Esto no es China, Sánchez

Esto no es China, Sánchez

Decretazos, mentiras, leninismo y censura. Salvo en lo del leninismo, que los chinos practican en modo ‘light’, la gobernación del dúo Sánchez-Iglesias imita impecablemente a la del Partido Comunista de Xi Jinping, que va a ser reelegido en unos días como mandamás de un país con 1.400 millones de habitantes. El dúo en cuestión quisiera, sobre todo desde su ala más bolchevique, pastorear al personal en España como lo hace su colega (sí, ese que se ha hinchado a vendernos material ajado) y no tener, por ejemplo, que explicar, en horas, los terroríficos datos del paro de marzo.

La pregunta es ésta: ¿comparecerá Sánchez este fin de semana en la enésima y soporífera alocución televisiva a contarnos a todos (¡y a todas, por favor!) cuántos compatriotas se han quedado sin trabajo? ¿O quizá aplazará los datos hasta el lunes para que no le estropeen su insoportable perorata? A lo mejor, se fuma la tragedia del desempleo y se dedica a felicitarnos a los adultos porque ya hemos podido salir un poquito a la calle. Este modelo -me recuerda un médico facundo- se parece al de los sanatorios antituberculosos de antaño que dejaban a los enfermos tomar el aire por las tardes, pero, eso sí, ataviados con batas blancas para no ser confundidos con las gentes sin cavernas. A los mayores de edad ya no nos falta otra cosa que marcar el paso, vigilados, naturalmente, por guardias de asalto (por los que tanto suspira Iglesias) que nos enmendarán severamente sin perdemos la fila.

Seriamente: esta semana venidera, el Gobierno de este individuo llevará al Congreso su quinta prórroga del estado de excepción vigente, llamado generosamente todavía «de alarma». Sábado y domingo, otro dúo malquisto en La Moncloa, la pareja formada por el gurucillo Redondo y el ex general caribeño Rodríguez, se van a ocupar de constituir un grupo de votantes a favor del engendro, la alarma permanente, promovido por sus dos jefes. Sánchez e Iglesias nos quieren tener internados en nuestros zulos hasta que aquí no se muera nadie, ni de coranavirus, ni del cáncer más asesino, así nos controlan con artilugios geoestrátégicos y si nos desmandamos medio centímetro más allá de nuestros portales, atizarnos una multa como la de Rajoy.

Consultado el Partido Popular sobre si va a sobreabundar su apoyo a Sánchez o restarle el voto, se transmite una cierta dubitación: los más acreditados dirigentes le dicen a Casado que le arree un trompazo a un presidente que, encima de llevar aprovechándose de su benéfica comprensión un par de meses, se permite la licencia de escupir a la mano que le da de comer. Esto es así, pero a Casado le asaltará un nuevo ataque de responsabilidad y, «por las víctimas», me dicen, ayudará de nuevo. Otra cosa es lo que hagan por ejemplo los peneuvistas, cuyo medio de comunicación, ‘DEIA’, viene anunciando que ya se han cansado y que no le proporcionarán a su mantenido más prórrogas. Lo mismo anuncia el independentista rabioso Rufián, al que, por lo demás, conviene no hacer el menor un caso porque es especialista en venderse por un plato de lentejas. Sánchez puede quedarse solo con los leninistas, le daría igual; otro en su lugar, con dignidad, se volvería su casa de donde nunca debió salir.

Los leninistas de Iglesias están sirviéndose y aprovechándose de este largo tiempo de democracia suspendida, para ir colando, partido a partido, sus especies envenenadas. En unos días y otra vez con el timbre de alarma sonando en nuestras orejas, la conjunción del Frente Popular alumbrará su proyecto-estrella de la renta que el comunista denomina «social», pero que es simplemente un ‘Per’ (el Plan de Empleo Rural de Andalucía) que va a convertir España en un abrevadero de subvencionados. Y a la par, el dúo se dispone a ahogar fiscalmente a los españoles con una pléyade de impuestos al alza: sucesiones, sociedades, IRPF, tasa vengativa a los supuestos ricos y hasta -esto es lo último- un posible gravamen a nuestros escuálidos depósitos bancarios. Eso sí, tal acumulación de tasas abusivas será expandida por el conglomerado mediático del Frente Popular como un trozo más del escudo social con que nos está protegiendo el Gobierno, un imprescindible reparto de responsabilidades económicas para que paguen más los que más tienen, que, por cierto, a este paso no van a quedar. Todo para que se fastidie la derecha liberal porque, como dice el simpar Echenique: «Estos son tiempos para que la derecha nos devuelva lo que nos ha quitado».

Mentiras a go gó dichas en momentos en que las gentes se nos mueren a chorros por la inepcia de una Administración sectaria cuyo modelo no es el que se lleva por Europa, en países que sufren la mitad de nuestros muertos. La falsilla es la que se usa por la Iberoamérica más pobre, y, en muchas apreciaciones, la que rige en la nación pantagruélica que gobierna Xin Jinping. Pero esto no es China, aunque el furioso converso, Baltasar Garzón, crea que sí, que lo conveniente es perseguir fascistas, porque el coronavirus es únicamente un bichito simpático que en cuando lleguen los calores sostenidos se irá con el aguijón a otros lares. España no es China, Sánchez. España es cosa seria, como dejó escrito Madariaga que fue para esta tropa de la ultraizquierda un liberal candidato al paredón. «Una Nación -advirtió- es un carácter y a España le sobra el carácter». Sánchez lo comprobará más pronto que tarde.

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