Pongamos que hablo del 36; de Largo Caballero, Besteiro y Prieto
Desgraciadamente, podemitas y sucedáneos nos quieren llevar a ese 1936 que representa lo peor de nuestra historia. Ese 1936 en el que la democracia se fue definitivamente al carajo (la deriva comenzó en octubre de 1934) por la locura de los unos y los otros. La extrema violencia desatada contra todo aquello que oliera a burguesía o religión, con paseíllos, asesinatos, violaciones de monjas y quema de iglesias, prendió la mecha de una explosión social e institucional a la que la derecha respondió de manera desproporcionada. De aquellos polvos vienen los lodos de esta España dividida en dos españas enfrentadas a cara de perro y, por cierto, más que en ningún otro momento desde la Constitución de 1978. El irresponsable por frívolo de José Luis Rodríguez Zapatero se cargó el mejor capítulo de nuestra convulsa historia, el Pacto de la Transición que alumbró la maravillosa Tercera España, y nos devolvió a ese guerracivilismo en el que vivimos permanentemente desde hace una década. Nos quieren hacer comulgar con ruedas de molino reescribiendo la Guerra Civil como una contienda de buenos contra malos y no como lo que realmente fue: una pelea fratricida de malos contra malos.
Las Primarias del Partido Socialista son como las elecciones estadounidenses: no vota todo el mundo pero debería hacerlo porque de lo que resulte dependerán nuestras vidas y haciendas. Me explico: lo que acontezca el próximo domingo marcará el futuro político, democrático e inevitablemente económico de 45 millones de almas. Si gana Susana se volverá de alguna manera a ese bipartidismo imperfecto que, visto lo visto, es lo más perfecto que hemos disfrutado nunca jamás. Si el que se lleva el gato al agua es el tenaz Pedro, todo se vendrá abajo con la misma contundencia y celeridad que un castillo de naipes. El cristo será de los que hacen época. El razonable Patxi López puede tener en sus manos que la travesía del desierto que le queda por delante al partido que más años ha gobernado España en democracia sea cruenta o pacífica. Porque indolora, lo que se dice indolora, no va a ser indolora.
Y trazando paralelismos hay que inferir que cada uno de los tres aspirantes al trono que un día ocupó el Pablo Iglesias bueno es perfecta recreación de los tres protagonistas del PSOE de la Segunda República, con las ventajas que conllevan dos ellos y el riesgo cuasiletal que acarrea el tercero. De alguna manera se repite la historia del PSOE del 36 en el que convivían tres almas: dos moderadas y entrelazadas, Julián Besteiro e Indalecio Prieto, y una tercera alocada y dispuesta a pactar con Satanás con tal de acabar por las buenas o por las malas con los adversarios políticos. Me refiero, obviamente, a Francisco Largo Caballero, bautizado como (ojo al dato) “Lenin español”.
La, se pongan como se pongan, gran favorita, Susana Díaz, es sin ningún género de dudas clónica descendiente del maravilloso Julián Besteiro, el hombre que intentó meter al PSOE en la moderación 40 años antes que Felipe González. Un filósofo de origen inequívocamente gallego que, como el que suscribe, se formó y se forjó en la ejemplar Institución Libre de Enseñanza de Giner de los Ríos y posteriormente fue discípulo universitario del no menos gigante Nicolás Salmerón. Tal vez por eso, sabía que la democracia no se basa en la imposición de ideas sino en la convivencia, la alternancia y la concordia. Legítimo heredero de los mencheviques rusos, abominaba de la dictadura del proletariado y fue el único que advirtió de los males que se desencadenarían si los comunistas se hacían de facto (como sucedió) con el poder. Lo pudo decir más alto pero no más claro: “No podemos ganar esa guerra”. Siempre planteó, infructuosamente, una salida negociada, un armisticio que seguramente hubiera aminorado el dolor de 40 años de dictadura.
Honrado a carta cabal, buena gente, admirado por amigos y enemigos, sabía que la pervivencia de la primera democracia española pasaba por la moderación. Empezó a perder toda esperanza tras la revolución de octubre de 1934, simiente de una España que poco a poco se convirtió en un territorio sin ley en el que mandaban mayormente los matones comunistas y menormente los socialistas. Un mero episodio sirve perfectamente para medir la altura moral del personaje: el 27 de marzo de 1939 toda la cúpula republicana abandonó Madrid rumbo a Valencia cuando la capital estaba a punto de caer en manos del bando franquista. Él se negó a huir, pasó de privilegios y permaneció al lado de los suyos. Consecuencia: murió en la cárcel en 1940.
Pedro Sánchez es perfecto remake de Largo Caballero. El estuquista que llegó a presidente del Gobierno sin formación escolar y universitaria pasó de colaboracionista con la dictadura de Primo de Rivera a rehén de los comunistas antes, durante y después de la Guerra Civil. Coqueteó hasta con Stalin y al final terminó convertido en un pobre títere de un PCE que le marcaba el guión de manera inmisericorde. Partidario de la dictadura del proletariado y de una España sovietizada, acabó sustituido por un Juan Negrín sinonímico también desde el punto de vista humano y político del ex secretario general del PSOE que quiere volver a ser secretario general del PSOE. Sánchez ha pasado de ser un peón más del sistema y de anatematizar a Podemos a arrollar al mismísimo Pablemos en iracundia a los Ibex 35, felipes, cebrianes y demás. Intentó acostarse con el jefe morado y ahora le tira los tejos día sí, día también. Aunque en honor a la verdad hay que admitir que últimamente sólo lo hace los pares. Los impares le da al coletas aunque no mucho. Debe ser que los asesores de campaña le han advertido que acostarte con los enemigos no es precisamente lo más recomendable cuando el favor que quieres conquistar es el de los amigos.
Patxi López se parece a Indalecio Prieto, más conocido como “Don Inda”, en algo más que su ciudadanía vasca. Bilbaínos de adopción los dos (López nació en Portugalete, Prieto en Oviedo), coinciden en otro pequeño pero no por ello insignificante detalle: además de un excelente gestor, Indalecio Prieto fue siempre el tercero en discordia, lo cual no impidió que en numerosas ocasiones fuera clave a la hora de resolver numéricamente el juego de equilibrios dentro del PSOE de la época. El bilbaíno de Oviedo, que físicamente tenía un aire a Al Capone, reconoció a posteriori el error de la Revolución de 1934 y en consecuencia se opuso sistemáticamente a la violencia empleada por los duros del bando republicano. A las sacas, a los paseíllos, a la destrucción de templos y a las detenciones arbitrarias. La frase pronunciada en agosto de 1936 tras la matanza de franquistas (y algunos republicanos) en la Cárcel Modelo de Madrid fue premonitoria: “La brutalidad de lo que aquí acaba de ocurrir significa que hemos perdido la guerra”.
Para que el PSOE recupere ese ADN de partido ganador, el más ganador de nuestra democracia, no necesita ser más podemita que Podemos. Ya se sabe: entre el original y la copia, mil veces mejor el original. Largo Caballero abocó a los socialistas al desastre al intentar superar en comunismo a los propios comunistas. Y que nadie olvide que cuando flirteas con el diablo acabas devorado por las llamas del infierno. Conviene recordar que las elecciones se ganan en España por el centro, no por los extremos. Esa fórmula funciona en el fútbol pero termina como el rosario de la aurora cuando la aplicas en la política. La reconstrucción antesala de la victoria pasa inevitablemente, pues, por regresar a esa moderación socialdemócrata que combina (aunque no siempre lo consigue) el crecimiento económico con la justicia social. Lo cual significa que el futuro debe pasar por Susana Besteiro o Patxi Prieto, por Julián Díaz o Indalecio López. Y, como quiera que sólo la primera tiene opciones reales, los socialistas deben apostar por la política sevillana que en burlesca a la par que indirecta alusión a Pablo Iglesias se autodenominó “representante de la casta de los fontaneros”. Todo lo que no pase por Susana Díaz supondrá una tragedia para España, un desastre en términos de crecimiento económico, un batacazo para las Bolsas, elecciones a la vuelta de la esquina y probable Gobierno PSOE-Podemos en menos de lo que canta un gallo. Y una no tan metafórica vuelta a ese 36 en el que el PSOE terminó desapareciendo para mucho tiempo víctima del abrazo del oso comunista en medio de un océano de revanchismo, resentimiento y totalitarismo. Susana es la única capaz de hacer buena esa frase de Prieto que compendia mejor que ninguna el espíritu socialdemócrata: “Soy socialista a fuer de liberal”.