El frente madrileño del ‘procés’

El frente madrileño del ‘procés’

«El proceso independentista no ha acabado, ha mutado y la vanguardia del mismo ha pasado al Congreso de los Diputados para desgastar a la monarquía. Está claro que en Cataluña siguen pasando cosas, los partidos secesionistas se están rearmando para cuando el ‘procés’ vuelva al Parlament. Y para ello usan la Generalitat y los presupuestos públicos».

Estas clarificadoras palabras no son mías, aunque ya me gustaría. Son de Alejandro Fernández, el presidente del Partido Popular en Cataluña y una de las mentes mejor armadas del constitucionalismo catalán. El ‘frente’ madrileño del ‘procés’ ha sustituido a la agitación callejera en Barcelona. Los partidos separatistas están aprovechando la tregua que se han dado en la trinchera catalana para reagrupar fuerzas. Lo necesitan tras la acción judicial, que se ha traducido en varias condenas a sus principales dirigentes, en fugas varias al extranjero por parte de varios de sus líderes y en otras causas abiertas que están produciendo más detenciones y acusaciones.

Desde el magnífico discurso del Felipe VI del 8 de octubre de 2017, con el que paró el golpe de estado separatista, el independentismo y sus compañeros de viaje populistas le han puesto en el punto de mira. En aquellos momentos ERC, JxCAT y la CUP noquearon al Gobierno de España, que no supo dar una respuesta política y simbólica tras el 1 de octubre, y fue el Rey el que aglutinó los sentimientos de toda la nación en defensa de nuestra Constitución.

Los separatistas piensan, y con razón, que el Gobierno no es el gran problema. Ya noquearon políticamente al de Rajoy y tienen atado de pies y manos al de Pedro Sánchez. Saben que el gran obstáculo es el Rey, y para alcanzar sus objetivos políticos han de acabar con la monarquía. De ahí que el frente independentista – populista se dedique en cuerpo y alma a intentar dinamitar a la Casa Real.

La política catalana está paralizada hasta que se celebren las próximas elecciones autonómicas y se decida qué partido es el hegemónico dentro del independentismo para conducir la nueva etapa tras la liberación de los políticos en prisión, que se producirá más pronto que tarde. La clave es si se consolida el frente de partidos separatistas al frente de la Generalitat, o si se produce una conjunción entre Esquerra y el populismo de los ‘comunes’, con apoyos externos, fijos o puntuales, de otras fuerzas políticas. Que podría ser solo la CUP, o también del PSC según las necesidades de Sánchez en el Congreso.

Además, la pandemia afecta sobre todo a áreas de poder que detenta Esquerra Republicana (Economía, Salud y Asuntos Sociales), por lo que la lucha entre los de Junqueras y los de Puigdemont es aún más cruenta. De ahí que el separatismo haya trasladado la agitación política a Madrid. Allí, frente al enemigo común que es la monarquía, pueden mantener cierta unidad de acción. Y mientras, siguen utilizando el presupuesto público de la Generalitat para ampliar sus redes clientelares.

En plena pandemia el organismo público que gestiona TV3 y la radio pública ha recibido, de entrada, 240 millones de euros para el 2020, y su responsable, Núria Llorach, ya ha avisado que será insuficiente. La Generalitat ha anunciado que abrirá tres nuevas ‘embajadas’ en Australia, Japón y Senegal, y que se gastará dieciocho millones de euros en lo que se ha denominado la ‘NASA’ catalana. En resumen, nuevos chiringuitos de los partidos secesionistas para colocar a sus efectivos y fortalecer sus redes políticas.

De ahí la necesidad de arropar al Rey. Hemos de conseguir fortalecer a la monarquía constitucional para que el “frente” madrileño del ‘procés’ fracase. Y una vez hayan comprobado que no pueden con la voluntad del pueblo español, hemos de plantar cara al secesionismo y al populismo, democráticamente y con eficacia, en Cataluña para que el totalitarismo independentista no pueda acabar con nuestra democracia. Y luego llegará en turno de plantar cara al resto de secesionismos que quieren acabar, primero, con la igualdad entre todos los españoles y, después, con la propia España.

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