Cuesta abajo en la «Reydada»

Cuesta abajo en la «Reydada»

O en la rodada como canta el tango, que así queda más precisa la intención del título. Este conglomerado del Frente Popular está dejando tan en el sótano a Felipe VI que, de seguir así al Rey una día no se le va a ver. Es decir; se convertirá en un objeto prescindible. O peor aún: en un remedo de esas horrendas figuras de porcelana que se regalan a los “bodacantanos” no muy próximos y que éstos, una vez recibido el endoso, lo colocan sobre un mueble tambaleante para que, que con suerte, la bailarina se haga añicos estrellada contra el suelo. La metáfora es, pese a su autoría, extraordinariamente certera. Adecuada con una sola matización: que al Rey esta vez no le van a largar por Cartagena -estos son muy feroces pero no tan tontos- sino que le van a colocar en un rincón de nuestra casa nacional, dedicado solamente a recibir en audiencia a, pongámonos por caso, los pequeños agricultores de la Siberia extremeña, si es que queda alguno, que esa es otra, porque está por ver que aún existan en este país ruralmente despoblado.

Se trata de, primero, ningunearle, de, segundo, convertirle en sólo un alfil eventual del ajedrez nacional, de, tercero, desdeñarle como si se tratara de un recuerdo del Rigodón, de, cuarto, prohibirle la entrada en actos institucionales de primer rango, de, quinto, ordenarle lo que debe decir y fiscalizarle lo que quiere hacer, y, de,  sexto, impedirle, cuál es su obligación, cumplir con el Artículo 56 de la Constitución. Este proceso, partido a partido para entendernos, durará algún tiempo, aunque no tanto porque, como previene una diputada del Partido Popular, muy cercana colaboradora de Casado: “Las próximas elecciones se van a convertir en un plebiscito sobre la continuidad de la Monarquía”. Siguiendo con el símil ajedrecístico, esto no termina tampoco el día que se deshagan de la Corona, continuarán su camino porque el jaque mate al Rey trae consigo el fin de la partida. O sea, de la España constitucional tal y como hoy todavía la concebimos.

Éstos, como pregonaba Franco, lo tienen todo atado y bien atado, pero con una diferencia: que el general nunca se creyó en lo que prometía, éstos sí, su plan es el descrito. En menos de dos meses han protagonizado dos episodios que revelan la magnitud de su programa: uno fue la presión que ejercieron sobre Felipe VI para que mandara a su padre a las tinieblas exteriores, fuera de España. El Rey nunca debió aceptar ese miserable chantaje que se produjo exactamente así: “O se va o le montamos un pollo, banquillo incluido”. Culpado de antemano Don Juan Carlos y expulsado de España como si se tratara de un penado, la Corona española se quedó, se ha quedado, más débil, adelgazada en su importancia institucional. Al tiempo que Sánchez y su monaguilla Calvo se apropiaban de una victoria que encima presentaron (ellos y sus cómplices de Iglesias) como un exilio, menudearon entonces desaguisados protocolarios (quítate tú, Rey, para ponerme yo, Sánchez) perfectamente articulados para desgatar la primogenitura del Monarca, para hacerle vulgarmente de menos.

En el segundo episodio, la Corona tampoco ha salido precisamente reforzada. Sánchez y sus conmilitones han dejado al Monarca -no sabe nadie cómo siento escribirlo así- a la altura del betún. Le han  desautorizado en toda regla, le han impedido por las bravas que presida un acto, el de los nuevos jueces y fiscales, en el que desde siempre, ha ocupado la principal representación y lo han hecho con la disculpa de que no quieren poner en peligro la integridad del jefe del Estado. ¿Y la de la cuarta autoridad del Estado, el presidente del Poder Judicial? Y además: ¿qué es eso de que nuestra Policía no pude proteger a su Rey? Paparruchas infectas. Éstos, de los ahora socialistas que ya no es que ocupen, es que okupan la Moncloa y sus aledaños, se han puesto en manos de lo peor de España: los etarras (¿o es que caso Otegui no lo fue?) de Bildu y los separatistas violentos de Cataluña, y les quieren comprar votos a base de cargarse la sedición y de poner a los condenados por ese delito en la calle. Están poniendo a la Monarquía cuesta abajo en la rodada, en extrema situación de debilidad, la que pretenden incluso acendrar en los próximos tiempos. Estos tipos son un peligro nacional y no solo para el Rey Felipe, sino para todos nosotros, los españoles decentes.

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