Europa ante una peligrosa coyuntura histórica

Guerra Mundial

A veces la realidad supera a la ficción, y eso es lo que está sucediendo en el mundo y con especial intensidad en Europa (más concretamente en la UE), desde que no hace ni tres meses, Donald Trump volvió a la Casa Blanca el pasado 20 de enero. Es evidente que Rusia y Ucrania están de candente actualidad, ante el propósito de forzar un final de la guerra que comenzó el 24 de febrero de 2022. Lo cierto es que hubo un intento de mediación de Erdogan el presidente de Turquía -país por cierto perteneciente a la OTAN- que llegó a un preacuerdo aceptado por ambas partes y que basado en los Acuerdos de Minsk se puso sobre la mesa en una cumbre convocada en Ankara.

Todo parecía indicar que, en efecto, la guerra podía terminar sobre esas bases ya hace tres años, pero la posición de algunos países occidentales, encabezados por el primer ministro conservador británico Boris Johnson, lo impidió. Es llamativo observar que ahora es su sucesor en el 10 de Downing Street el laborista Keir Starmer, quien asume el mismo protagonismo en relación con el rearme militar europeo. Sobre todo dada la histórica y estrecha relación existente entre EEUU y el Reino Unido, y que además tras el Brexit, el Reino Unido no pertenece a la UE. Motivo sin duda por lo que sobre el rearme arancelario de la UE no mantiene ningún protagonismo, además de no afectarle apenas.

Por tanto, en la UE la incidencia de las decisiones de Trump han significado un enorme revuelo por decirlo en términos suaves. Es consecuencia de haber perdido esta Europa, la identidad histórica que la hizo «admirada y grande entre las naciones», a la que Juan Pablo II dirigió un histórico discurso desde la catedral de Santiago de Compostela el 9 de noviembre de 1982, al despedirse de España tras recorrerla desde el 31 de octubre, en la primera de las cinco visitas apostólicas que haría a España. Fue durante su extenso pontificado el tercero más largo de la bimilenaria Historia de la Iglesia, de la que fue el 265 sucesor de Pedro.

Es importante recordarlo en esta Semana Santa, vivida en España con especial emoción con las procesiones por las calles de tantas ciudades. Ello porque aquel discurso debería ser leído, escuchado y releído para acertar al interpretar lo que sucede actualmente en esta desnortada UE y saber cuál es el auténtico rearme que necesitamos en la actualidad.

A la distancia de los 42 años transcurridos desde entonces, los acontecimientos vividos en Europa acreditan a aquel discurso como realmente profético. Algunos de los sucesos que lo confirman fueron la caída del Muro de Berlín, que mantenía a los ciudadanos que poblaban el paraíso comunista en una virtual prisión, impidiendo su huida al Occidente europeo. Sin violencia alguna entre la OTAN y su homónima soviética, el Pacto de Varsovia, ambas organizaciones dotadas de ingente armamento militar nuclear y convencional, se desmoronó exactamente en aquel mismo día 9 de noviembre, de siete años después. Y la misma URSS, la superpotencia comunista que junto a los EEUU lideraba el orden geopolítico bipolar surgido de la Segunda Guerra Mundial, se desplomaba cual castillo de naipes, dos años después y también en una fecha muy significativa: el 8 de diciembre, muy significativa por ser la fiesta de la Inmaculada Concepción.

El Papa Juan Pablo II había consagrado Rusia a su Inmaculado Corazón en 1984, al haber experimentado la no mera coincidencia del atentado que sufrió el 13 de mayo de 1981, con la fiesta de la Virgen de Fátima y que había pedido esa consagración, precisamente para evitar la que sería la Segunda Guerra Mundial. Obviamente por no haber aceptado esa petición Suya. Quizás algunas mentes excesivamente racionalistas consideren estos argumentos poco racionales, y más propios de mentes poco ilustradas, pero la fuerza de los hechos históricos se impone.

En la actual coyuntura, donde el rearme militar y el gasto en Defensa parecen imponerse como condición inexcusable para garantizar -no la paz,- sino la ausencia de guerra, sería conveniente acercarse a aquel mensaje del 13 de julio de 1917 para no volver a caer en otro dramático escenario europeo y mundial como entonces. Sin olvidar a China.

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