Del 11-S y el 11-M a la actualidad
Contemplamos la deriva del sanchismo hacia el extremismo ideológico más radical con la Ley Trans como referencia especial, a la que se añade la del Sólo sí es sí o la del aborto eugenésico, entre otras; ésta última con una protección legal para los abortorios que no tiene siquiera el Congreso respecto a los diputados que acceden o salen de él.
El presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt decía que cuando sucede un hecho político relevante, hay que creer siempre que ha sido fruto de una preparación muy elaborada. Afirmación que hoy le descalificaría, incluyéndolo en la categoría de «absoluto conspiranóico». Pues bien, la política española está sometida a una agenda gubernamental que comenzó cuando Pedro Sánchez accedió a La Moncloa por la única moción de censura exitosa con la actual Constitución, tras haber fracasado en las dos ocasiones previas en las que fue candidato del PSOE a la Presidencia del Gobierno, con los peores resultados -89 y 84 escaños- obtenidos por su partido desde 1977, y tras ser cesado de la Secretaría General en un dramático Comité Federal el 1º de octubre de 2016, y regresando después a esa responsabilidad apoyado tan sólo por esos escasos 84 diputados.
Esa singular trayectoria política personal se caracteriza ahora por generar crispación, división y enfrentamiento entre los grupos sociales -hombres y mujeres, ricos y pobres, derechas e izquierdas, etc.- llegando al extremo de señalar personalmente a empresarios y periodistas que no le son gratos, en el mejor estilo populista y autoritario. Resulta evidente que está dando una nueva vuelta de tuerca al programa de Gobierno que llevó a cabo Rodríguez Zapatero tras ganar inesperadamente las elecciones, bajo la conmoción provocada por el 11-M en 2004.
Vemos que en ambas ocasiones, 2004 y 2018, el acceso al Gobierno no siguió el cauce ordinario previsto de ganar unas elecciones generales con normalidad, y que las dos alumbraron un nuevo marco legal que no había estado presente en los respectivos programas electorales. En 2004, el matrimonio entre personas del mismo sexo, la Memoria Histórica y el nuevo Estatuto de autonomía para Cataluña, significaron un tridente normativo en el plano moral, ideológico y territorial que dividió hondamente a la sociedad española. Ese programa ahora lo ha radicalizado Sánchez, respectivamente, con sus leyes LGTBI sobre la ideología de género, la Memoria «Democrática» y con su pacto de Gobierno con el secesionismo republicano catalán. La vuelta de tuerca comentada.
Es interesante -conforme al «conspiranóico» Presidente Roosevelt- seguir la pista a la secuencia de acontecimientos que llevaron al vuelco político del 11-M y a su novedosa agenda política. Tras la mayoría absoluta del PP con Aznar en el 2000, el atentado de las Torres Gemelas el 11-S del año siguiente alteró el orden internacional, estableciendo un nuevo eje europeo al histórico vínculo transatlántico con EEUU. Lo definió el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld en 2003: La «vieja Europa» construida sobre el eje París-Berlín daría paso a la «nueva Europa» pivotando sobre el Reino Unido y España, escenificada en la foto del Trío de las Azores, en la que Bush, Blair y Aznar preparaban la invasión de Irak y el derrocamiento de Sadam Hussein. Aznar y España eran el eslabón más frágil de esa «nueva Europa», y el objetivo de hacerlo caer pareció claro desde el primer momento. Así, en julio de 2002, la insólita ocupación del islote Perejil pareció destinada a ese fin, con Chirac y Francia en la sombra. Abortada la operación con un espléndido golpe de mano, la política de desgaste continuó unos meses después, convirtiendo el naufragio del petrolero Prestige, sin ningún punto de conexión con España, en una catástrofe ecológica marina imputable al Gobierno Aznar.
El «No a la guerra» fue la siguiente etapa que debía consumarse con una votación reclamada como secreta por el Grupo Socialista del Congreso, reprobando a Aznar por la invasión de Irak. A pesar del secreto, todo el Grupo Popular respaldó al Gobierno impidiendo la maniobra de una censura encubierta. La siguiente acometida fue el 11-M, y lo que siguió ya es conocido. El inesperado Gobierno socialista retiró el veto a la Constitución europea por no incluir una referencia a sus «raíces cristianas». Y así hasta ahora.