Diputados socialistas: entre la Constitución y la obediencia cómplice

Diputados socialistas: entre la Constitución y la obediencia cómplice
Diputados socialistas: entre la Constitución y la obediencia cómplice.

Una inmensa mayoría de españoles -muchos socialistas incluidos- están radicalmente en contra de la amnistía que Sánchez probablemente concederá a Puigdemont -si éste se lo exige- y demás condenados por el intento de golpe de Estado de octubre de 2017 en Cataluña, a la que seguirá el referéndum si también lo demanda el prófugo de la Justicia. A estas alturas, es lógico pensar que Sánchez dará lo que sea, mercadeará con lo que sea y venderá lo que sea con tal de seguir en el poder. Le dará igual que con ello vuele, de facto, la Transición, la Constitución y la concordia -Constitución, por cierto, que ha prometido «guardar y hacer guardar»- si así logra los votos de Puigdemont-; le dará igual que el asesino de Josu Ternera diga que los guardias civiles ya sabían a lo que se exponían porque decían «Todo por la Patria» si recibe los votos de Bildu, votos emanados directamente de un pasado sangriento creado por la banda asesina ETA; le dará igual buscar una fórmula de referéndum para amarrar todos los votos independentistas.

Sánchez todo lo subordina a conservar el poder. Es lo que esconde su propia afirmación en la que dice «buscaré votos debajo de las piedras». Lo hará, a buen seguro, aunque esas piedras sean las nueces que recogía el PNV mientras ETA sacudía el árbol, en palabras de Arzallus. Lo hará aunque humille al Estado haciendo ver falsamente que lo de octubre de 2017 fue una represión policial y los sediciosos eran presos políticos. Lo hará empleando, si es necesario, la toga del presidente del Tribunal Constitucional, que ya dijo siendo Fiscal General del Estado que no le importaba mancharla con el polvo del camino.

Sánchez no tiene un proyecto ni de derechas, ni de izquierdas, ni de centro, sino un proyecto personalista, con un único punto en su programa de Gobierno: seguir ejerciendo el poder desde la cabecera del banco azul. Tratará de disimular con la amnistía y con el referéndum, bajo fórmulas imaginativas que parezca que no son lo que realmente son, pero lo hará y resquebrajará la concordia y la convivencia, porque supondrá un ataque directo a nuestra Constitución, a la Transición que fue ejemplo para el mundo.

Por ese motivo, muchos socialistas están también en contra de ese propósito, porque no se trata de ideología, sino de poder seguir viviendo en concordia, libertad e igualdad, como durante los últimos más de cuarenta y cinco años. Por eso, un acto de partido, como fue el del domingo del PP, tuvo tanta afluencia de gente para ser un acto patrocinado por un partido político, donde el hecho de convocar un partido resta asistentes que son votantes de otras formaciones, pero que comparten lo mismo que el domingo dijo el PP, preludio del gran éxito que ha de ser la manifestación del ocho de octubre convocada en Barcelona por Sociedad Civil Catalana, que seguro que será multitudinaria.

Por eso, los diputados socialistas tienen que elegir entre la dignidad de respetar la Constitución e impedir el ataque a la misma que pretende llevar a cabo Sánchez para conservar el poder y la obediencia cómplice al propio Sánchez, pues si apoyan esos tratos ignominiosos estarán siendo cómplices de dicha acción.

A buen seguro que muchos de ellos querrían rebelarse contra Sánchez, pero el control que el secretario general del PSOE tiene, tanto de las listas que confeccionó como de los resortes de poder del partido, dejan poco margen en número de diputados y poco valor para enfrentarse a él, porque dependen absolutamente de Sánchez para repetir en una lista electoral o conservar o acceder a un puesto de libre designación. A muchos, les va en ello su sueldo, su modo de ganarse la vida, pero hay cosas que deberían estar por encima de eso, aunque mucho me temo que no lo estén.

No obstante, si un grupo de diputados socialistas que defiende la Constitución y que no quiere que se resquebraje la Carta Magna, ni que se liquide la Transición, ni que haya privilegios para unos pocos españoles frente al resto, ni que se traté de acabar con la concordia lograda hace más de cuarenta años, entonces, tiene tres opciones, enumeradas de menor a mayor probabilidad de que ocurran, sabiendo que es casi imposible que se dé ninguna de las tres:

1. Votar a favor de Feijóo para que sea investido en primera votación y lanzar un claro mensaje contra Sánchez y el partido en el que ha convertido al PSOE.

2. Abstenerse en segunda votación para que Feijóo sea elegido por mayoría simple y pueda también evitarse la deriva a la que nos quiere llevar Sánchez.

3. Votar en contra de Feijóo y no votar a Sánchez si es designado posteriormente para ser candidato a la investidura como presidente del Gobierno, donde sería derrotado por los votos del centro-derecha. De esa forma, se iría a nuevas elecciones y ahí, sin posibilidad ya alguna de ocultar los propósitos de Sánchez, darle la palabra de nuevo a todos los españoles.

Cualquiera de esas opciones les pone del lado de la defensa de la Constitución. Realmente, y considerando que, quizás, sea demasiado para ellos votar al candidato de otro partido, la segunda opción puede considerarse como segundo óptimo, como decimos en Economía, porque impide las barbaridades a las que parece dispuesto a llegar Sánchez para conservar, a toda costa, el poder -recordemos de nuevo, «buscaré votos debajo de las piedras» y respeta que la lista más votada pueda formar gobierno, como, por ejemplo, hicieron los socialistas con Rajoy a finales de 2016. Si no, como mal menor, la tercera.

Ahora bien, si finalmente se pliegan a las instrucciones de su líder, no podrán alegar obediencia debida, porque el escaño es de cada diputado, que representa a todos los españoles. El escaño no pertenece al partido, sino al diputado, aunque los partidos se hayan apropiado de facto de ellos a lo largo de estas décadas, de manera que es cada diputado socialista el que debe obrar en consecuencia dependiendo del lado en el que quiera estar: si en el que defienden, entre otros, sus líderes históricos -Felipe González y Alfonso Guerra-, de rechazo a la amnistía, al referéndum y a la desigualdad entre los españoles y de defensa de la Transición y la Constitución-, o del lado de Sánchez, que está dispuesto a lo que sea necesario para ser presidente del Gobierno y que simplemente con la amnistía ya liquidaría, de hecho, la Transición y la Constitución.

No tengo muchas esperanzas, por no decir ninguna, de que elijan cualquiera de las tres opciones que los pondría del lado de la defensa de la Transición, la Constitución y la concordia, pues la probabilidad de que elijan la disciplina de voto para no ver en peligro sus puestos ronda el 100%, pero deben remover sus conciencias para saber si podrán seguir mirándose al espejo, mirar a sus hijos a los ojos y vivir con la conciencia tranquila si secundan este ataque a nuestra Transición, a nuestra Constitución, a la concordia entre españoles y a las mejores décadas combinadas de prosperidad y libertad de la Historia de España, con distintos partidos en el gobierno.

Si permiten que Sánchez consiga su propósito, quizás habrán salvado su puesto de trabajo, pero habrán dejado que se vuele por los aires el pasado más brillante de su partido, de nuestra Transición y de nuestra Constitución, a las que herirán de muerte, y serán cómplices de ello en su obediencia.

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