Apuntes Incorrectos

Los cerdos del Sur: lo que va de Draghi a Sánchez

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Con motivo de la gravísima crisis financiera de 2011, que estuvo a punto de arrumbar con el euro, la prensa anglosajona acuñó el acrónimo ‘pigs’ para referirse a los países del Sur que acumulaban deudas indecentes y necesitaban imperiosamente planes de rescate y de ajuste: Portugal, Italia, Grecia y España. Aquí gobernaba entonces Zapatero, un personaje ayuno de conocimientos económicos, sobrado de sectarismo político e incapaz de enderezar la situación, dado su pésimo bagaje intelectual y su carga de adrenalina corrosiva. No sólo Bruselas sino hasta los Estados Unidos de Obama lo conminaron a desplegar un programa de estabilización contrario a todas sus promesas de más gasto social y de más izquierdismo en vena. Naturalmente, perdió las siguientes elecciones, en las que venció Rajoy, que fue asistido internacionalmente para arreglar un sistema financiero extremadamente débil con ayudas por valor de 100.000 millones, de las que al final se usaron poco más de la mitad.

Pasada una década, los cerdos más importantes del Sur siguen siendo los mismos en términos de PIB: Italia y España. La deuda pública de ambos países es descomunal y los desequilibrios económicos muy abultados, particularmente en nuestra nación, que padece una tasa de paro escandalosa afectando criminalmente a los jóvenes. La pandemia ha multiplicado los desajustes en los ‘pigs’, aunque con la ventaja de que las reglas fiscales de la Unión Europea están suspendidas y de que se han aprobado programas de ayuda financiera multimillonarios para hacer frente a la caída abrupta de la actividad correspondiente a la clausura de las unidades productivas durante más de un año.

Pero la reacción de los países más castigados por la crisis vírica no ha sido pareja. El presidente de la República italiana, Sergio Mattarella, logró un acuerdo para nombrar primer ministro a Mario Draghi con el apoyo de todas las fuerzas políticas. Draghi ha sido el anterior responsable del Banco Central Europeo, es una persona absolutamente independiente con todas las ambiciones y pompas colmadas, sin otra pretensión que la de conseguir por una vez, y no lo tiene fácil, revertir el atraso secular de una nación asfixiada por un sector público elefantiásico, una burocracia pesada e ineficiente y un mercado laboral todavía peor que el español, en el que hasta el momento es imposible despedir a nadie: una verdadera ratonera para la supervivencia de las empresas.

Como era de esperar, Draghi se ha puesto manos a la obra. A fin de recibir los fondos europeos por valor de 200.000 millones de Bruselas -la mitad como donación- ha presentado un plan de reformas que ha contado con el respaldo de la mayoría del Parlamento italiano; una parte importante de las mismas orientada a agilizar la Administración, otra a liberalizar de una vez por todas el mercado de servicios, y la última a facilitar urgentemente los ajustes de la fuerza laboral de las empresas a un coste asumible. También está dispuesto a reducir los impuestos susceptibles de mejorar la competitividad del país y a no subir ninguno de los demás. Ha nombrado una comisión de expertos independientes que será la encargada de decidir el destino de las ayudas europeas para evitar cualquier tentación de clientelismo y, aún más crucial, ha empezado una cruzada para profesionalizar las empresas públicas, defenestrando los anteriores cargos políticos y nombrando, como repuesto, a expertos avezados en la gestión.

En España, el cerdo más promiscuo del club de los ‘pigs’, estamos siguiendo el camino opuesto. Casi al mismo tiempo que Draghi prescindía del principal responsable del holding público empresarial para nombrar, como sustituto, al que era el número dos del Banco Europeo de Inversiones desde 2007, el presidente Sánchez ordenó caprichosamente la destitución del presidente de Indra Fernando Abril-Martorell, una empresa cotizada y destinada a ser puntera en la industria militar para nombrar, después de un episodio tortuoso, a un socialista catalán que es, como gran descubrimiento, ingeniero. La maniobra ha causado pérdidas millonarias en bolsa a los accionistas de la compañía, la mayoría de ellos inversores extranjeros con capacidad de prescripción internacional que seguramente han tomado buena nota -estamos en presencia de un Gobierno que no albergará ningún escrúpulo a la hora de tomar el control de las sociedades donde pueda-, y que por tanto difícilmente oficiarán como alentadores de la llegada de capital a nuestro territorio.

También en sentido contrario a Draghi, el plan de Sánchez no contempla un programa serio de consolidación fiscal a largo plazo -de reducción del déficit y de la deuda pública-, no incluye en detalle clase alguna de reforma en asuntos clave como el sistema de pensiones o la legislación laboral, desprecia cualquier mención a la revitalización del mercado único en un país como el nuestro sometido a diecisiete normas cada cual más punitiva para el ejercicio del libre comercio, y, lo que es más importante, es un plan que no cuenta con el respaldo del Parlamento.

En lo que se refiere a España, el plan de Sánchez para ser acreedor de la donación de 70.000 millones -que nos llegarán con cuenta gotas- es un plan exclusivamente del presidente, un programa que rehúye cualquier programa de ajuste estructural como el que ha presentado Draghi -que se asemeja mucho a los programas tradicionales de estabilización del Fondo Monetario Internacional- y que tiene el evidente riesgo, cuando no la intención tácita, de convertirse en un mecanismo de reparto de dinero y de favores entre empresas afines y colaboradoras. Y ya se sabe, después de lo de Indra. El que no se avenga al dictado del líder supremo, que se atenga a las consecuencias.

Draghi es un árbitro ejecutivo en favor del juego limpio y de la mayor eficiencia de la economía. Es una garantía de que sus propuestas serán lo más sensatas posible, porque desprecia la conveniencia política. Sánchez sólo aspira a ser el jefe del club, el capo de la banda, y semeja estar muy dispuesto a practicar el clientelismo en vena, ése que valide, perpetúe y confirme su poder incontestable.

Es difícil que esta distinta manera de proceder entre los sucesos venturosos que observamos en Italia y los desdichados que ocurren aquí pase desapercibida en Bruselas. Según me dicen algunos amigos en la capital de Europa es improbable que esto tenga consecuencias a corto plazo. La primera remesa de donación a España llegará sin duda, porque la UE no puede permitirse vetar a un país europeo por mucho que su desidia, su falta de diligencia técnica y su aversión por la excelencia merecieran un castigo. Pero está claro que, tras esta primera liquidación monetaria, el desembolso del resto de los recursos comprometidos será sometido a un chequeo severo que en este momento el Gobierno de Sánchez no parece capaz de pasar con nota.

Para los franceses y los alemanes, que son los que cuentan, el señor Draghi conserva una reputación a prueba de bomba y asegura una estabilidad institucional crítica para el futuro del proyecto comunitario. Draghi es lo más parecido a Dios, igual que Sánchez es un oportunista, un vendedor de crecepelo, un embustero compulsivo y un felón. Alguien del que jamás te podrás fiar. Una condena para España.

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