sic]” y, para colmo, es votante de ¡¡¡Podemos [requetesic]!!!
La doble vía de subversión de la voluntad popular tenía un oscuro epígrafe en forma de extraños tejemanejes en Correos. ¿Me puede alguien explicar cómo es posible que cientos de ciudadanos que han ido al ente público a hacer gestiones normales se encuentren con que en el ticket que les acaba de entregar el funcionario de turno figura que han emitido su voto por correo? ¿O varios votos? Lo digo porque las máquinas nunca se equivocan salvo que un humano las induzca al error. Y para que nada falte ayer nos enteramos, gracias a ese gran periodista de investigación que es José María Olmo, que dos de los escoltas privados de Podemos, asignados habitualmente al macho alfalfa, han sido detenidos acusados de participar y ser los instigadores de los ataques a la Policía y a los militantes de Vox en Vallecas al más puro estilo de La Motorizada de Indalecio Prieto.
Es todo tan asqueroso, tan rastrero, tan sucio y tan antidemocrático que ni nos podemos ni nos debemos quedar parados. Contra su matonismo, sus trampas, su cinismo y su sarta de mentiras, debemos responder con democracia. Mucha democracia. Y legalidad y Estado de Derecho en cantidades industriales. La mejor manera de que no pase esta gentuza es votar. Hay que ir a las urnas con la papeleta entre los dientes. El martes no se puede quedar nadie en casa. Nuestra comodidad será nuestra tragedia en forma de libertad vigilada, ruina, cierre de bares y restaurantes, resurrección del Impuesto a los Muertos, Donaciones y Patrimonio e IRPF por las nubes, peores hospitales, fin del bilingüismo en los colegios públicos y apocalipsis de esta máquina de crear riqueza que es Madrid. Démosles, pues, la lección democrática que se merecen. Y que sea de tal magnitud que no la olviden jamás, que ya está bien. El cambio en España empieza el martes.