¿Indultar al indultador?

¿Indultar al indultador?

Es la crónica de un indulto anunciado. ¿Acaso ha sorprendido a alguien? Una nueva mentira en su lista, un nuevo engaño a su electorado, otra traición a su función, ¿sorprende a alguien?

Podría escribirles sobre la trascendencia de las medidas de gracia, los riesgos de su aplicación, el desprecio a la democracia y a otros poderes del Estado si se utilizan perversamente. Y, sobre todo, podría hablar de dignidad, de cómo un Estado puede perderla y humillarse, por culpa de su Gobierno, al indultar a quienes no lo piden y desean reincidir.

Pero todo eso le da igual a Sánchez. Convicciones, las justas. Los felones no se mueven por ideales sino por conveniencias, y a Sánchez, hoy, le interesa indultar.

Para ello cuenta con el tiempo, la desmemoria social y que siempre habrá quien esté dispuesto a dejarse engañar. Por qué no indultar, entonces, a cambio de unos votos con los que seguir en la Moncloa.

Así, pasado el 13 de junio (fecha de las primarias andaluzas) y con alevosía y veranidad, para cogernos sesteando mientras los telediarios dan la noticia, llevará a Marivent la firma de los pagarés al secesionismo.

Y luego al tran tran hasta 2023. Porque las elecciones, no se me emocionen, serán ese año. Primero, porque necesita tiempo para esa desmemoria purgativa y, segundo, porque ese año le toca a España presidir la UE, y un narcisista patológico como Sánchez no puede perder una oportunidad de pavonearse como esa. Ya está el Falcon calentando motores.

Hasta entonces nos olvidaremos o nos aburriremos, ha debido de pensar. Pero se equivoca. Así que, con la intención de que alguno de los 200 asesores que pululan por la Moncloa me lea y se lo pase al jefe, aquí les dejo mi opinión, a ver si me hace caso.

Ni nos olvidaremos ni nos aburriremos. Los propios indultados y sus insaciables amigos se dedicarán a recordarnos con su tabarra, día sí y día también, que ellos siguen a lo suyo. ¿Para que los indultaríamos?, se dirán.

Y la técnica del canso, la de ganar por aburrimiento, tampoco les va salir, por solidaridad con los que sufren directamente las políticas identitarias del secesionismo. Y, además, porque del aburrimiento a la excitación solo hay un paso, especialmente en campaña electoral.

Hasta puede que Puigdemont nos ayude a despertarnos cuando, indultados sus camaradas, regrese en su papel favorito, el de patata caliente. ¿Para qué los indultaríamos?, se dirán.

Así llegarán las elecciones. Los dispuestos a dejarse engañar, son cada vez menos, según ‘su’ CIS. Y el tiempo y la desmemoria no le habrán ayudado. Entonces será nuestro momento, el de las urnas, el de indultar al indultador ¿Lo haremos?

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