Esperadme, que vuelvo


–Dime, Daniel.
–Nada, sólo que sepas que yo sigo, eh. Que me esperéis. Que yo vuelvo.
El joven termina la conversación telefónica y esboza en su rostro una mueca. Es una sonrisa dolorida, pero sincera. Cierra los ojos con el alma convencida. Sueña en toreo. Su cerebro está convencido de la curación. Las cogidas, las volteretas, los huesos rotos, las heridas, no son una sorpresa para ninguno de ellos. Tal y como vienen, se van. Se dicen para sí.
El joven está seguro de sí mismo. Tanto que produce perplejidad. Tiene paz y fuerza. Tiene paz y paciencia. Tiene paz y ganas de dar mucha guerra.
Se llama Daniel Artazos, no tiene ni 20 años, y un novillo en Málaga casi le tritura los pasos de su vida. Sufrió una voltereta fea, de esas que la vida con su aguijón de muerte nos mira y cuando pasa nos hace temblar. El choque seco de su cuerpo con el suelo le fracturó la quinta vértebra cervical. La esencia de la movilidad y la flexibilidad del cuello.
Lo normal cuando uno se ve en la cama, moribundo, es que le entre la duda. Pero ellos los hombres de oro y luz, sólo tienen un pensamiento: volver. Esa es la diferencia entre el héroe y la persona vulgar.
El héroe lucha por volver a tener la oportunidad de la victoria. El héroe entiende que no hay hazaña sin odisea. Que no hay gloria sin pasión, como la que vivió Cristo. «Porque cada uno tiene su cruz –se dicen– y el toreo es así. El toreo te enseña mucho».
Me cuentan que cuando salió del quirófano tras ser intervenido de una operación in extremis que duró 5 horas de reloj, se cruzó con un sacerdote que estaba acompañando a un muchacho con cáncer cerebral. La estampa pone los pelos de punta. Al anochecer del fin de semana pasado, dos jóvenes y un cura pasaban la madrugada hablando de lo humano y lo divino asiéndose a la vida sin tristezas ni llanto en una habitación del Hospital Universitario de Málaga.
A la mañana siguiente, entraba por la habitación Saúl Jiménez Fortes. Un torero que sabe a qué sabe la queratina del cuerno del toro en su boca y en su garganta. El maestro había estado ese miércoles en la plaza y saltó como un rayo a socorrer al novillero en la arena. Una imagen para el recuerdo, la de Fortes irradiando misterio de curación al novillero aragonés. La compañía del malagueño cura más que todo.
Ese mismo día, Artazos habló con el guerrero onubense David de Miranda. En Toro (Soria), este torero de hierro y mimbre sufrió cuatro fracturas vertebrales además de una importante afectación medular. Sucedió el agosto de 2017. Un año después, no sólo caminaba, sino que en la feria de las Colombinas en Huelva reapareció con Morante de la Puebla y Manzanares. Cuajó una faena de las que enchinan la piel y volvió como vuelven los genios, saliendo por la puerta grande.
Miranda, en septiembre de 2019, sufrió otra fractura de tres vertebras en Almazán (Soria) con su primer toro. Fue a la enfermería, salió y mató al segundo. Aquel año, en San Isidro, había descerrajado en su confirmación de alternativa la Puerta Grande de Las Ventas. Y este mayo ha recibido el Premio Juan Antonio Ruiz Espartaco como Triunfador de la Feria de Abril en Sevilla. Una conversación con David de Miranda te hace creer en lo imposible. Este torero aviva más la fe que la mejor homilía.
A Artazos también le ha llamado el extremeño Emilio de Justo. La voltereta que sufrió esta figura del toreo en su tarde en solitario en Madrid en 2022 y su recuperación no tiene explicación científica. Le estallaron las vértebras Altas y Axis. Los médicos que le atendieron explican que el 99% de los casos no se recuperan, pero que «su cerebro venía en modo curación». Hoy sobra enumerar los triunfos de este atleta del toro.
Daniel Artazos tuvo claro que quería ser torero desde los 12 años, cuando se puso delante de un animal. Ninguna voltereta ninguna sacudida le asunta. Es torero. Nació torero.
Piensen por un instante lo que estos hombres han sido capaces de hacer a través de la fe, la abnegación y el convencimiento… y pregúntense cómo afrontan –afrontamos– los dilemas y los toros de la vida.
Saúl Jiménez Fortes aprendió de nuevo a hablar, David de Miranda aprendió de nuevo andar, Emilio de Justo aprendió de nuevo a vivir, por seguir toreando, poe sentirse torero, para volver a arriesgarlo todo.
Y qué decir del apoderado de Daniel, Raúl Aranda. Una cogida de un toro en Bilbao, por poco le dejó sin brazo, pero él no se arrugó. Llamó a su ángel, el doctor Carlos Val-Carreres quien le salvó la extremidad y volvió a ponerse delante del toro como si nada, cosechando triunfos en los ruedos.
El joven novillero sin picadores Daniel Artazos seguirá aprendiendo delante del toro. No me cabe duda. Ninguno dudamos ante un hombre que no duda. Los toreros son ejemplo vivo de las poderosas llaves que guardamos en el alma desde la creación.
Si la sociedad mostrase lo que son, héroes vivos del linaje de Aquiles, Ulises y Eneas… estoy segura que su fuerza inspiraría gestas tan necesarias hoy en los parlamentos, en las empresas, en las calles, en las casas… En definitiva, en nuestra historia. Sueña, Daniel, sueña, porque tus sueños nos hacen creer en los héroes. Aquí te esperamos. Estamos deseando que vuelvas.
Temas:
- Superhéroes
- Tauromaquia