Coronavirus: in necesariis unitas
Una vieja frase atribuida a San Agustín afirma que “in necessariis unitas, in dubiis libertas, in omnibus caritas” (en las cosas necesarias, unidad; en las dudosas, libertad y en todas, caridad). La política española ha padecido en su historia muchos momentos de falta de caridad, en los que no supo estar unida en la necesidad, y quiso ir en lo dudoso más allá de la libertad, dando pie a la intolerancia. En esos casos, hubo guerras. Guerras que se quisieron evitar con la caridad, tolerancia y unidad en lo necesario que animó la transición española.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte, es evidente una ruptura de la concordia constituyente del régimen del 78. Por un lado, el poder bipartidista (y, a lo que parece estos días, el mismo Rey emérito) fue degenerando hasta producir una enorme desafección. Por otro, ciertas fuerzas han querido aprovechar la desafección para sacar rédito político y romper el pacto constituyente, sea hacia modelos comunistas (que siempre se presentan como más democráticos, igualitarios y participativos, pero siempre erosionan la libertad), sea hacia modelos de descomposición del Reino en varias repúblicas. Dichas fuerzas rupturistas han sido aprovechadas en distinto modo por el poder bipartidista para perpetuarse en el miedo al cambio sin regenerar nada, o bien para retener el poder pactando con los rupturistas.
En este contexto, ha irrumpido el coronavirus. Como no podía ser de otro modo, los primeros compases de respuesta política a la pandemia han venido marcados por la discordia y la falta de caridad que nos afecta desde hace años. Según informaciones publicadas, los independentistas intentaron aprovechar el caos para que la respuesta fuese diferenciada en el Principado de Cataluña y la comunidad vasca. Por su parte, los comunistas han intentado aprovechar la excepcionalidad para introducir medidas ideológicas de dudosa eficacia desde el Gobierno central (y ojo, porque todavía lo intentarán cuando se hayan de tomar las sucesivas medidas).
Con la amenaza de un rupturismo dispuesto a aprovechar la ocasión, discurrió la tardía adopción de las primeras medidas. En la noche del sábado, tras una tensa tarde en la que se llegó a informar de una posible ruptura PSOE-Podemos, el Presidente salió para dejar claro que el Estado de alarma sería igual para toda España, se mantenía una libertad de circulación razonable, se evitaban las medidas expropiatorias que habrían sido del gusto comunista, y se centralizaba todo sin dar pie a intento alguno de dar un nuevo paso secesionista aprovechando el caos. Y frente a esas medidas, apenas ha habido oposición, pues todo el mundo comprende que en la necesidad se necesita la unidad. Y apenas ha habido discordia, pues toda crítica ha sido razonable y caritativa.
Decía Aristóteles que la amistad cívica posibilita la concordia, evita la discordia, y es el fundamento de la convivencia. Poco después de la intervención presidencial, una nueva España de los balcones tomaba la palabra: por todas partes se oyeron aplausos a nuestros sanitarios. La sociedad demostró en un minuto que las discordias con las que a diario se nos retrata eran menores y en cosas dudosas, pues sabemos estar unidos en la necesidad. Una unidad que, a juzgar por el tono y la discordia de estos años, no era ni mucho menos previsible. Pero se ha dado. Un buen fruto de una situación lamentable. Esperemos que, cuando se salga de esta, la concordia que emergió con el coronavirus permita que el proceso político siga adelante con menos intolerancia y más caridad de las padecidas los últimos años. En España, y en el mundo.