En busca del sentido común para alcanzar un acuerdo comercial

En busca del sentido común para alcanzar un acuerdo comercial

El viernes pasado llegó la fecha en la que el Reino Unido dejaba la Unión Europea tras cuarenta y siete años formando parte de dicha estructura supranacional. Entre los británicos había sentimientos encontrados, ya que la población está completamente dividida por la mitad en el conjunto agregado del país, con zonas más proclives a la permanencia, como la financiera y cosmopolita Londres, o Escocia, Gales e Irlanda del Norte, y otras con un sentimiento más nacional británico, donde festejaban la salida.

El primer ministro fue siempre un decidido impulsor de la salida del Reino Unido de la Unión Europea, hizo campaña activa en el referéndum, fue ministro con May para abordar la negociación y, una vez que la sustituyó y vio cómo sus planes también se topaban con la división en la Cámara de los Comunes, convocó elecciones, ganándolas y pudiendo conformar un grupo en el parlamento mucho más alineado con su propósito. De esta forma, pudo sacar adelante la salida del pasado viernes.

Tras concluir ese tortuoso camino de tres años y medio, distancia que dista desde el referéndum que se convocó hasta el momento de la marcha de los británicos de la Unión, se abre ahora un período de once meses en los que poder buscar un acuerdo comercial con  el que minimizar el impacto económico de la salida del Reino Unido, que no olvidemos que exporta el 47% de sus exportaciones a la UE e importa de la UE el 51% del total de las importaciones británicas. Casi medio siglo de relaciones comerciales han tejido una relación de interdependencia comercial muy importante, que ocasiona que el fin de la relación no sea gratis en términos de aportación del sector exterior, producción y empleo. Lo mismo sucede con la UE: sus exportaciones e importaciones con el Reino Unido son tan elevadas que si no hay acuerdo tendrá un impacto negativo en la economía.

Ya están empezando, ambas partes, a fijar sus posturas para el inicio de las negociaciones del acuerdo comercial. Esperemos que lo que han dicho inicialmente, tanto la UE como el Reino Unido, no sean más que propuestas de máximos que sean superables en una negociación, en el sentido de que ambas partes realicen cesiones, donde impere el sentido común.

Johnson ha comenzado diciendo que él no va a aceptar ninguna norma de la UE y que no va a obtener, por tanto, un acuerdo comercial a cualquier precio si ello supone seguir sometido a las normas de la burocracia comunitaria. Bruselas, por su parte, exige que respete ciertas normas para garantizar un trato homogéneo a las condiciones laborales, medioambientales o de múltiples tipos, que permita competir de manera similar en el mercado.

Ambas posturas son erróneas. Johnson  no puede seguir amenazando permanentemente y decir ahora que no le importa mantener con la Unión una relación como la que tiene Australia con la UE -donde existen aranceles-, porque al final son las familias, las empresas, los consumidores, los ciudadanos, en definitiva, los que pueden pagar un mal acuerdo. Por su parte, Bruselas no puede pretender que Londres siga aceptando todas y cada una de las normativas de la Unión para poder firmar ese acuerdo comercial sin aranceles ni cuotas, porque si se le exige eso, probablemente no se va a firmar.

Estamos ante un caso claro de teoría de juegos, donde cooperar es lo más conveniente para ambas partes, pero donde sin embargo se llenan los dos negociadores de incentivos para no coopoerar, desde una posición parcial y miope de la realidad, de manera que, al final, si no coopera ninguno el resultado será peor para todos. Ni Bruselas puede imponerle todo al Reino Unido pensando que el afectado es sólo el país británico, porque la UE también se ve muy afectada en caso de que no haya acuerdo comercial, ni el Reino Unido puede pensar que les da igual el acuerdo con la UE porque Estados Unidos firmará con ellos un acuerdo comercial, porque no sabemos qué tipo de acuerdo será y no parece creíble que Trump vaya a ofrecerles algo que sea muy ventajoso para el Reino Unido.

Al final, las dos partes están demostrando que no confían mucho en la competencia, que siguen queriendo imponer sus normas o levantar barreras proteccionistas, cuando lo que ambas partes deben hacer es confiar en un acuerdo de libre comercio que consiga que tanto el Reino Unido como la UE ganen, no que uno de ellos pierda, porque, si esto último sucediese, al final perderían las dos partes.

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