El expolio catalanista de Ramón Llull

El expolio catalanista de Ramón Llull
El expolio catalanista de Ramón Llull

El clamoroso silencio de las autoridades políticas de Baleares lleva años facilitando el expolio catalanista de la cultura, la lengua y la historia de Baleares, el antiguo Reino de Mallorca. Para la doctrina catalanista cualquier personaje de Baleares, así como sus ejecutorias, son considerados catalanes.

A partir de esa falsa premisa desde hace tiempo las instituciones catalanas se han ido apropiando de la figura del baleárico más universal de todas las épocas, el beato Ramón Llull. Un ejemplo fue la declaración por parte de la Generalidad de Cataluña del año 2016 como “Año Llull”, como si el beato mallorquín fuese catalán. De hecho, Llull es mal conocido como filósofo catalán y como el forjador de la lengua catalana. En Cataluña ya es “normal” hallar multitud de instituciones y premios con su nombre: Universidad Ramón Llull, Instituto Ramón Llull, Fundación Blanquerna, Premio de las letras catalanas Ramón Llull, Escuela Ramón Llull, Centro de búsqueda Ramón Llull… Se creen que es “suyo”.

Para enarbolar su pretendida catalanidad, el catalanismo se agarra como clavo ardiendo a una supuesta frase atribuida a Ramón Llull, documentada cerca de 1289, con motivo de un presunto regalo a Pietro Gradenigo, duque de Venecia: “ego, magister Raymundus Lull cathalanus”. Nada más lejos de la realidad. Para el prestigioso lulista Fernando Domínguez Reboiras, colaborador científico del “Raimundus Lulius Institut” de la universidad alemana de Friburgo, además de poner en duda la misma nota autógrafa, hace hincapié en que el calificativo “catalán” es ajeno a toda la obra de Llull. De hecho, así queda patente en los cuatro tomos del “Glosario general luliano” de Miguel Colom, no aparece el vocablo “catalán”.

Y así es, el beato ni se consideraba catalán ni sabía nada de la existencia de la lengua catalana. En cambio, el rodillo catalanista pone de su mano palabras que nunca escribió. El catalanismo tergiversa las últimas voluntades del mismo Ramón Llull afirmando que en su testamento de 1313 destinó 140 libras para que se copiasen sus diez obras más recientes en pergamino, tanto en latín como en catalán. Realmente lo que dice su testamento es que se escribiesen en romance y en latín: “scribantur libri in pergameno in romancio et latino”.

¿Acaso nos quieren hacer creer que el mayor sabio de su época desconocía en que lenguas escribía? Llull lo tenía muy claro. Escribía en lengua latina, en lengua árabe y en lengua romance. De hecho, en su obra el “Libro de contemplación en Dios”, escrita inicialmente en árabe, Ramón Llull escribió que el mismo fue el “traductor de esta obra de árabe al romance”. Como también en la “Lógica de Algazel” indicó que “traduzco de latín a romance”. Y en su obra “Blanquerna” aclaraba que lengua hablaban sus personajes: “que alguna mujer leyese algún libro que estuviese en romance”.

Para encajar que Ramón Llull fuese catalán, el catalanismo esconde su fidelidad al rey de Mallorca frente al rey de Aragón (que para el catalanismo es un rey catalán). Durante los más de diez años en que el Reino de Mallorca estuvo en manos de Aragón (para el catalanismo es simplemente Cataluña), después que en 1285 Alfonso III de Aragón se lo arrebatase a Jaime II de Mallorca, el beato, en tono reivindicativo y de protesta, no puso pie alguno en ningún territorio aragonés. Además Llull así lo denunció en su obra “Blanquerna”. El personaje del monarca mallorquín Jaime II clamaba por la desposesión de su reino: “ahora me he vuelto pobre y menospreciado de las gentes por un rey orgulloso e injurioso quien por su gran poder y por avaricia me ha quitado mi tierra”. En este caso, no es tergiversación, directamente es ocultación.

Pero lo que no puede esconder ni ocultar el catalanismo es la secular veneración de los mallorquines a la figura de su beato, ni el arraigo de Ramón Llull a la tierra mallorquina que lo vio nacer. Ramón Llull, a diferencia de los maestros de su tiempo como san Buenaventura y santo Tomás de Aquino, que no escribieron ninguna obra en la tierra donde nacieron, escribió una cuarta parte de las mismas en Mallorca, entre las que se incluyen dos de las consideradas más importantes: el citado “Libro de contemplación en Dios” y el “Arte abreviada de encontrar la verdad”. Además, fue en Mallorca donde, en 1276, fundó en el monasterio de Miramar una escuela dedicada a la enseñanza del árabe a frailes con el objetivo de ir a predicar su doctrina al norte de África, como él mismo hizo en diversas ocasiones.

Era tan grande la devoción al beato de los mallorquines y de las instituciones mallorquinas de todas las épocas que lo consideraban “su santo”. No había rincón en Mallorca con una estatua, un busto, una efigie o un cuadro que evocasen su nombre: su estatua en la fachada de la Catedral de Mallorca, su imagen en el portal de la iglesia de San Miguel, en el Ayuntamiento de Palma el cuadro de su entierro, un busto y un cuadro de su figura, su monumento en el Paseo de Sagrera, el gran mascarón de proa esculpido por Ricardo Anckerman del vapor “Lulio”, su estatua del Colegio de la Sapiencia, los medallones de la Casa de Cultura de Palma. Como también la placa de la plaza mayor de Palma que señala donde se hallaba su casa natal, su sepulcro en la basílica de San Francisco de Palma, los mismos Estudio General Luliano, el Instituto Ramon Llull y la Sociedad Arqueológica Luliana. Y sin olvidar los lugares lulianos por excelencia: el Puig de Randa, la Real y Miramar.

¡¡¡Cómo han cambiado los tiempos!!! Hemos pasado de la veneración, admiración y respeto al beato a la dejadez, o peor, a la cooperación catalanista de las autoridades de Baleares, que permiten la usurpación del nombre de Ramón Llull. Pero a pesar del rodillo catalanista, la fuerte y estrecha relación de Ramón Llull con Mallorca es imborrable, es el resultado de una forja de muchos siglos. Son casi 800 años de unión y relación inextinguible de Ramón Llull con Mallorca que el catalanismo no logrará eliminar ni sustituir.

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