Investidura de Feijóo: puede convencer aunque no gane

Graciano Palomo

Cuando, el próximo martes 26 de septiembre, el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, suba a la tribuna del Congreso de los Diputados a exponer su plan de Gobierno en su calidad de ganador del 23J y solicitar el aval de la Cámara Baja ya sabe lo que se va a encontrar.

Menosprecios, chacota, ninguneos y hechos consumados en forma de leve mayoría de votos en el hemiciclo. Ese ascenso del jefe del PP a la tribuna de oradores se hace, en cualquier caso, entre la inquina de Pedro Sánchez y sus cuates que intentaron por todos los medios que el Jefe del Estado no propusiera al líder gallego como candidato a la Presidencia del Gobierno.

Desde hace bastantes días, los amanuenses por cuenta de Nuñez Feijóo (bastantes) coordinados por la jefa del gabinete en la planta séptima de Génova 13, Marta Varela Pazos, trabajan para que el candidato a la investidura haga llegar a la Cámara y al resto de los españoles sus propuestas para hacer de la decadente España sanchista un país mejor. Los españoles contribuyentes netos y latos podrán ver –estoy convencido– cómo el presidente en funciones, desde su escaño, deparará a su adversario gestos tan gratos en él: risas forzadas, rictus de superioridad y descalificaciones gestuales. ¡Donde no hay mata es difícil encontrar patata!

La intención de Feijóo, consciente de su difícil empeño, pasa por decir a los españoles quién ha ganado limpiamente las elecciones del pasado mes de julio –algo que saca de sus casillas al leviatán monclovita– y por qué tiene todo el derecho del mundo apoyado en la costumbre democrática a explicitar su proyecto político basado en la igualdad de todos los ciudadanos y territorios que componen lo que todavía denominados España. Sustanciará sus propuestas económicas y sociales y, desde luego, un proyecto exterior para la que todavía es la cuarta potencia de la Unión Europea.

Volverá a expresar su voluntad de encontrar un «acuerdo histórico» con el constitucionalismo de izquierdas (vanamente) y, finalmente, desenmascarar a su oponente, que ya parece tener atada su posterior investidura tras un acuerdo infernal con el demonio/prófugo Puigdemont y demás patulea separatista y populista. El éxito o fracaso de Alberto Núñez Feijóo –independientemente de que no alcance el objetivo final que es desplazar a Sánchez del poder– depende de él mismo, de su habilidad parlamentaria y su capacidad de hacer llegar al pueblo español –la mitad como mínimo detrás de él– argumentos razonados y razonables y propuestas que lleguen a las grandes masas.

A priori se puede afirmar con justeza que Feijóo puede conseguir ese propósito, como lo hiciera al inicio de la Transición Felipe González contra Adolfo Suárez (ya sé que las circunstancias son muy distintas). Y también conocemos que esa realidad fehaciente del país en la hora actual que el candidato dibujará en el hemiciclo se estrellará contra otra realidad de poder y hechos consumados que funciona mediante unos pocos votos de diferencia.

Es lo que hay, señoras(es).

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