¿Le han hecho un ‘Sánchez’?

Sánchez
¿Le han hecho un 'Sánchez'?

Un familiar me dijo, en tono coloquial, que «le habían hecho un Sánchez», expresión que me cautivó y que motivó que le preguntara a qué se refería. Me contó que un compañero de trabajo le había tomado el pelo, que le había dicho que haría una cosa, y no solo no cumplió, sino que hizo justamente lo contrario a lo prometido. Cuando el nombre o el apellido de alguien comienza a entrar en el lenguaje popular como una frase hecha, es que ese personaje se ha ganado a pulso su fama, sea para bien o, como en el caso que nos ocupa, para mal. Y es que Pedro Sánchez ha cimentado de manera constante su fama de ser excesivamente creativo en su relación con la verdad. Desde aquella promesa de no pactar con Podemos «porque me quitaría el sueño», a sus continuos desmentidos sobre los indultos, la reforma de la malversación y la eliminación de la sedición, el actual presidente del Gobierno ha tenido una relación tan tumultuosa con la realidad de lo que ha dicho en el pasado, que a nadie sorprende que cambie de posición de un día para otro. Por supuesto, no es el primer, ni será el último, político en comportarse así, pero Sánchez ha desarrollado esta técnica de una manera artística, llevando la disciplina de la distorsión de la verdad hasta extremos muy imaginativos.

De hecho, en mis conversaciones con amigos siempre hay alguno que asegura que, de la misma manera que se ha echado en los brazos de ERC y Bildu para seguir en Moncloa, si mañana le conviniera, les negaría tres veces como San Pedro a Jesús y se envolvería de nuevo con la rojigualda para prometer ser el principal garante de la unidad nacional. Yo no lo tengo tan claro. Creo que esta alianza es algo más que un pacto de conveniencia temporal, pero Sánchez tiene tan convencido a buena parte del personal de su fama de tahúr, que sabe que puede hacer cualquier cosa, y a muchos no les sorprendería.

Hubo un tiempo que la fiabilidad era una garantía para hacer una buena carrera política. En la que, si uno se forjaba una imagen de previsibilidad, se podían conseguir buenos resultados electorales. Que uno de los partidos más previsibles, y más estables en sus demandas y en sus promesas, sea en la actualidad una formación con una historia tan lunática y tan errática como Esquerra Republicana indica que los socialistas han entrado en una deriva inquietante. Junqueras aseguró que querían «desjudicializar» la política y, sin despeinarse, ha conseguido indultos, desactivar al Tribunal de Cuentas, eliminar la sedición y descafeinar la malversación. ERC ha afirmado una y otra vez que ho tornarem a fer y lo harán, sin duda alguna, porque están cumpliendo todo lo que prometen. La pregunta es qué hará el PSOE cuando llegue el momento. Los socialistas aseguran que en este caso aplicarán sin dudarlo el 155. Es posible, pero recordando a Sánchez hace unos años posar en un escenario con una gigantesca bandera de España, y viendo como ahora se abraza a Otegi y Aragonés, nos tememos que el 155 no se lo apliquen a la Generalitat, sino a Ayuso o a Moreno Bonilla, mientras nombran a Junqueras –que está en busca de destino mientras Aragonés siga de president delegado plenipotenciario de Moncloa en Madrid o Sevilla. O en ambos lugares, para que se entretenga.

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