Además de totalitarios, cursis: a la censura le llaman ‘fact-checking’

Además de totalitarios, cursis: a la censura le llaman ‘fact-checking’

El adiós a la política de Pablo Iglesias no significa en ningún caso que Podemos haya renunciado a su esencia totalitaria: la llegada de Ione Belarra a la Secretaría General ha venido acompañada de la presentación de una Proposición No de Ley en el Congreso para el «desarrollo software de mecanismos rápidos de fact-checking» para la «detección de bulos». O sea, que los chicos/as/es de la formación de extrema izquierda apuestan por la censura pura y dura, eso sí, pasada por el filtro de las nuevas tecnologías. La pregunta es evidente: ¿quién controla el fact-checking? ¿Quién decide lo que es bulo? Bajo el pretexto de llevar a cabo un uso seguro y responsable de internet, Podemos lo que quiere es amordazar a la prensa. Insta a desarrollar  «herramientas para detectar de manera sencilla información oficial de determinados organismos públicos nacionales e internacionales al objeto de evitar la desinformación, especialmente en cuestiones de seguridad y salud pública». Traducido: eso que eufemísticamente llaman elementos de «control democrático» es una manera cursilísima de atentar contra la libertad de información. En un Estado de Derecho, el «control democrático» de los medios de comunicación lo ejercen los jueces, pero como esta gente no cree en la justicia pretende sustituir la acción de los tribunales  inventándose un software de mecanismos rápidos para amordazar a la prensa.

Ione Belarra va a dar mucho juego, porque es heredera de esa pulsión totalitaria que caracterizó la etapa de Pablo Iglesias al frente del partido. Nada más ser proclamada secretaria general, Podemos ha vuelto a quedar retratado. Su propuesta para desarrollar un sistema informático que detecte «bulos» es la prueba del nueve de que su obsesión por controlar a los medios roza lo patológico. Y son tan insoportablemente petulantes que a la censura de toda la vida la llaman fact-checking. 

A totalitarios y cursis no les gana nadie.

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