La cena de Navidad de los políticos españoles
Los rasgos distintivos del carácter español son el valor y la soberbia. España se prepara para una nueva celebración religiosa. Para amenguar la coalición de enemigos externos, tan llenos como estamos del carácter de nuestra tierra, propongo una indulgente convivencia, ajena a odios y pasiones, motivada por un fuerte arranque de patriotismo. Sugiero desde esta tribuna que se realice de forma voluntaria (con asistencia obligatoria) una cena de Navidad para los líderes de los partidos políticos de nuestro país.
Sin respetar ni dolencias, ni canas, ni méritos de ningún tipo, en dicha cena se repartirán regalos de un amigo invisible, ya sorteado previamente bajo notario. Una idea poco tradicional y sumida en el capitalismo americano, pero qué duda cabe de que supondrá una actividad intensísima de saneamiento, que tendrá consecuencias regeneradoras vibrantes y cristalizadas. Para ayudar a tan difícil elección, y como ciudadana aplicada y solidaria, propongo los regalos según el esquema arbitrario que a mí me parece que podría salir si Venus y Marte se juntaran con fortuna.
En estos aciagos días, en la bacanal aquí propuesta, los trazos de fuerzas ocultas quedarían así: PabloC regalará a PabloI; PabloI obsequiará a Pedro; Santiago hará lo propio con Inés; Inés regalará a PabloC; y Pedro agasajará a Santiago. Una vez establecidas las flechas, habría que ponerse a pensar y establecer un precio base para que no haya disparates clasistas ni azabaches indeseados. Se evitarán dos tendencias. Por una parte, la banalización y desmitificación del lujo; y por otra, la reproducción del poder de ensueño y de atracción mediante las políticas de precios y de imagen.
Con espíritu navideño y siguiendo con ese afán de ayudar al país, he dedicado un buen rato a pensar en los regalos para facilitarles la labor. Igual que Fichte creía en la superioridad de la raza alemana cuando fue aplastada por Napoleón, con la misma firmeza, creamos nosotros aún en la eternidad de la –ahora decadente- raza española; pero hagámoslo con viva fe, cimentándonos en obras. Procedo a establecer los regalos. Reconozcan que la valentía del español resaltada al principio de este texto, en mi caso, cobra un matiz sobresaliente; no hablemos de soberbia, a ver si alguien va a decir algo inapropiado…
De forma general, se establecerá que los regalos tengan un matiz cultural, con alardes de estimación hacia la persona regalada. Se buscará ensalzar los valores de sacrificio, abnegación y constancia en pro de los ideales supremos de libertad y feliz convivencia cívica. En este orden, con incertidumbre en el ambiente, cargado de las buenas intenciones que tiene el espíritu navideño, PabloC regalará a PabloI un libro sorprendente y certero: “Manual de los derechos del Trabajador”. PabloI, superado por tan grata sorpresa, entregará su regalo a Pedro: la versión remasterizada del magnífico documental de Orson Welles “Fake”. El ambiente a estas alturas hervirá de calor fraternal y brillos dorados de bondad y reconocimiento. ¡Qué buen momento para nuestro país!
A continuación, será el turno de Santiago que, con majestuosa caballerosidad, entregará a Inés un libro envuelto en papel de regalo con estampado del exquisito William Morris: “La perfecta casada”, de Fray Luis de León. Inés, emocionada por tan halagador presente, acometerá su turno en esta bucólica escena y regalará a PabloC igualmente un libro: “Cómo ser un líder”, de Daniel Goleman. Abrazos fraternales, sonrisas infinitas, el ambiente trascenderá ya de lo puramente político; parecerá que el país, tras esta cena, tomará un nuevo rumbo. Tal es el virtuoso poder de los libros que pueden operar por la fuerza del simple título o, más exactamente, de su cubierta.
Finalmente, será el turno de Pedro, que deberá regalar a Santiago. La nota dominante del regalo, extrañísima, será un pedazo de brocado amarillo antiguo, cortado como una cruz que cegará, que resaltará sobre las medias tintas de colores desvaídos del envoltorio, un rosa palidísimo, como de una rosa que se está deshojando. En el seno de una bandeja blanca de color vinoso, como en un lecho, o mejor, como en un trono, dejará Pedro su regalo. Santiago, impecable, pulcro y distante, lo abrirá: un ejemplar dedicado de su tesis. Pedro será muy generoso en las palabras que le dedicará a su contrincante. Con una digna caligrafía, de angulaciones audaces –momento dannunziano de este artículo- rezará: “Para el rey de tréboles, de su vasallo, Pedro”.
¿Expreso lo inexpresable? Mi pluma latina es incorregible. Creo que escribir en el periódico más valiente y avasallador de este país me está perturbando maravillosamente. Be thou me, impetuous one!