La locura inmigratoria y el antisemitismo

inmigrantes Occidente
teresa-gimenez-barbat-interior (2)

La crisis migratoria en las Islas Canarias está alcanzando niveles realmente preocupantes pues, con los 1.700 de este último finde, ya son más de 13.000 los irregulares desembarcados las últimas semanas. ¿Aún no nos suenan suficientemente las alarmas? Porque justamente ahora vivimos en plena ola antisemita. Ola que no es descabellado sospechar que vehicula algo que ya no atañe simplemente a un grupo social determinado. Asistimos como embobados a un rechazo visceral y violento de una cultura y de un tipo de vida: el occidental. Que se empeñen en venir hacia aquí de todas formas es la paradoja más demencial de todos los tiempos.

Ya sabemos que no están todos los que son ni son todos los que están, pero es para asustarse la agresividad y las formas amenazantes en las manifestaciones propalestinas en toda Europa. Gentes que, sin duda, aunque digan que no aprueban a Hamás, están más cerca de ellos que de un país democrático como Israel. Gentes que no parecen sentir ya no preocupación, sino la más mínima compasión por el horror vivido por tantos civiles inocentes. Porque, si Hamás hubiera cruzado el muro de separación y se hubiera centrado en atacar los puestos avanzados de las FDI de la zona, incluso de reclamar algún territorio, no estaríamos hablando de lo que hablamos. Pero no tenían el menor objetivo militar. Masacraron con delirio a civiles indefensos. Y no podemos dejar de preguntarnos cómo esa gente que vive en Europa, que incluso ha nacido aquí, no lo ve o no quiere verlo. Sentimos perplejidad viendo a esa turba siniestra, inmediatamente después de los ataques terroristas, vitorearlos en las calles. Antes de la respuesta de Israel (bien poca, por la gravedad de lo acontecido). Y, una vez conocida por todos la carnicería precivilizatoria de esos palestinos, arrancar, por ejemplo, las fotografías de los rehenes de las paredes.

No queremos a esa gente. Son fanáticos. son extremistas. Y no sabemos cuántos de ellos llegan en esas pateras y son repartidos sin pedir permiso a nadie. Irresponsablemente. Quizá sea un pequeño porcentaje. Seguro. Pero se sumará a lo que ya tenemos y ¿podremos manejarlo?

Sí, los vítores y las manifestaciones de alegría de los bárbaros se iniciaron nada más saberse que los comandos palestinos habían masacrado a personas desarmadas en esa desgraciada fiesta juvenil, en los kibutz y en las pequeñas ciudades próximas a la frontera. A la vez que toda la población tenía que ponerse a salvo de una lluvia ininterrumpida de cohetes y misiles. Antes del contrataque de Israel. Antes. Previamente. No hay posibilidad de ambigüedad ni ninguna gris zona moral donde situarse. Militantes palestinos asesinaron a civiles. A sangre fría. Violaron a mujeres israelíes. A una mujer embarazada le sacaron el bebé del vientre y lo decapitaron para decapitarla a ella seguidamente. Prendieron fuego a niños y los decapitaron también. Tiene gran tirada esa cultura por la decapitación, ¿no? Señoras de edad fueron violadas tan brutalmente que les rompieron la pelvis. Bestias atroces que reciben el aplauso de los simpatizantes que viven en Occidente. Que viven de Occidente.

¿Y qué decir de nuestra izquierda más inhumana? Miembros de la intelectualidad y estudiantes de universidades de élite les celebran sin pudor. Al parecer el culpable es Israel. Pero no tengan la menor duda: si Israel desapareciera del mapa dirigirían su odio más manifiesto hacia el resto de nosotros. Digo más manifiesto porque del menos aparente ya tenemos demasiadas noticias (World Trade Center, Atocha, París, Bruselas…).

Todos los esfuerzos para construir puentes para lograr la paz sólo han recibido la burla más atroz. Por un momento pareció que era alcanzable, pero ya no. Porque ya no se trata de la paz en Medio Oriente, sino en nuestra casa. La líder de Aliança Catalana y alcaldesa de Ripoll, Sílvia Orriols, vive amenazada. No conozco mucho a esta señora ni sé de la orientación del partido que la ha llevado a la alcaldía. Pero no debemos ignorar la agresión que ha sufrido por parte de un vecino de origen marroquí que encima le ha dicho que es «sólo el principio». Y esto no es lo peor. Lo peor es el gobierno de la Generalitat que nos toca sufrir y que es capaz de sancionarla. ¡A ella! Con 10.000 euros, nada menos. En un comunicado conjunto, Junts, Esquerra, CUP y PSOE culpan a su equipo de gobierno de la falta de convivencia en Ripoll.

Orriols ha afirmado: «Parece que tengo los días contados». Y, si ella los tiene, nosotros también.

Lo último en Opinión

Últimas noticias