La Fiscalía de Menores no puede seguir de brazos cruzados

La Fiscalía de Menores no puede seguir de brazos cruzados

La Fiscalía de Menores no puede seguir de brazos cruzados mientras Cataluña sigue dominada por el adoctrinamiento. Especialmente grave resulta que ese lavado masivo de cerebros sitúe a niños de entre nueve y 15 años en el centro de la diana independentista. Los menores han sido utilizados en multitud de contextos desde que se consumara el golpe de Estado. Ahora, con Puigdemont huido y Junqueras en prisión, cumplen una nueva finalidad: venden lazos amarillos para financiar a los golpistas. La Fiscalía no se puede quedar fija en su inacción, ya que son utilizados como mera mercancía política al servicio de unos adultos que viven al margen de la ley. Hacen una labor aberrante para su edad, sustitutos de los cobardes que temen enfrentarse a posibles consecuencias judiciales. Los niños quedan reducidos a meros recolectores de dinero. Educados e instruidos en el odio a España y desprovistos de la riqueza que otorga la diversidad de ideas y pensamiento.

Lamentablemente, lo que está haciendo la asociación independentista ANC en el municipio de Valls (Tarragona) no es nuevo. La huelga fallida del pasado 8 de noviembre en Cataluña propició una imagen tan dantesca que resultaba casi dramática: cinco bebés sobre el asfalto de la autopista c-32 a la altura de Mataró (Barcelona) acompañaban un cartel que pedía la liberación de los Jordis. Utilizar a personas de tan corta edad en ese tipo de movilizaciones, además de lo abyecto que resulta desde el punto de vista ético y moral, supone un riesgo más que evidente para la integridad física de las mismas. Algo que también sucedió durante el referéndum ilegal del 1-O cuando muchos padres usaron a sus hijos como escudos humanos ante las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Otra prueba más de que la Cataluña independentista es un erial cívico e intelectual es que niños de cuatro y cinco años son obligados a gritar «¡independencia!» en colegios públicos como el de La Farigola de Gràcia.

Una pesadilla social propia de la Corea del Norte de Kim Jong-un y que, sin embargo, lleva años presente en España por obra y gracia de los separatistas catalanes. La solución para remediar este grave problema está en que la Fiscalía de Menores se decida a actuar de una vez. Deben investigar y averiguar quiénes están detrás de este tipo de iniciativas. Dislates como estos también dañan la imagen de la región y del país y ahuyentan las inversiones. Nadie quiere residir en un sitio que se parezca más a Pionyang que a un territorio europeo. De ahí que la Fiscalía tenga que tomar cartas en el asunto cuanto antes. Sobre todo porque detrás de estas historias están las víctimas más indefensas: los niños. Personas sin capacidad de reacción ni conciencia crítica que son vapuleados desde la cuna por una propaganda infecta. Una realidad que causa daños irreversibles en el desarrollo vital de cualquier menor.

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