Dinero, feminismo y populismo en ‘Soy Macarena’

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Como saben, Soy Macarena nos habla de las experiencias de la ex congresista en su pelea contra la vida que, tal como ella plantea, es una batalla campal y donde los capítulos sobre el dinero son excelentes.

Macarena, que atravesó momentos de necesidad de niña, relata cómo llegó a tener claro que debía hacer dinero para ser libre (porque la ausencia de dinero te esclaviza): «Desde mi mirada de niña observé las distintas maneras de comportarse de los que manejaban cuartos». «Tener dinero es la primera premisa para que no puedan comprarte. Quien tiene dinero es esclavo de su posible vanidad, quien no tiene dinero, es esclavo del dinero».

Y esto tiene mucho que ver con la profesión de político y los políticos de profesión, los que no tienen otra forma de ganarse la vida, aquellos para los cuales las ideas no son importantes, sino perpetuar el montaje teatral que les da de comer.

«Gracias a ella (su plaza de Abogada del estado) nunca he tenido que arrodillarme ante nadie que no lo mereciera ni callarme ante quien ha intentado silenciarme». «Gracias a ella he podido mandar sobre mi hambre, irme de los sitios antes de que me echaran, dar la batalla de los rebeldes».

Cabe destacar que el libro desvela una mujer profundamente feminista, fuerte y desencadenada como pocas y pocos personajes en España: «Ahora, visto con perspectiva, el gran problema que tuvo Abascal fue pensar que yo no era gallo, que era gallina. Y aquí se equivocó».

Una mujer que le saca la lengua descojonándose (en el libro se habla con todas las letras, incluso las más gruesas) a las convenciones: «Decirme a mí «no hay huevos», es el primer paso para que me dé por hacer un revuelto. Es por ello que huyo del estereotipo de la mujer cabreada y apesadumbrada, de la infeliz e insatisfecha, y me pongo al lado de la que no se para y combate trabajando, la que sabe que cada paso significa una grieta en ese dique de contención que nos impusieron».

Por supuesto, se despacha sobre el machismo de Vox: «Vox es incompatible con un rostro femenino potente». Y sobre el flaco favor que hace Podemos al feminismo: «Me parece tan importante que las mujeres que no sean de izquierdas puedan sumarse a la lucha, como que puedan hacerlo los hombres. La sororidad no es dar la cara por quien tienes afinidad. La sororidad es transversal».

Macarena define el populismo de ambos partidos, desde el conocimiento: «Los extremos follan entre sí y tienen un sexo tan salvaje y placentero que son adictos a él. Los populismos son máquinas de magnificar o hacer desaparecer los problemas. Bajo el palio de la indignación sobreactuada deshumanizan el dolor para servirse de él. El populista llama populista a otro populista. Ese es su modus operandi. Lo sé porque estuve ahí».

Una mujer que, haga lo que haga, lo hace bien, incluyendo hacer el mal: «Uno de mis lemas es, si no vas a gas, pá’ que vas»… En el libro cuenta cómo llegó a dulcificar a Santiago Abascal, por ejemplo, en su propio radicalismo: «Pude llegar a convertirme en la parte más extrema del propio extremo».

Y todo este despliegue de intimidades desde la humildad, porque la confesión de Macarena es modesta y autocrítica, después de todo.

Ojalá pudieran escribir Irene Montero, Yolanda o Belarra, o el propio Sánchez, alguna vez, una historia tan consciente como esta, pero no lo harán, entre otras cosas, porque son inaguantables, vanidosos, pedestres, inseguros: «Es cierto que la política engancha, que los focos te nublan, que las ovaciones de un auditorio entero te hacen flotar. Mentiría si dijera que aquel día no me reconocí inmortal imbatible».

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