¡Se acabó!
Ha muerto, ya descansa, como todos sabrán esa mujer de raza, porque esta expresión, de raza se inventó sólo para ella y para otras bestias del Arte, del sentimiento y de la tragedia de la vida como Lola Flores.
Y qué guapa María, con esos piños de animala y esa melena escandalosa y esa impertinencia, del que (Jimenez perdió a su hijita) no tiene nada que perder.
Su inmortal interpretación de Se acabó (yo como muchas la he tarareado en distintas ocasiones, y me he envalentonado con su pegadizo estribillo, sexi, dramático y lleno de esperanza…).
Se acabó fue uno de los mayores éxitos del compositor José Ruiz Venegas, que en paz descanse también, y ahora coincide en el candelabro patrio gracias al picogate (del que seguimos hablando, porque nos va la libertad y los pilares de la democracia y del derecho en ello) y a la también muy exitosa, pero infame, maniobra de manipulación por parte de los poderes con el objeto de distraer nuestras almas cándidas y, por lo que se ve, obtusas, de los problemas reales de este país; a saber, el fenómeno sin precedentes en la historia de un presidente que pacta con un prófugo de la justicia una amnistía para permanecer en el trono; las carantoñas y risiñas de la vicepresidenta con un delincuente consabido; el blanqueo de la chapuza jurídica del solo sí es sí y de su autora la jolines…Y, cómo no, para ocultar otros asuntos de gran interés como el precio inaccesible de productos básicos para las cestas de la compra del ciudadano promedio como el aceite de oliva y la fruta, ya bienes de lujo…
Estoy de acuerdo, hijas, ¡se acabó! El hecho de que un individuo, sea acusado de agresión sexual por un pico en público sin el más mínimo ánimo lúbrico, en las circunstancias de camaradería que todos hemos presenciado mil veces… Que la presunción de inocencia en España ya no valga absolutamente nada, igual que la separación de poderes… Para mí, y para todes, incluso para los que no se han percatado, supone una detonación.
Y estoy de acuerdo, Jenny ha sido víctima, víctima de su propia debilidad y falta de recursos morales, víctima de su inmadurez y víctima de la factoría de títeres políticos y de las presiones de este fanatismo androfóbico y puritano, pero sobre todo incoherente que nos quiere desunidos, enfrentados y crispados, capaces de aterrarnos a nosotros mismos, para que solitos acometamos la más perversa de las castraciones intelectuales: la autocensura.
Mujeres y hombres, niños y niñes, veganos y carnívoros, gordos y delgados, blancos y negros, heteros y gays, jóvenes y viejos, rubios y morenos, nacionales y migrantes, progres y liberales… Nos ajustamos los machos desorientados y perplejos, mientras campa a sus anchas la impunidad y el chiringuito. Mientras se pasea oronda la policía del pensamiento y sus personajes severos y siniestros, cargados con piedras y antorchas salivando ante la nueva lapidación pública, como Itziar Castro. ¿La han visto arreando picos al bueno (y caballeroso) de Christian Gálvez que soporta sus embestidas con más estoicismo que sentido del espectáculo? Ella, enfangada hasta el cuello de superioridad moral, se excusa diciendo que son muy amigos y que él está encantado con sus besazos… Ahá, ahá…
Pobre Christian, la que te ha caído, amigo, y pobre todo aquel que genera pensamiento y disiente del credo. Sí, me temo que se acabó.