Las hienas no respetan ni los hospitales
En un país normal, en el que la gente estuviera presidida por el sentido común, bien orientada por las élites, con unos partidos políticos decentes y los medios de comunicación de masas inspirados por el deber de informar la inauguración de un nuevo hospital debería ser un lugar de encuentro y de satisfacción comunitaria. Con motivo de la pandemia que vino del Este, China construyó varios en pocos días, lo que, a pesar de su reincidencia en la capacidad de exportar agentes infecciosos a escala mundial, aumentó nuestra consideración por el trabajo a destajo y la eficiencia arquitectónica que predomina en aquel remoto lugar.
Aquí en Madrid, hace ya muchos años, la entonces presidenta Esperanza Aguirre construyó en poco tiempo una decena de hospitales, es verdad que más despacio, pero como la gestión de algunos de ellos fue encomendada a la iniciativa privada en favor de la diligencia y de la mayor confortabilidad de los pacientes, la izquierda puso el grito en el cielo. De manera que lo que debería haber aglutinado el reconocimiento unánime se convirtió en un motivo de disputa política, básicamente por la envidia y el mal vino que enseñorea el país desde que Cervantes escribió el Quijote.
La actual presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, ha levantado un nuevo hospital específicamente dedicado a las pandemias -la actual y las que vengan- en un tiempo récord, poco más de dos meses. Se llama Hospital Enfermera Isabel Zendal. Pero en lugar de haber suscitado el aplauso general del público, esta iniciativa cosecha críticas difícilmente explicables si todavía creemos en la bondad inmarcesible del género humano. No es mi caso. Yo creo que el mal existe, que el diablo vive, que Satanás nos acompaña cotidianamente, y que la izquierda es su representante más genuino. No ya la izquierda delincuencial ‘sanchista’ sino la izquierda en general.
La periodista del corazón Rosa Villacastín, cuyo sectarismo va creciendo con la edad, escribió el mismo día de la inauguración del Isabel Zendal el siguiente tuit: “¿Por qué esos cien millones, cien, no se han invertido en rehabilitar los grandes hospitales públicos de Madrid, en contratar sanitarios, que se necesitan muchos, y en aligerar a los que están y se han dejado la vida en esta pandemia?” Algunos días después remataba su faena: “Salud a todos, que no tengáis que ir a un hospital sin quirófanos y médicos… a una nave inhóspita pagada con nuestros impuestos”.
Naturalmente, esta señora no sabe de nada. Desconoce que el hospital en cuestión es singular, que no requiere de quirófanos porque allí no se va a operar a nadie, que está pensado para evitar la congestión que sobrevino durante la primera fase crítica del coronavirus por si se reproduce -como ha sido el caso de la segunda ola-, y que está a la disposición del sistema hospitalario general del país. En fin, que como todas las obras que se realizan, o las fábricas que se construyen, no está plenamente habilitado desde el primer día, sino que su dotación se va completando progresivamente en función de las circunstancias. Este hospital puntero en Europa dispondrá de mil camas y de medio centenar de unidades UCI y servirá para atender a los pacientes de otras comunidades que lo necesiten.
Pocos son cien millones si podemos gozar de la tranquilidad de saber que tenemos la infraestructura sanitaria oportuna para evitar el colapso que se produjo en los días aciagos de la tragedia, cuando Madrid acumulaba el mayor número de contagios y de muertes, aunque luego ha sido capaz de encabezar la lista de comunidades que mejor han respondido a la segunda ola sin necesidad de cerrar bares, restaurantes, comercios, grandes superficies y el resto de actividades ligadas a la actividad económica, tan importante para la salud monetaria como también para la salud física de las personas. Esto es lo que, en el fondo, no tolera la izquierda. Que la tonta del bote Isabel Díaz Ayuso tenga éxito, y que, gracias a ello, le vaya bien a la gente.
Lo que no soporta la izquierda es que el PP que gobierna Madrid desde hace décadas se pueda gastar cien millones en mejorar la asistencia sanitaria y el bienestar de los ciudadanos porque recauda más que el resto de las autonomías con los impuestos más bajos que las demás, en una demostración palmaria e hiriente de que el modelo liberal es mucho más pródigo y fructífero que las recetas socialistas de la señora Villacastín. Y esto no sólo molesta a esta madame siniestra, carcomida por la podredumbre moral. Molesta e inquieta hasta a los poetas, naturalmente de izquierdas como Antonio Lucas, que el día de autos también defecó en el diario ‘El Mundo’ contra el Isabel Zendal, repitiendo ese mantra absurdo de que lo que le falta a Madrid son profesionales sanitarios con contratos dignos y duraderos, así como presupuesto para centros de salud mientras al Zendal le renquean los quirófanos. “Lo que será muy difícil de justificar es que su Ifema II -que también criticó el poeta y sus amigos hasta la extenuación en un ejercicio de perfidia lamentable- no sea eso mismo: un hangar medio vacío, y a tiempo están de que esta construcción polivalente donde hoy ves un hospital mañana no sea un Mercadona”. ¿Se puede perdonar que el jurado del Premio Loewe de poesía haya galardonada a este chisgarabís sin criterio, información ni gracia?
Pero la epopeya en contra del ‘Isabel Zendal’ corre a cargo de escopetas más diestras en la caza mayor. Me refiero al diario ‘El País’, que tiene exclusivamente dedicada se sección local, que se llama ‘Madrid’, a perseguir implacablemente a la señora Díaz Ayuso. El día 2 de diciembre el periódico publicó un editorial titulado ‘Hospital bandera’ que era un compendio de contradicciones con lo que se escribió en esas mismas páginas durante los tiempos críticos de la pandemia, en los que se pedía más medios e inversión pues “se agotaban las camas en los hospitales y las ‘ucis’ apenas podrían acoger al excedente de vivos que se quedaban a las puertas de la morgue”.
¡Pues bien! Ahora ya tenemos un hospital nuevo en Madrid para cubrir ese déficit de inversión, pero resulta que este nuevo centro, igual que pasó con el de Ifema, es más que un fastidio una agresión. Juan Diego Madueño ha escrito en el diario ‘El Mundo’: “Al ultraliberal PP no se le consiente gastar cien millones de todos en poner mil camas más al servicio de todos, como si hubiera arruinado los planes secretos de la oposición…Sólo ha faltado decir que el hospital nuevo era un cruel ejemplo de dumping sanitario”.
Pero incluso esto se ha dicho, cabría matizar. Lo han afirmado y consta en acta la siniestra Ada Colau, que se gasta el dinero que confisca a los ciudadanos en promover a los okupas y que tiene el récord de haber destruido aceleradamente la legendaria hospitalidad de Barcelona, y el delincuente intelectual Gabriel Rufián, cuyo partido gobierna una Generalitat empeñada en sufragar un independentismo estéril.
Como era previsible, la campaña contra Isabel Diaz Ayuso se desarrolla sin reposo. Por tierra, mar y aire, y así la televisión pública que pagamos todos informó de que la inauguración del hospital Zendal estaba envuelta en la polémica; y para reafirmar su prejuicio y contribuir a la devastación de los buenos propósitos el espacio inicuo que presenta por la mañana la meteoróloga venida a más Mónica López, y el de después, a medio día, dirigido por el inefable Jesús Cintora, ‘Las cosas claras’ -que acierta de pleno en su denominación porque todo lo que se cuenta allí es oscuro y obedece a intereses espurios-, entrevistaron a una celadora y a una enfermera enojadas porque iban a trabajar al nuevo hospital “ya que no les quedaba más remedio”. Ya ven: ¡No los quedaba más remedio!
Al parecer, a ambas les vencía el contrato, les conminaron a trasladarse allí so pena de ser despedidas como correspondía, pero a estas señoras hijas de los tiempos modernos donde los falsos derechos están siempre por encima del deber les ha parecido una incomodidad e incluso una ofensa tener que cambiar de centro de trabajo mientras centenares de miles de sus coetáneos han perdido el empleo y otros centenares de miles más lo perderán en los próximos meses. Da igual. Lo importante es contribuir a la degradación moral del país y enarbolar un victimismo pueril echando mierda sobre Díaz Ayuso.
En fin, me parece que no conviene dar más vueltas adicionales al excremento. El asunto notorio es que la construcción de un nuevo hospital en tiempo récord, que debería concitar la satisfacción general, ha promovido el escarnio y provocado la diatriba del ‘sanchismo’ y de todos los partidos nauseabundos que lo arropan y le permiten gobernar. Y todo esto ocurre no tanto porque la sociedad esté crecientemente polarizada, dividida y crispada -algo cierto por obra y causa de Zapatero y de su hijo putativo Sánchez- sino porque, como decía antes, el mal existe y su representante genuino es la izquierda que azuza el rencor, el resentimiento y que trabaja sin descanso para cobrarse una suerte de venganza bíblica.