Los Kirchner de la Moncloa

Begoña Gómez

Hubo un matrimonio en Argentina que alcanzó la Presidencia contra pronóstico allá por 2003 y desde entonces, constituyeron una dinastía que ha llevado al que fuera granero del mundo a ser uno de los países con mayor tasa de inflación, pobreza y corrupción de todo el planeta. Hablo de los Kirchner, Néstor (ya fallecido) y Cristina, quienes por el camino de sus oscuros mandatos aumentaron su fortuna en miles de millones de dólares (su hija es una de las jóvenes más ricas de toda Hispanoamérica y llegó a tener cuentas en una entidad bancaria de España). Hicieron del trampantojo y la compra de voluntades una cartera ministerial más, saquearon del erario público cantidades aún hoy imposibles de auditar, llevaron al país a una polarización sin precedentes, arruinaron hasta tal extremo a la clase media y a los empresarios del país, que acabaron por exiliar a cientos de miles de argentinos a buscarse la vida fuera del socialismo que habían impuesto. Hasta elaboraron leyes para controlar y amansar a la prensa y obtener el respaldo de instituciones y jueces bajo decretos ad hoc. Sé que al lector español le sonará todo esto.

España lleva mucho tiempo siendo lo que quiere el PSOE. Desde el terreno de las ideas hasta la cultura en sus diferentes vertientes, pasando por el monopolio mediático y académico e incluso en el desarrollo y sanción de las leyes, todo se define bajo la óptica socialista. Y como la oposición prefiere el estilo mansurrón y las formas semperianas a la dura realidad de los hechos, aspira como máximo a gestionar el statu quo que sus adversarios y enemigos crean y por el que gobiernan sin limitación moral. Así se llega a la construcción de la autocracia que estamos sufriendo desde hace años, si bien todo fue ya escrito en el ocaso de la Transición, cuando González. Felipe es ahora entrevistado como el socialista sensato al que aburre la ausencia de proyecto nacional del PSOE y abomina de las formas de Sánchez respecto a sus adversarios. Pero le vota. Es entrañable su crítica al partido que dirigió durante décadas porque dice que ya no es progresista ni responde al desafío constitucional al que su líder actual ha empujado. Pero le vota. Porque en el fondo, aunque no comulgues cada domingo, sigues siendo feligrés de la religión que te da de comer.

Escucho y leo cómo en Europa caen ministros y gobiernos por la décima parte de los escándalos de corrupción y robo que afectan al Gobierno de España. Pero aquí sufrimos el castigo de otra dinastía que amenaza con convertirnos en trasunto de Argentina bajo bastón del kirchnerismo. Pedro y Begoña son nuestros Néstor y Cristina, dos indocumentados que llegaron al poder bajo milagro de censura y están destrozando cuanto de democracia y Estado de derecho aún existe, protagonizando continuados (presuntos) delitos de consecuencias infames para la salud de la nación.

Por mucha apelación a la Fiscalía europea y exigencias a Bruselas para que intervengan y detengan el continuado golpe de Estado que Sánchez y sus socios están perpetrando, ni Alemania ni Francia van a permitir que salga de Moncloa el tipo que les está entregando gratis los votos de España en cada sector y ámbito que afecta a sus intereses (aunque ello suponga perjudicar los nuestros), el mismo sociópata que calla ante el reparto desigual de los fondos mientras sonríe de soslayo a esa otra burócrata corrupta que preside la Comisión y acepta recibir generosamente a miles de inmigrantes que ni Alemania, ni Marruecos (aliado principal de Francia) quieren.

Seamos realistas. Los Kirchner de la Moncloa, ocupas a tiempo parcial (a su fraudulento pesar) caerán tarde o temprano. Pero no devolverán lo robado, ni pagarán por sus presuntos delitos de tráfico de influencias, enriquecimiento ilícito, control y manejo de las instituciones de forma inmoral, malversación de caudales públicos y revelación de información privada para beneficio personal.

Sólo hay dos formas de evitar la cárcel en España: ser menor o ser del PSOE. Una obedece a una condición biológica, por la que la obtención de la mayoría de edad cualifica al delito cometido para que el delincuente acabe en prisión. La otra pertenece a un secular estatus sociológico que contraviene al desarrollo normal de un Estado de derecho pero que advierte a propios y extraños sobre lo que significa un régimen de partido. Se ha escrito ya en estas páginas que a España le conviene lo que está más cerca de la utopía que la realidad: que el PSOE desaparezca para que lo normalizado (corrupción, saqueo, control institucional, uso del aparato del Estado para beneficio personal o de partido) acabe de una vez. O por lo menos que se castigue sin mirar las siglas de quien comete la fechoría.

La ley sostiene la democracia y fundamenta las libertades a ella adheridas. Con la información que está publicándose sobre las corruptelas de Begoña y los presuntos delitos aprobados por el Gobierno, toca a la sociedad civil reaccionar llevando ante la Justicia a los promotores de tales desvergüenzas. Porque esto se parece tanto ya a Argentina que nada nos diferencia de lo que allí ha pasado en los últimos veinte años. Tampoco en cuanto al carácter moral, déspota y trincón, del influyente y empoderado matrimonio presidencial.

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