La hipocresía de la izquierda y el asedio a Madrid

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El Gobierno de la Comunidad de Madrid ha aprobado una serie de restricciones que han entrado en vigor este lunes, veintiuno de septiembre, con motivo de la evolución de los datos de coronavirus en la región. Entre esas medidas se encuentran la disminución del número de personas que pueden reunirse en un bar, cafetería o restaurante, y la limitación de movimientos de las personas que viven en treinta y siete zonas básicas de salud de la Comunidad de Madrid, en base a unos parámetros establecidos de casos de coronavirus por 100.000 habitantes durante los últimos catorce días.

De inmediato, la izquierda, que tanta unidad pidió para apoyar al Gobierno de la nación cuando gobernó suspendiendo libertades fundamentales durante los casi cien días que duró el estado de alarma; que justificaba, por la salud y seguridad de todos, el encierro medieval al que el presidente Sánchez nos sometía; y que solicitaba que se impidiesen las protestas de la calle de Núñez de Balboa -y de muchos otros lugares de España- porque eso ponía en riesgo la salud de la población, ahora brama por las medidas de limitación de movimientos que ha adoptado la Comunidad de Madrid.

Yo creo que el encierro al que nos obligó el Gobierno de la nación -mal llamado confinamiento, que, realmente, significa otra cosa- y la limitación de movimientos que ahora impone la Comunidad de Madrid son un error: restringen libertades y es muy incierto que sirvan para mitigar la enfermedad. En ambos casos, han sido los responsables sanitarios los que han impuesto su tesis y han llevado adelante esas restricciones, en lugar de preocuparse por impulsar otras estrategias de rastreadores, test masivos o control del cumplimiento del distanciamiento social y el uso de mascarillas, que forman parte de la normativa en la lucha contra la pandemia. Puede que ni distancia social ni mascarillas sirvan para mucho, pero es la normativa vigente y, guste o no, hay que cumplirla. Por tanto, de más serviría emplear a la policía en ello que en controlar si una persona cambia o no de barrio y entra o sale de una zona con restricciones a otra que sí que lo está, o si va a hacer la compra a uno u otro supermercado, como llegaba a preguntar la policía durante el estado de alarma -además, sin base legal para ello, pues no había limitación geográfica para comprar alimentos siempre y cuando fuese en el mismo municipio-.

Creo, como digo, que todas las medidas de encierro del estado de alarma y estas otras de limitación de movilidad y del número de personas reunidas no sólo no van a servir para conseguir resultados positivos destacables en sanidad, sino que van a hundir más la economía. Ahora bien, lo que no es de recibo es que la izquierda que antes decía que era positivo el encierro de Sánchez, critique ahora las restricciones más livianas de Madrid -en comparación con las de Sánchez-.

No es lógico que muchos militantes de la izquierda hayan pasado de ser esos horribles policías de balcón que denunciaban a personas que veían por la calle -sin preguntar cuál era el motivo por el que estaban- y ahora digan que no van a admitir el encierro del sur de Madrid.

Es, cuando menos, hipócrita, por no decir indigno, que los socialistas presuman de gestión y declarasen la derrota del virus y que digan ahora que la Comunidad de Madrid es incompetente.

Una cosa es que Madrid se haya equivocado adoptando restricciones que seguramente no tendrán un gran efecto sanitario pero que paralizarán más la economía -arrasada ya antes por Sánchez y sus medidas perjudiciales-, y otra distinta es que el gran responsable de no contener a tiempo la pandemia, de adoptar medidas medievales y de forma tardía, de hundir la economía, de generar caos y pánico y de desentenderse, desde junio, de la enfermedad, es el presidente Sánchez, acompañado de su Gobierno.

Lo que sucede es que la izquierda anhela Madrid y no sabe cómo conseguirla, Siempre fue su obsesión, desde tiempos de la triste guerra civil, cuando llenaron la capital de carteles de “no pasarán” en noviembre de 1936, cuando detuvieron la ofensiva del ejército nacional. Y lo siguió siendo después, donde Simancas, que tanto ataca a la Comunidad de Madrid, con su rencor demuestra que sangra por la herida que mantiene abierta por su pelea interna con dos diputados socialistas, que no votaron su investidura por desavenencias en el reparto de consejerías con IU que había acordado Simancas en 2003. Y la izquierda no perdona tampoco que no hayan sido capaces de arrebatar al centro-derecha el Gobierno de la Comunidad de Madrid, o que el paso comunista por la alcaldía de Madrid haya sido efímero.

Todo parece un plan bien urdido para tratar de despojar de la presidencia de la Comunidad de Madrid al PP y a Isabel Díaz Ayuso. Sánchez, con su visita a la Real Casa de Correos, trata de acorralar a Madrid. Ahora dice que le ofrece ayuda, cuando se ha negado a realizar controles eficientes en Barajas para prevenir la expansión de la enfermedad en la entrada que supone el aeropuerto.

Si eso sucede, si la Comunidad de Madrid acaba en manos de la izquierda por alguna operación de cambio de cromos, entonces el declive económico y laboral de Madrid puede estar asegurado, ya que sólo hace falta ver el desastre en el que nos ha metido Sánchez, con la economía cayendo más de un veinte por ciento interanual, con casi un millón de empleos menos -más los que se pueden añadir si los ERTE terminan en ERE y si cierran empresas que reabrieron- y con el triste regreso a España de las colas del hambre. No sé qué pensará Monedero al ver esas imágenes de las filas en los comedores sociales mientras él, según las imágenes publicadas por Okdiario, comía en uno de los buenos restaurantes de Madrid. No es que esté prohibido, pues cada uno, con su dinero, puede ir donde le plazca, pero es incoherente con lo que él defiende, aunque, como decía Foxá en “Madrid de Corte a checa”, lo que sucede es que “así se comprobaba que no odiaban a los señoritos, sino que querían ser ellos los señoritos; en realidad no eran marxistas, sino envidiosos”. No les importa Madrid para mejorar la gestión, pues visto cómo lo ha hecho el Gobierno de la nación, la izquierda la empeoraría; quieren Madrid para poder imponer el intervencionismo y una política económica fracasada. Es la hipocresía de la izquierda que exhibe en su asedio a Madrid.

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