Las finanzas autonómicas
Como ya hemos venido diciendo a lo largo de los últimos meses, nos encontramos en un momento bajista del ciclo, que podrá quedarse sólo en eso o que podrá intensificarse si no se adoptan reformas que dinamicen la economía, o que puede llegar a devenir en crisis si se aplican medidas de incremento de gasto y subida de impuestos.
Ahora bien, dentro del panorama internacional, que influye, como es lógico, en el nacional, y dentro del contexto nacional, nos encontramos con el caso de las comunidades autónomas, que es singular, tanto por las competencias transferidas como por la financiación recibida para ellas. Aquí nos topamos con un problema, que no se basa en la existencia de las autonomías, sino en si se gestionan de manera eficiente o no y, derivado de ello, en su capacidad financiera para no colapsar.
Las Comunidades Autónomas (CCAA) prestan unos servicios que proceden de las competencias transferidas, como la Sanidad, la Educación, los Servicios Sociales o muchos aspectos del Transporte, que tienen un elevado coste. Para cubrir todos los servicios, perciben una financiación que se deriva de su participación en los tributos estatales, y que cobra forma en el Sistema de Financiación Autonómica, sistema controvertido donde los haya. Pues bien, en estos momentos bajistas del ciclo nos podemos encontrar con un problema importante en las finanzas autonómicas.
¿Por qué puede darse ese problema? Porque las regiones prestan unos servicios, como hemos dicho, y lo financian con unos ingresos. La tentación de muchos políticos regionales -también nacionales y locales, por supuesto- es ofrecer todos los servicios que puedan, incrementando, por tanto, el gasto. Servicios que no son ocasionales, sino que suelen tener un carácter permanente, estructural, cuya eliminación es complicada y no exenta de problemas. Ese gasto lo incrementan sobre la base de posibles incrementos de la recaudación de los impuestos en los que participan o los propios, pero que suelen tener un carácter muy coyuntural en buena parte de su tramo recaudatorio, pues son muy sensibles al ciclo, especialmente muchos de los impuestos estatales cedidos a las CCAA, como el Impuesto de Transmisiones Patrimoniales o el de Actos Jurídicos Documentados. Ahí está el problema.
Ese problema no es otro que el hecho de que la práctica totalidad de las CCAA han incrementado exponencialmente el gasto durante los últimos cuatro años sustentado por un crecimiento de los ingresos todavía mayor. Así dicho, parecería que no hubiese problema, pero sí que lo hay, pues ese gasto es permanente en su casi completa totalidad y el aumento de ingresos es coyuntural en su mayoría. ¿Qué sucede? Que cuando la actividad comience a caer, el gasto quedará y el ingreso se esfumará, aumentando el desequilibrio presupuestario, es decir, el déficit, y, con ello, la deuda, a niveles ya complicados de sostener. Y si entonces tienen la tentación de subir los impuestos, todavía peor, pues caerá más aún la recaudación.
Por tanto, a mi juicio, deben producirse tres reformas o ajustes para garantizar la viabilidad de las finanzas regionales: la primera, un Sistema de Financiación Autonómica claro, sencillo y transparente, que no busque perjudicar a nadie ni beneficiar a nadie. La segunda, un cambio en la normativa estatal que marca la prestación de la cartera de servicios que tienen que ofrecer las CCAA, para que éstas puedan gestionar de manera más eficiente. La tercera, concienciar a las CCAA de que tienen que emprender el camino de vuelta a la austeridad y eficiencia, con la obligación de alcanzar de manera permanente el equilibrio presupuestario, obteniendo superávit durante el período de tiempo que necesiten para amortizar su deuda, porque de lo contrario pueden volver a encontrarse con un serio problema. Si una región ha aumentado el gasto en 3.000 millones en los últimos cuatro años, un suponer, lo que debe hacer es volver a la casilla de salida de hace cuatro años y reducir, de la misma manera que lo incrementó, ese gasto. Si hace cuatro años los servicios esenciales se prestaban bien no hay nada que haya cambiado en estos cuatro años que haga que no puedan prestarse igual de bien con aquellos recursos o, al menos, con una cifra similar, cercana a los de entonces. Obviamente, el primero que debe predicar con el ejemplo es el Gobierno de la nación, pero no parece que si se conforma gobierno vaya a ser su guía la austeridad. En cualquier caso, les deseo una muy feliz Navidad.