El constitucionalismo como primera fuerza de Cataluña

El constitucionalismo como primera fuerza de Cataluña

El título de este artículo tal vez pueda desconcertar a los lectores. Pero hace referencia a una realidad. Es evidente que las encuestas publicadas hasta el momento para el 14F cautelar solo barajan tres posibles primeras fuerzas: el PSC, ERC y Junts per Cat. ¿A qué vengo entonces con la idea del constitucionalismo como primera fuerza?

Pues en primera lugar al hecho cierto de que la primera fuerza en el Parlament sigue siendo Ciudadanos. En segundo lugar, a que casi todas las encuestas dan a la suma de Cs, PP y Vox un porcentaje de voto que es mayor que el que se proyecta para PSC o Esquerra: las encuestas sitúan a los tres potenciales ganadores entre el 19 y el 22% de los votos, y la suma de los tres partidos dinásticos ronda el 23%. De modo que si los votantes quisieran concentrar su voto en una sola lista, volvería a haber una fuerza constitucionalista disputando la victoria en Cataluña.

Naturalmente ahora no toca tal cosa. Y no toca porque la fuerza que tenía que haber usado del liderazgo obtenido en las pasadas elecciones no lo ha hecho, desperdiciando una ocasión histórica en el Parlament. Pese a ser la fuerza con más diputados, Cs ni ha intentado una investidura, ni ha presentado una moción de censura (como le planteó el PP) en toda la legislatura. En consecuencia, no ha expuesto en ningún momento una alternativa de gobierno para Cataluña y se ha demostrado un partido inútil a efectos autonómicos. Además, sus líderes han demostrado que Cataluña les importaba un comino, usando el Parlament como mero trampolín hacia Madrid. Por si no fuera suficiente, se cargaron a Lorena Roldán después de dejarle ganar las primarias. Los ingredientes para la debacle son todos los posibles…

Como alternativa a Cs está el PP, que ha recogido a la señorita Lorena, y ha fichado a una ex de Unió hoy perteneciente al grupo de Manuel Valls en el Ayuntamiento de Barcelona. Con eso pretende hacer las veces de frente amplio centroderechista. Pero su oferta padece enormes lastres. Por un lado, el PP fue el partido al que los votantes de Cs abandonaron por su tibieza, sin que haya razones de peso para volver. La pesada herencia de la corrupción, de un 155 mal aplicado o del mal ejemplo de sus líderes pretéritos como Andrea Levy o Alicia Sánchez Camacho, que también usaron Cataluña de trampolín, pesan mucho. Por otro, la dirección nacional no está apoyando suficiente al PP catalán, y ello está privando a Alejandro Fernández del peso mediático necesario.

Y junto a estos dos, Vox. Un partido que parte de cero, pero con el aval de haber sido quien sentó en el banquillo a los líderes independentistas, logrando acabar con ellos en la cárcel. Un partido que no tiene lastres como los del PP. Con un líder que, a diferencia de azules y naranjitos, renuncia a Madrid para estar en Cataluña. Y con una determinación frente al nacionalismo que recuerda a las mejores batallas del PP y a las mayores esperanzas de Cs. Tal vez por ello el trasvase de voto esta siendo abundante desde PP, Cs y el propio PSC hacia Vox.

Las transformaciones en el sistema de partidos son lentas. Destronar a un partido como líder de un espacio lleva varios procesos electorales. Si Vox no comete errores, no sería descabellado que logre, como Cs en su día, ganar algún día unas elecciones en Cataluña. Si los votantes catalanes saben ver este proceso, y concentran su voto en Vox, pueden ganar unos años en el encumbramiento de una nueva alternativa constitucionalista.

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