Con velo… pero sin ganchillo

Con velo… pero sin ganchillo

La Historia no tiene leyes, pero tiene nombres propios, decía Paco Umbral… y algunas leyes no pasarán a la historia del derecho, pero sus promotores sí pasarán a la historia de los que han promovido el absurdo, la estupidez, el derroche y el recorte de las libertades en nombre de una mal entendida tolerancia y promoción de la igualdad. Creo que en España estamos llegando al absurdo. Si no fuera porque afecta a los derechos y libertades, sería para publicar una novela cómica y llamarla ‘Con velo… pero sin ganchillo’.

Hace unos días un niño de 12 años me contaba atónito como su compañera de pupitre, con la que había compartido casi toda su vida escolar, le había dejado de hablar. Resulta que su amiga había cumplido 12 años y, por una razón que este niño no entendía, se había cubierto la cabeza, había dejado de dirigir la palabra a los varones de la clase, aparecía con un pijama rojo en clases de natación (burkini) y ya no asistía a fiestas de cumpleaños mixtas. Las madres del colegio habían cambiado sus hábitos; en nombre del respeto y la tolerancia, habían empezado a hacer fiestas sólo de niñas o sólo de niños, es decir fiestas diferenciadas, pensando así que cumplían con los más altos parámetros de lo que pensaban que era el respeto. No sólo esto, a los pocos días, a raíz de las miles de preguntas de los niños a los profesores y al director del colegio, habían reunido a todos los alumnos y les habían instado a no comentar y a no preguntar más sobre ese cambio de atuendo y actitud de una de sus amigas. Para rematarlo, todo esto transcurría en un colegio madrileño católico. Todo verídico.

En paralelo y no sin estupor, el mismo día leía la siguiente noticia: “Una eurodiputada denunciará ante la Comisión Europea los talleres machistas de un colegio madrileño. Beatriz Becerra preguntará al organismo qué medidas adoptará para prevenir casos como el del colegio Juan Pablo II de Alcorcón, que organiza talleres de ganchillo para alumnas y visitas al Bernabéu para alumnos. «Este colegio oferta unas actividades extraescolares que fomentan los estereotipos de género”, señalaba la eurodiputada. Por cierto, se trata del mismo colegio que ya había sido perseguido por la dictadura de ideología de género impuesta por Cristina Cifuentes. Su director es víctima de una sanción administrativa por discrepar con los contenidos que se pretendía impartir a los niños por parte de la Comunidad de Madrid.

Resulta que en España gastamos miles de millones en adoctrinar a nuestros niños. Por ejemplo, en el llamado Día de la Mujer. Les bombardeamos con clases sobre micromachismos, con programas como el de Pantallas amigas, donde contamos que el hecho de que un chico lea el whatsapp de su novia está ejerciendo violencia de género —pero no en el caso inverso— y luego, después de todo ese chorreo absurdo de estereotipos de género, de millones gastados de todos los españoles en campañas dictadas desde Europa para regocijo de miles de políticos viviendo del cuento, de Beatrices Becerras buscándose un puestecito en alguna comisión del Parlamento Europeo, de algún lobby… después de tanto interés por la igualdad y la mujer, resulta que permitimos que una chica musulmana esté sometida por una ideología totalitaria como el Islam a llevar un velo al colegio con 12 años.

Definitivamente hemos confundido la tolerancia con la estupidez, la promoción de la igualdad con el recorte de las libertades, y nos dejamos manejar por unos políticos, que esclavos de las doctrinas del mundialismo, nos imponen las políticas del absurdo. Despertemos, despertemos por esa niña que no entiende por qué ella es distinta, de un día para otro, de sus compañeras en igualdad. Despertemos, aunque sólo sea porque los políticos no piensen que somos borregos que se pueden manejar desde las instituciones mundialistas de Bruselas. Si no despertamos acabaremos todos expoliados por nuestros políticos mundialistas que al llegar a su ansiado retiro en Bruselas se reirán de nosotros desde uno de los miles de despachos de lobbys pagados con nuestro esfuerzo. Eso sí, iremos todas con velo… pero sin ganchillo.

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