Dame pan y llámame facha

Dame pan y llámame facha

«Se ha dicho siempre: no hay nada más imbécil que un pobre de derechas», contestó el cantante comunista, y por ello millonario, Víctor Manuel cuando la periodista de izquierdas y por ello millonaria, Julia Otero, le preguntó su opinión acerca de que «el 60% de la gente de las favelas, el 60% de los más miserables, han votado a Bolsonaro en la primera vuelta de las elecciones presidenciales» de Brasil. Se enfrentará al candidato del ultraizquierdista Partido de los Trabajadores, Fernando Haddad, heredero de Dilma Rousseff, destituida de la presidencia de Brasil acusada de corrupción y a su vez heredera de Lula da Silva, actualmente detenido por corrupción. Los millonarios de extrema izquierda dan por supuesto que los pobres tienen que votar a los partidos de izquierdas que les han hecho a ellos ricos y a los pobres que no se dejan engañar los llaman imbéciles.

Pablo Iglesias también dice que somos imbéciles los que no aplaudimos su casoplón de la sierra de Madrid y Echenique cree que somos imbéciles los que criticamos su pisazo de lujo en el elitista barrio de Salamanca. Imbéciles les parecemos todos los que hablamos de la bolivariana fortuna que le dejó Hugo Chávez a su familia, valorada en más de 500 millones de dólares; o de los más de 900 millones de dólares en que la revista Forbes valoró la fortuna de Fidel Castro. O los que nos asombramos al ver cómo la fortuna de los Kirchner pasó de 7 millones de pesos en 2003 a 100 millones en 2014. La lista es interminable, el principal objetivo de todos los líderes de extrema izquierda es enriquecerse a toda velocidad, como Lula da Silva y Dilma Rousseff, dando por sentado que los más pobres les van a tener que votar para que no les llamen imbéciles.

Pero eso no es lo peor que hacen todos ellos, aún es más terrible la forma en que los comunistas empobrecen a sus países cuando consiguen el poder. Los arruinan robando para ellos, sí, pero también los arrasan porque la extrema izquierda necesita que haya muchos pobres que les voten. Y si con los pobres de sus países no consiguen suficientes votos abren sus fronteras para que lleguen pobres de donde sea con tal de mantener el poder. Los empobrecen primero y finalmente los asesinan. Hacen falta muchos muertos para sumar los 100 millones de muertes que ha causado ya el comunismo en el mundo. Y la cifra sigue creciendo. El Caribe se llenó de cadáveres de náufragos que intentaban huir de Cuba y las calles de Venezuela se riegan con la sangre de los opositores al narcorégimen de Maduro.

Por eso hay un movimiento imparable de pobres de todo el mundo que han dicho: ¡BASTA! Que se han dado cuenta de cómo el comunismo les roba hasta la vida y han empezado a mirar hacia otros lados. Miran a políticos como Jair Bolsonaro en Brasil o Viktor Orbán en Hungría. A partidos como el Frente Nacional en Francia, Ley y Justicia en Polonia o VOX en España. Movimientos políticos que algunos tildan de extrema derecha porque se atreven a argumentar en contra del discurso único del neocomunismo ‘feminazi’ y ‘ecolojeta’. Pero los pobres lo que exigen es dignidad, educación, trabajo y justicia y eso nunca lo han conseguido votando comunismo. Así que muchos de ellos han empezado a decir «dame pan y llámame facha» y los Víctor Manueles y las Julias Oteros de todo el mundo tiemblan pensando que se les acabó el chollo por culpa de tantos pobres que ya no son tan imbéciles como antes.

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