Cassandra, desde mi libertad de expresión

Cassandra, desde mi libertad de expresión

Casandra es un nombre griego que significa “la que es hermosa”. Desde el pasado miércoles, Cassandra emergió ante la opinión pública como una delincuente condenada por sentencia de la Audiencia Nacional por apología del terrorismo. Ilustro a modo de ejemplo los “tuits” de la susodicha: «Qué mal hizo ETA al dejar tanto hijo de puta vivo» o «¿Consideras que se puede justificar el asesinato en algunos casos? Sí, el de Carrero Blanco por ejemplo». Omito aquello que el teclado de mi ordenador no me deja escribir. Ni mi moral tampoco. Entre “Casandra” y “Cassandra” existen tremendas diferencias. No seré yo quien, amparándome en la libertad de expresión, valore la estética de semejante espécimen, por respeto y educación.

Cassandra con “dos eses” no es hermosa. Es moralmente infecta, dicho desde mi libertad de expresión. La AN ha condenado a Cassandra a un año de prisión al considerar que los comentarios que hizo sobre don Luis Carrero Blanco son un delito de enaltecimiento del terrorismo, pues, aunque hayan pasado más de 40 años desde el asesinato del militar y político, «la lacra del terrorismo persiste» y todas las víctimas «merecen respeto». La sentencia es perfecta. Puedo opinar porque me la he leído. Considera que existió «burla y mofa a una víctima del terrorismo», pese a que el atentado sufrido por Carrero tuvo lugar hace más de 40 años. Condena la mofa hacia una víctima del terrorismo, de un magnicidio, no de una persona o de una valoración ideológica de esta, sino de una afrenta a una de las miles de víctimas que España sufrió durante más de 40 años y que, de sus verdugos, este despojo humano tiene como referente.

Como acertadamente indica la Sala, se trata de «perseguir conductas especialmente perversas de quienes calumnian o humillan a las víctimas, al tiempo que incrementan el horror de sus familiares». Deja clara la idea de que las actuaciones de esta individua «producen perplejidad e indignación en la sociedad» y «merecen un claro reproche penal». Puedo opinar porque soy jurista y tengo delante la sentencia. La AN, de forma memorable, indica, referido a las víctimas del terrorismo, que la actitud de semejante mugre moral, dicho desde mi libertad de expresión, «supone una lesión a su dignidad humana».

Y el despojo “progre podemita” apela a la libertad de expresión. La AN lo deja bien claro. Este derecho «no puede servir de cobertura a la exteriorización de expresiones que contengan un manifiesto desprecio hacia las víctimas del terrorismo, en tal grado que conlleve su humillación» y añade, solo para quienes tienen el más mínimo sentido de justicia y moral frente a los poseedores del odio y la indignidad que «las víctimas de terrorismo constituyen una realidad incuestionable, que merecen respeto y consideración, con independencia del momento en que se perpetró el sangriento atentado». Esa “libertad de expresión” tan manipulada. Donde siendo de izquierdas no se debe temer nada porque podrá decir lo que considere pero si no lo es, si es ud. un “facha irredento” será lapidado y llevado a la más ígnea de las calderas, siendo juez inquisitorial la izquierda desde su indiscutible púlpito.

Y semejante “despojo” apela al humor. Y sus corifeos no menos infectos ensalzan su “memorable acto”. Pero ya lo dijo el Tribunal Supremo en una brillante sentencia: “No se trata de penalizar el chiste de mal gusto, sino que una de las facetas de la humillación consiste en la burla, que no está recreada en chistes macabros con un sujeto pasivo indeterminado, sino bien concreto y referido a personas que se identifican con sus nombres y apellidos”. Igual que Cassandra representa un personaje aborrecible, dicho desde mi libertad de expresión pero sin su odio, su vomitivo odio, su veneno, tal elemento “(…) no está protegido por la libertad de expresión ideológica”. Y la reacción de semejante “extravío humano” ha sido pueril. “No sólo me quedo antecedentes, me han quitado el derecho a beca y destrozado mi proyecto de ser docente. Me han arruinado la vida”. A aquellos que pudieron ser alumnos de semejante docente solo me queda darles mi enhorabuena. Desde mi libertad de expresión.

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