Guillotinas y violencia: así ‘dialoga’ el separatismo

Guillotinas y violencia: así ‘dialoga’ el separatismo

En los últimos días han ocurrido dos hechos en Cataluña que podrían ser considerados ‘casos aislados’, si no fuera porque se unen a los centenares de hechos similares que el separatismo ha generado desde que el ‘procés’ entró, a partir del 1 de octubre de 2017, en su fase insurreccional. En una plaza de Gerona, por ‘gentileza’ de uno de los CDR locales, apareció una guillotina con un mensaje amenazante para Felipe VI. Y en Barcelona, en el ya tradicional corte de la Avenida Meridiana, un motorista fue apaleado también por ‘gentileza’ del CDR local que cada día impide la circulación en esta arteria de la capital catalana.

En la Cataluña de la ‘Mesa de diálogo’ los chicos de la porra, la gasolina para quemar contenedores y los pasamontañas siguen gozando de impunidad absoluta. Lo de la Meridiana ya es de traca, ya que llevan más de 120 días cortándola, y cada noche montan su particular fiestecita a costa de los vecinos de la zona. A los Mossos d’Esquadra y la Guardia Urbana sólo les falta hacer de clac cada vez que los CDRs se ponen a cantar eso tan bonito y tan tolerante de “las calles serán siempre nuestras”.

El PSC del teniente de alcalde Jaume Collboni, partido que es responsable del área de Seguridad, y los ‘comunes’ de Ada Colau han demostrado que no son capaces de garantizar el orden en Barcelona. Un grupúsculo, de apenas unos doscientos radicales, impiden a miles de ciudadanos el derecho a la libre movilidad en la Avenida Meridiana, mientras la Guardia Urbana se dedica a jugar al tute o al mus, porque lo que es trabajar, sus agentes no lo han hecho mucho, dado que no han impedido este abuso que se produce desde hace cuatro meses. De la Consejería de Interior de la Generalitat ya no decimos nada, porque los que cortan esta vía son “su gente”. A fin de cuentas, Quim Torra es un CDR más, como casi toda su familia.

¿Qué pasaría si a partir de mañana un grupo de constitucionalistas se dedicara a cortar la Avenida Diagonal día tras día para pedir la dimisión de Quim Torra por haber llamado «bestias salvajes» a los catalanes que hablan en castellano? ¿O por las declaraciones supremacistas que la alcaldesa de Vic, Anna Erra, hizo este miércoles en el Parlament, en las que mostró su desprecio a la lengua española? Nos tememos que la tolerancia de la Guardia Urbana y la de los Mossos d’Esquadra no sería la que han disfrutado los radicales secesionistas que han cortado la Meridiana más de ciento veinte días.

Seguramente veríamos desde el primer día porrazos, gases lacrimógenos e identificaciones. Porque en Cataluña los radicales secesionistas tienen barra libre, en cambio la mayoría de catalanes somos sojuzgados por unos cuerpos armados que bien porque sus jefes políticos forman parte de la agitación, o bien por no meterse en problemas, miran hacia otro lado. Solo los tribunales, al menos de momento, están haciendo algo efectivo para defender los derechos de los ciudadanos. Porque ni el anterior Gobierno de España, ni el actual, han demostrado el acierto, y la determinación, para atajar el grave problema que significa que los radicales puedan imponer sus leyes en las calles de Cataluña perjudicando a la mayoría de los ciudadanos. Cada vez que quieren armar lío, lo hacen, y el precio que pagan es muy pequeño.

Sólo espero que en la famosa ‘Mesa de diálogo’ el Gobierno de España exija, de una vez por todas, que los Mossos d’Esquadra hagan su trabajo y persigan a los delincuentes, por mucha estelada que luzcan y por muchos parientes que tengan entre los altos cargos de la Generalitat. Lo que no puede ser es que la piel que se dejaron el pasado otoño los agentes de la Policía Nacional luchando contra la barbarie separatista que intentó destruir Barcelona no haya servido para nada. El secesionismo no quiere “diálogo”, quiere “rendición”. A corto, medio o largo plazo. Pero ni se arrepiente de nada, ni cejará hasta conseguir sus objetivos máximos. Y no entender esto, es no entender nada.

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