Una gran fiesta en la que deben estar todos

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Varios participantes en la marcha del Orgullo en Madrid. (Foto: Enrique Falcón)

El día del Orgullo Gay se ha convertido en una gran fiesta. Hasta un millón de personas llenaron con los colores del arco iris el centro de Madrid en una celebración a la que sólo se le puede poner un ‘pero’: el veto al Partido Popular. Es cierto que durante siglos las personas englobadas en el colectivo LGBT fueron perseguidas, vilipendiadas, repudiadas y denostadas con saña y sadismo. Pero la situación ahora es bien distinta.

La sociedad española ha madurado lo suficiente como para que gays y lesbianas tengan los mismos derechos que parejas con una orientación sexual distinta, para que nadie tenga que esconderse en oscuros armarios ocultando una situación que para muchos puede ser traumática. La homosexualidad es tan normal como la heterosexualidad. El matrimonio entre personas del mismo sexo es ya una realidad, pocos lo discuten. Cuando todo se ha normalizado, cuando comienza a ser incluso habitual encontrar a parejas del mismo sexo en tus círculos de amigos, de vecinos, incluso llevando a sus hijos al colegio como cualquier matrimonio ‘hetero’, vetar al PP es un error.

Es cierto que los ‘populares’ se equivocaron al recurrir en 2005 el matrimonio homosexual ante el Tribunal Constitucional. Sin embargo, esa normalidad con la que la sociedad afronta en 2016 la relaciones entre distintas orientaciones sexuales no puede permitir que en una ciudad como Madrid, símbolo de la tolerancia, se excluya a votantes y políticos homosexuales del PP de una celebración, de una fiesta en la que quieren y deben participar.

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