Hacer de Cataluña un delincuente

Hacer de Cataluña un delincuente

No. No se puede coquetear con independentistas. Frente a ellos se tiene que ser Gobierno. Porque de lo contrario, se corre el riesgo y la no menor responsabilidad de acabar convertido en cooperador necesario. Cataluña es España. Sí. Los datos del pasado demuestran que jamás ha sido un Estado independiente. Claro. El referéndum es ilegal. Vale. Las consultas plebiscitarias no son vinculantes. Bueno. La teoría la tenemos todos muy clara, pero la práctica… la práctica abunda tanto en la incongruencia que terminará por explotarnos en la cara. A los hechos concretos me remito, no vaya a ser que piensen que divago. Y debo confesarles que no sé ya si me parecen más obscenas y preocupantes las fabulaciones más recientes de Puigdemont haciendo apología de lo suyo —ante los suyos, menores incluidos para rellenar la sala anexa a la cámara del Parlamento Europeo hace un par de días— o la idiocia previamente confirmada de un gobierno que ante semejante acto cutre de propaganda se limitó a declarar vía ministro de ¡Exteriores! que le parece “perfectamente legítimo” y respetable.

Hace mucho tiempo que los independentistas han abandonado el ideal de la independencia en exclusiva. De lo contrario, podrían perfectamente haberla declarado unilateralmente. La verdad es que hoy por hoy resulta mucho más rentable para ellos seguir alargando el negocio de la amenaza separatista. Cataluña es un adolescente caprichoso y malcriado. Y ya se sabe que cuando un hijo se tuerce, suele  tener algo que ver la educación que le hayan dado —o no— sus padres. Por eso, recordando el delicioso decálogo —irónico— de Emilio Calatayud para hacer de los hijos delincuentes, no he podido evitarlo.

Señores -don Mariano Rajoy al mando- si lo que quieren conseguir es perpetuar el esperpento constante, el ridículo internacional, el pulso que desde Barcelona mantienen con el resto del Estado y acelerar el desmembramiento de eso que hasta hace no mucho era el concepto de España, la receta es muy fácil:

  1. Dadles todo cuanto deseen, así seguirán convencidos de que España —como les roba— les debe todo.
  2. Reídles todas sus impertinencias, advertencias, provocaciones y salidas de tono: así reafirmarán su percepción de que están en lo correcto y no entenderán cuando los tribunales les condenen por los mismos hechos que no encuentran políticamente reprimenda.
  3. No les deis ningún argumento emocional para recuperar la cordura. ¡Ya se buscarán motivaciones viscerales para alimentar su identidad propia!
  4. Nunca le digáis que lo que hace está mal. No vaya a ser que se frustren… Primero dirán que les tenéis manía y más tarde dirán que la culpa es vuestra.
  5. Arreglad todo lo que vayan estropeando con mensajes condescendientes: así seguirán pensando que toda España está a su servicio. Vosotros, los primeros.
  6. Dejadles falsear más y más la historia. Pronto dejarán de tener criterio nítido y riguroso de la veracidad de los hechos probados frente a los deseos irrealizables.
  7. Partidos políticos constitucionalistas, discutid delante de ellos, tiraos los trastos en lugar de alinearos. Cuando el daño sea ya irreparable, os lo agradecerán y no os habréis dado ni cuenta.
  8. Dadles todo el dinero que quieran. Faltaría más. ¿Para qué está, por ejemplo, el FLA? Así seguirán explotando su chantaje sine die y pensando que para tener dinero no deben gestionar, basta con pedir, más y más.
  9. Que todos sus deseos encuentren satisfacción política inmediata. No vaya a ser que os tachen de antidemocráticos por no dejarles votar.
  10. Dadles la razón, como a los locos. Y aunque lo estén. Dádsela. Alimentad sus ínfulas. Al fin y al cabo sois vosotros que les tenéis manía…

Y cuando se vayan. Cuando hagan barbaridades todavía peores de las que habéis consentido hasta la fecha, proclamad que no pudisteis hacer nada más por evitarlo.

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