Inmigración ilegal, izquierda racista

La inmigración es el tema. Y el discurso. Mientras Bolaños perpetra la destrucción del Estado de Derecho con la reforma judicial más totalitaria de la historia y el presidente saunas reparte chantajes con la prostitución como regalo, el pueblo sigue respirando bajo palio de subvención y caña, que llega el verano y la corrupción del PSOE no se mantiene sola. Los chiringuitos no servirán esta vez de válvula somnolienta que haga olvidar las tropelías de la banda del lupanar, ese hatajo de delincuentes cuya misión es el pillaje y la destrucción de la nación y la democracia liberal.
La inmigración y sus discursos, decía. Lo entendieron en Europa a fuerza de violación fronteriza y legal y lo acabarán entendiendo en España. Los partidos políticos y sus respectivos amanuenses acabarán por dar forma a lo que está siendo el gran problema que cambiará el mapa de un continente cuyos valores y raíces están ya en serio peligro. El presidente del gobierno que ha vivido y se ha lucrado de la prostitución es el único mandamenos de Europa que sigue con su política migratoria homicida. Cuando Frontex lanza el aviso de que ha llegado la hora de poner control y coto a lo que viene siendo una invasión patrocinada desde fuera de Europa y que no todo lo que viene puede ser admitido con normalidad, España sigue con el efecto llamada de «pasen y delincan», un negocio que las mafias y oenegés aceptan gustosamente y que sólo incrementa el problema. Porque las calles ya no aguantan más. Y aún hay quienes siguen negando la realidad con notable fruición, y sostienen, en sus burbujas de progres matrixficadas, que eso de soltar a su libre albedrío a menores y talluditos sin trabajo, futuro ni educación y provenientes de culturas donde la ablación, el linchamiento hacia la mujer y la persecución al homosexual es deporte nacional, era algo necesario que iba a facilitar la convivencia y amistad multicultural. Otro fiasco más del socialismo ecofriendly.
Al final, se trata de convencernos de que somos nosotros los que tenemos un problema de integración por no aceptar que quemen a una niña de diecisiete años, persigan a mujeres por las calles o apalicen a ancianos por diversión. La solidaridad es un concepto que la izquierda usa como el racismo y el feminismo, a conveniencia política. El silencio de zurdos y zurdas cuando ven a una cría ser calcinada porque no conviene a su estrategia política les convierte en lo que son, unos perfectos hijos de puta. La misma izquierda, vividora y falsaria que habla de racismo y niega los derechos de los inmigrantes que huyen de dictaduras vivas porque aquí no votarían socialismo ni comunismo. Esos zurdos de mierda -eterna definición- que en sus fortalezas seguras nunca «disfrutarán» de ese multiculturalismo que sufren quienes ven el miedo en los rostros de los suyos.
Han convertido España en una copia barata de lo que ya es Francia. Pronto, los barrios No-Go donde la policía no se atreva a entrar serán distritos con capacidad de autodeterminación. Porque, siguiendo órdenes del ínfimo Marlaska, ya hay servidores públicos del orden que protegen al delincuente que hace negocios ilegales, revientas comercios locales o viola integridades físicas ajenas antes que al ciudadano que cumple la ley y sólo quiere vivir y competir en paz y tranquilidad. Una inconcebible política que sólo se explica cuando entendamos quién y por cuánto se han vendido.
Porque esto no va de solidaridad ni de respeto, tampoco de luchar contra la pobreza ni de ayudar al necesitado. Va de supervivencia, Marruecos ha indultado a casi treinta mil delincuentes en los últimos años, la mayoría de los cuales están pasando por España y quedándose aquí. Han vaciado sus cárceles de la misma escoria que ahora pueblan nuestros barrios. Quienes creen que generalizar es un error cuando los datos tumban el relato, sufren ante la paradoja de ver a quienes más sufren el racismo de quienes penetran ilegalmente por las fronteras para agredir, robar o violar: los inmigrantes que lo hicieron para trabajar, aportar y convivir.
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