¿Se le está poniendo a Illa cara de «embajador»?

Salvador Illa

El otro día vi un tuit de Miguel Tellado, el portavoz de PP en el Congreso, en el que afirmaba con cierta malevolencia: «A Salvador Illa se le está poniendo cara de embajador». Y pensé, igual acierta.

No creí que este ferrolano de 50 años tuviera ese punzante sentido del humor. Humor gallego, pensé. A Miguel Tellado lo conocí entre carnes y pescados. Acababa de ser nombrado vicesecretario de organización del PP y visitó el mercado de la Salud, en Badalona, feudo del también popular Xavier García Albiol.

Como era un buen reportaje me fui raudo hacia allí. Hasta accedió a dejarse entrevistar, aunque ya la hicimos al aire libre, en el mercadillo, exterior, entre bragas y sostenes en venta. Algunos de oferta.

La verdad es que, como acababa de llegar, metí la pata. Al principio, pensé que era el responsable de organización del PP catalán. «Qué raro», me dije Tampoco me suena. Y a la mayoría de dirigentes del Partido Popular en Cataluña los conozco.

En fin, no sé si al final acertará la profecía porque ya saben que esto de Cataluña cambia más rápido que el mapa del tiempo. A lo mejor también da en el clavo con otro tuit, este más polémico, tras el batacazo electoral de Yolanda Díaz en las europeas: «A la mierda Sumar», escribió en este caso. Tellado; como pueden ver, no se muerde la lengua.

Pero lo cierto es que partidos nacidos con hiperliderazgo tienen problemas en cuanto cae el líder. Ahí están los ejemplos de Ciudadanos con Albert Rivera. E incluso de Podemos sin Pablo Iglesias.

Por eso, ¿acertará con Illa? Con Puigdemont nunca se sabe. Esquerra, o una parte de ella, accede poco a poco a pactar con el PSC. Oriol Junqueras, ahora un militante raso, ha abierto la puerta. E incluso Joan Tardà, siempre inclinado a acuerdos con las izquierdas.

Pero ERC es en estos momentos todavía un partido en estado shock por su resultado en las autonómicas. Perdió 13 diputados, siendo partido de gobierno: de 33 a 20. Aragonès se va a casa. Aunque lo más sangrante no es eso, sino que Junts les sacó nada menos que 15.

Quizá la sesión constitutiva del Parlament del pasado lunes -donde independendistas y socialistas se repartieron la Mesa, es decir, el pastel- fue un espejismo. El alcalde de Barcelona, el socialista Jaume Collboni, ha lanzado también una oferta de colaboración, pero hay resistencia en sectores del partido.

Además, está sin presidente porque Oriol Junqueras, de momento, ha dimitido y espera volver por la puerta grande en noviembre. Mientras, quien manda, es Marta Rovira desde Suiza que, por otra parte, ya no quiere hacer tándem con Junqueras.

Y por si fuera poco, el nuevo presidente del Parlament ya ha puesto en marcha el reloj electoral. Al que menos le interesa es a Salvador Illa. Algunos ya dicen que, en realidad, los más inclinados a repetir elecciones son los de Junts.

El horizonte de la amnistía a lo mejor ya estaría despejado y Carles Puigdemont podría dar la puntilla definitiva a Esquerra. Es de lo que fue siempre el proceso: del poder. Y de la antigua Convergencia jugando al Gatopardo, la novela de Lampedusa: que todo cambie para que nada cambie.

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