Feijóo, Mañueco, Casado, Tusk y Castilla y León

Feijóo, Mañueco, Casado, Tusk y Castilla y León
Feijóo, Mañueco, Casado, Tusk y Castilla y León

La izquierdona está en modo descriptible. Siempre fue y se condujo en modo previsible a la hora de apuntar enemigos (reales o supuestos), a ser posible con cabeza de dóberman.

Tras el cambio operado en las alturas del PP (incluso con esa crisis interna terrible del pasado mes de febrero la intención de voto sube), la factoría Contreras (José Miguel) que continúa operando y haciendo negocios a su antojo en Moncloa y Ferraz, impone el relato de que Alberto Núñez Feijóo llega lastrado, aún no aterrizado, por el reciente acuerdo de gobierno en Castilla y León, suscrito por el presidente Alfonso Fernández Mañueco y Santiago Abascal.

Se apoyan en dos palabras del todavía presidente del poderoso Partido Popular Europeo (PPE), el polaco Donald Tusk, de salida en esa responsabilidad, después de mantener una conversación en París con Pablo Casado, cuya suerte de todo es conocida y que acudió a la capital gala a despedirse de sus colegas europeos. Ni hubo crítica al pacto castellanoleonés, ni dios que lo fundó. Lo que no se puede dar es munición el adversario/enemigo, ni siquiera cuando la granada es mero artificio. No tengo una bola adivina acerca de qué deparará el acuerdo PP/Vox en la legendaria tierra mesetaria. Por de pronto, a bote pronto y que yo sepa, no se ha invadido el Sáhara.

Los dirigentes del PP que yo conozco son, en su mayoría, gente razonable, centrada, democrática y con un relativo y amplio sentido social. Han gobernado España durante quince años y que yo conozca no han levantado campos de concentración y han respetado las libertades básicas. Si comparamos lo que ha hecho Sánchez con los medios públicos de información (EFE y RTVE) y lo que hizo Rajoy en esos medios se podrá concluir que la imparcialidad, objetividad y talento profesional fue muy superior a lo que actualmente se vive en esas casas. Ahí están, sin ir más lejos, las audiencias para acreditarlo.

Sucede, por tanto, que la teórica e inexistente superioridad moral de la izquierda en España se resiste a morir. Precisamente, ese es uno de los caballos de batalla más decisivos que le espera a Núñez Feijóo cuando el día 2 de abril suba al puente de mando popular. Además, de dar el trigo prometido, obviamente.

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